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Lo que esconde el Festival de la Hispanidad

Lo que esconde el Festival de la Hispanidad

"Ayuso no dice ni pío sobre que Trump persiga, encarcele y haga desaparecer a centenares de personas por el mero hecho de ser hispanos".

Isabel Díaz Ayuso, en uno de los actos de la Hispanidad 2025Europa Press via Getty Images

[El Festival de la Hispanidad es un cóctel de contratos a dedo, tufillo a derecha rancia y diferenciación de migrantes buenos y malos. Eso sí, todo a golpe de reggaeton. Que Ayuso se cree moderna aunque sus ideas sean más viejas que un bosque]

Pocas cosas dejó el fugaz paso de Toni Cantó por la política madrileña. Ninguna buena. El legado se resumen en un reguero de bulos, un idioma al que ya no hay quien le defienda -pues la oficina del Español, creada por Ayuso para agradecerle los servicios prestados, fue oficialmente eliminada el año pasado- y el Festival de la Hispanidad. Conseguimos deshachernos de la presencia del multipartidista actor pero no tuvimos tanta suerte con el certamen.

El Festival de la Hispanidad es un artefacto ideológico de primer orden que la Comunidad de Madrid ha ido engordando año tras año. Además de servir como ariete para la confrontación política el evento enmascara un triple objetivo que resume perfectamente la forma de desenvolverse de Ayuso.

En primer lugar, merece la pena, como siempre que se habla de la Presidenta y su entorno, seguir el rastro del dinero. El Festival de la Hispanidad ofrece la coartada perfecta para repartir jugosos contratos: hasta 9 millones de euros desde la primera edición, que costó 850.000€, hasta la última, que cuadruplicó la cantidad inicial. Un chorreo de dinero que sirve para apesebrar un ecosistema artístico empresarial, devolver gestos y declaraciones favorecedoras y comprar voluntades. Dinero público empleado para alimentar la conexión Madrid-Miami y rescatar artistas con un caché desplomándose en picado.

Después de los negocios toca la política. Y nada mejor que alimentar el tufillo de la derecha rancia que sigue pensando España como un Imperio en el que no se pone el sol. Cada declaración, cada palabra escogida, persigue enardecer los sentimientos de quienes añoran los Tercios de Flandes, usan imágenes de los Templarios como avatar en las redes sociales o creen que viven en una Cruzada. La elección del nombre no es inocente. Descartaron celebrar el “Festival de la Raza” porque rememorar a Alfonso XIII no está de moda. Pero coger el relevo que se inició en 1958, en plena dictadura franquista, encaja mejor con el signo de los tiempos y el viraje de la derecha.

Y finalmente toca desgarrar, aún más, nuestra sociedad. No contentos con orientar el malestar generado por sus políticas hacia los que vienen de fuera, ahora se dedican a diferenciar entre migrantes buenos y migrantes malos. Y este Festival ahonda en ello. Ayuso es capaz de negar que los latinos son inmigrantes con tal de poder señalar y criminalizar al resto. Pero se le acaba viendo el plumero y, ni siquiera todos los latinos son “dignos” de su calurosa bienvenida. Sólo hay que ver el spot de este año en el que se asegura que en Madrid caben todos los acentos. Es cierto que en el anuncio se escuchan muchas formas de hablar pero se ven muy pocos colores de piel.

Resulta paradójico que mientras en Madrid se celebra el Festival de la Hispanidad al otro lado del charco Trump militariza ciudades enteras, persigue, encarcela y hace desaparecer a centenares de personas por el mero hecho de ser hispanos. Una deriva autoritaria con las personas de origen hispano en el punto de mira. Y sin embargo, Ayuso y su gobierno, tan dados a comentar sobre cualquier cosa, no dicen ni pío. Ni una queja. Ni una palabra en defensa de esos lazos que dicen celebrar. Debe ser que si no sirve para saquear lo público, generar confrontación o pescar votos en el caladero de la extremaderecha, a Ayuso y los suyos, los hispanos -de aquí o de allá- le dan igual.

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