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La disputa por la izquierda
Opinión

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La disputa por la izquierda

Las opciones que tiene ante sí este país son exclusivamente dos: o se mantiene la unidad, siquiera electoral, entre la izquierda socialista y la radical, o gobiernan el PP y VOX.

Pablo Iglesias este viernes en la Asamblea Ciudadana de Podemos.BORJA SÁNCHEZ-TRILLO VIA EFE

Este fin de semana ha tenido lugar el V Congreso de Podemos, entre un silencio atronador de los digitales de izquierdas y con un desarrollo absolutamente previsible que rubrica la fractura al parecer inapelable del espacio ubicado a la izquierda del PSOE. Ione Belarra ha sido elegida secretaria general con el 90% de los votos emitidos por los 27.172 participantes, la mitad de los que obtuvo hace cuatro años, cuando los participantes fueron casi 54.000 y el apoyo, del 86%. Lejos quedan los 150.000 militantes de Vistalegre 2, en 2017, cuando Pablo Iglesias ganó en un duro combate a Íñigo Errejón.

El acto, de unas quinientas personas, ya no fue llamativamente multitudinario… aunque, en honor a la verdad, ninguno de los partidos situados a la izquierda del PSOE puede competir con estas cifras. La prensa ha recordado que el año pasado, Yolanda Díaz fue elegida líder de Sumar con apenas 8.179 apoyos, y que IU, por su parte, eligió hace nueve meses a Antonio Maíllo como coordinador federal en una votación en la que participaron 8.350 militantes.

En realidad, lo que indican estas cifras es que de todo el conglomerado, inextricable para muchos, de la izquierda, solo Podemos ha sido una opción exitosa, que conserva ciertas ideas vertebrales y sugestivas, un liderazgo atractivo y una clientela fiel, dispuesta al activismo y entregada a su partido en las redes sociales, en que los podemitas son omnipresentes. Izquierda Unida no ha conseguido enterrar del todo su irremisible anacronismo y Sumar es un melting pot progre, que no ha logrado por ahora servir de verdadero engrudo a ese sector. Y en cualquier caso, estarían ciegos los militantes de todas estas formaciones si no vieran que el declive del conjunto es una realidad: el último barómetro de 40dB. otorga a la formación de Ione Belarra el 3,3% de intención de voto mientras que Sumar obtendría el 5,1%, muy lejos entre ambos del 12,3% logrado aquel 23J de 2023.

Ione Belarra y la candidata a la presidencia por Podemos, Irene Montero, han insistido varias veces en que Sumar y el PSOE deben fusionarse porque son la misma cosa. En realidad, este es un sofisma que, aunque beneficia como es obvio a Podemos, que se erige en único habitante de la radicalidad, es absolutamente falso. Lo que ocurre es que Sumar, que es gobierno, tiene la servidumbre de ser congruente con esta posición, y después de manifestar sus posiciones divergentes de las socialistas, no tiene más remedio que plegarse al realismo porque es un deber de lealtad a lo pactado. Como, por cierto, hacía el Podemos de Pablo Iglesias cuando gobernaba y vicepresidía. Porque en una coalición, es muy legítimo que los socios manifiesten en público sus discrepancias, pero es inaceptable que olviden que el hecho de haberse coaligado les obliga a mantener el compromiso de consenso y unidad, que se resuelve por el procedimiento de ceder y paccionar.

Cuentan las crónicas (tomo para la ocasión la información publicada por el periodista Asier Martiarena) que Iglesias se ha pasado varios días aconsejando a Podemos que no haga caso de los “cantos de sirena” que formaciones como Sumar —un proyecto, a su juicio, “políticamente muerto”— o Izquierda Unida están entonando para reeditar la exitosa candidatura de unidad que contribuyó a contener el empuje de Vox en las elecciones generales del 23J. Y el pasado sábado volvió a cargar contra la izquierda aferrada de manera “estúpida” al “malmenorismo” en lugar de estar plantándole cara a la ola reaccionaria de la ultraderecha para “transformar la sociedad”. Debería “caérsele la cara de vergüenza” a Sumar por creer en la “democracia liberal”.

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Iglesias debió quedarse descansando después de lanzar semejantes soflamas, que no tienen demasiado sentido ni conducen a parte alguna. En muy loable que los máximos representantes de Podemos aspiren a fundar un régimen distinto de la democracia liberal (lamento constatar que fuera de este concepto solo hay totalitarismo, pero esta es otra cuestión). Pero, de momento, con estos mimbres y con los raquíticos resultados que los sondeos anuncian, las opciones que tiene ante sí este país son exclusivamente dos: o se mantiene la unidad, siquiera electoral, entre la izquierda socialista y la radical, o gobiernan el PP y VOX cogidos amigablemente del bracete. Ante esta evidencia, los juegos florales en la política partidaria son una colosal pérdida de tiempo que conduce a la gente común a la melancolía.