¡Mazón y cierra, España!
Cegados por su impresentable comportamiento durante la DANA, por su ristra de cambiantes mentiras, por su falta absoluta de ética, quizá no estamos apreciando la sorda labor que el presidente de la Comunidad Valenciana está haciendo con su intolerable empecinamiento en mantenerse en el poder.
Según los últimos datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística publicados en julio de 2025, la población de España es de 49.315.949 habitantes. De ellos, 49.315.948 habitantes creen que es una indecencia que Carlos Mazón no haya dimitido todavía. Un habitante, por el contrario, considera que Carlos Mazón no debe dimitir. Ese habitante se llama Carlos Mazón. 49.315.948 de 49.315.949 supone un 99,999998% de la población. No estoy seguro de que se aprecie en toda su magnitud la anomalía que supone no creer que Carlos Mazón debe dimitir. Para que se hagan una idea, estadísticamente hablando, creer que Carlos Mazón no debe dimitir es menos frecuente que escalar los catorce ocho miles, viajar por el espacio exterior, o padecer dermoarterioadenodistrofia vascular tipo 3 antes de los 65 años.
Cegados por su impresentable comportamiento durante la DANA, por su ristra de cambiantes mentiras, por su falta absoluta de ética, quizá no estamos apreciando la sorda labor que el presidente de la Comunidad Valenciana está haciendo con su intolerable empecinamiento en mantenerse en el poder. Hay quien podría pensar que lo hace temeroso de que, en caso de perder su aforamiento, se vea abocado a un largo camino judicial de final incierto. Otros aseguran que tras su obcecación se esconden jugosos motivos económicos. El propio presidente valenciano asegura que lo único que le mueve a no moverse es su convencimiento de no ser el responsable de la pésima gestión de la DANA, que tuvo las conocidas dramáticas consecuencias para las comarcas afectadas.
Pero no. Unos y otros mienten. La oposición, por inquina. El afectado, por humildad. El verdadero motivo para perder toda dignidad en su adherencia al cargo es inmolarse a favor de la concordia y la hermandad de todos los españoles, ofreciendo el ejemplo de un comportamiento tan mezquino que su rechazo sea, por fin, el clamor que rompa los muros de la patria mía, no sepa de edades, supere toda división en un momento en el que el país se encuentra más necesitado de unidad que nunca. Es la crispación que viene a acabar con la crispación. La indignación que todos sentimos viendo a Mazón permanecer en su presidencia une más que el gol de Iniesta contra Holanda en el Mundial o las protestas contra el horario de invierno. ¡Mazón y cierra, España!
Por eso me permito solicitar educadamente a Carlos Mazón que no dimita. Si las cosas se ponen más exaltadas de lo deseable cuando discuto con mis amigos de derechas sobre la honradez de Ayuso, derivar hacia el tema de Mazón hace que volvamos todos a asentir amistosamente. Cuando afeo a mis amigos de izquierdas las posturas furiosamente antifeministas del PSOE y empieza a haber caras incómodas, un quiebro hacia Mazón hace que llegue la complicidad y otra botella de sidra. Un contramodelo es tan educativo como un modelo. Y si los fundamentalistas bíblicos norteamericanos se preguntan “¿qué hubiera hecho Jesús?” ante una duda moral, los políticos españoles de uno y otro lado siempre podrán preguntarse “¿qué no hubiera hecho Mazón?” a la hora de saber cómo comportarse.