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'Memorias de Adriano' o todo por hacer

'Memorias de Adriano' o todo por hacer

Sin duda va a ser una de las obras del inicio de la temporada 2025-26 en Madrid.

Lluis Homar, en 'Memorias de Adriano'.Festival de Mérida/Jero Morales

El miércoles pasado se estrenó Memorias de Adriano en el Festival de Mérida la que sin duda va a ser una de las obras del inicio de la temporada 2025-26 en Madrid. A ello contribuye que se basa en el exitoso libro del mismo título de Margarite Yourcenar, traducido al español por otro reconocido escritor, Julio Cortázar. También, que la protagoniza Lluís Homar y la dirige Beatriz Jaén.

Y, por supuesto, por la historia que cuenta. La del emperador romano Adriano de origen español y formación griega, que llegó al cargo animado por su ansia de poder. Una vida llena de guerras, intrigas palaciegas, de placeres y de una gran historia de amor contada por él mismo, cuando acaba de cumplir los sesenta, y Hermógenes, su médico, le anuncia que su cuerpo ya ha puesto límites a su vida.

Un contar que según dice el personaje a lo largo de la función, es un informe de su biografía, aunque el lenguaje poético o metafórico que se usa en la obra desmiente esa descripción. Sin embargo, esa denominación seguramente ha inspirado a Brenda Escobedo, la escritora que ha dramatizado el texto, y a la directora de escena para situar la acción en un plató de televisión tan aséptico como un quirófano, donde Adriano, rodeado de cámaras, micrófonos, encargados de vestuario, maquilladores, peluqueros y asesores, se explaya como si le fueran hacer una larga entrevista para Informe Semanal o Documentos TV. Impresión a la que contribuye la música de Tagore González, una de las mejores cosas del espectáculo.

  Navegando por el río en 'Memorias de Adriano'.Festival de Mérida/Jero Morales

Un programa en el que nunca se escucharían las preguntas, pero sí las respuestas. De tal manera que se trata de un monólogo, ya que solo habla Lluís Homar durante toda la función, acompañado. Un monólogo excesivamente gesticulado y pausado malament, que se diría en catalán, pues hay silencios y paradas en el discurso que al oído y al entendimiento le resultan difíciles de justificar o entender.

No ayuda la línea de coro. Todos esos actores que se mueven como asesores, camarógrafos, sonidistas y demás profesionales que se pueden encontrar en un plató televisivo. Estos vienen y van con las burras llenas de trajes y de zapatos, con el peine y la tijera para perfilar, con la cámara, con los micros, con el discurso redactado.

De alguna manera, este recurso ensucia la propuesta y el trabajo que hace Homar. Aunque se entiende que se haya introducido desde el punto de vista comercial, para evitar que el espectáculo resulte demasiado desnudo y hasta ríspido. Para introducir distracciones, como si la interesante vida del emperador romano no fuese suficiente.

  El emperador Adriano rodeado de asesores en 'Memorias de Adriano'.Festival de Mérida/Jero Morales

Por eso desde la butaca y la mirada crítica, queda la duda de qué habría pasado de haberse apostado por la desnudez y la aridez. Ya que, si hay un actor español que puede hacerlo, de estar solo en el escenario contando algo y ganarse el interés del público creando intimidad con este, ese es Homar. De hecho, en aquellos momentos en los que el espacio se vacía se queda él solo en el inmenso escenario de Mérida, sin proyecciones y con una luz de quirófano, la función se eleva. Gana en temperatura y en interés.

Sobre todo, en ese momento en el que Adriano se da cuenta que se ha enamorado hasta las trancas de un pastor que andaba por ahí. Antínoo, un preadolescente cuando lo conoce. Uno de los momentos más desnudos de la función que cuenta bien, pero que luego acciona mal. En el sentido de que no parece cómodo besando y acariciando al sujeto amado. Qué distinto es cuando solo habla de amor y deseo y observa a Alvar Nahuel, que interpreta al citado Antínoo, bailando una larga coreografía que no parece necesaria para contar la historia.

Si a eso se añade que el cuerpo del protagonista todavía no se ha hecho con el texto y que los movimientos del resto del elenco se ajustan de forma sistemática a lo marcado, la opinión, como dice Adriano en un momento importante de la obra, es de que queda todo por hacer para que la función cubra y supere las expectativas que había creado.

Si los párrafos anteriores son el resultado de una mirada crítica, poco o nada tiene que ver con lo que obtiene la mirada del espectador. Mejor dicho, con la que obtienen las dos mil personas que ocupan el patio de butacas, un día entre semana de uno de los agostos más calurosos que se recuerdan, aunque corra una ligera brisa.

Gentes que han comprado su entrada y que antes de que se haga el oscuro al final y deje de sonar la música ya está aplaudiendo. Y que cuando se ilumina el escenario se levanta y da una de las ovaciones más cerradas e intensas de las que se han visto y oído en los últimos tiempos.

  Adriano conoce a Antinoos en 'Memorias de Adriano'.Festival de Mérida/Jero Morales

Una reacción que suena a sinceramente entusiasta. A esa que se produce cuando se ha sentido emocionado y conmovido. Desde luego, la audiencia se ha mantenido en puro silencio durante la obra, en la que los móviles, que han sacado para fotografiar o grabar clandestinamente a la estrella durante la función, no han sonado milagrosamente.

Una reacción que va más allá de reconocer a Lluís Homar el esfuerzo de aprenderse y de tratar de accionar un texto difícil, porque eso se le da por descontado. Y que, si no fuera por la contemporaneidad de la escenografía, la música y la introducción de ¿danza? ¿movimiento escénico? del resto del elenco, tiene un aire camp en el sentido que defenderían Susan Sontag y Vicente Molina Foix. Un sentido teatralmente estético y político, que permitiría a los emperadores tener el buen gusto tanto de ser críticos con un poder que anhelan ocupar y ejercer, en un ambiente, el de la política, fundamentalmente cainita y zafio, como de asumir el riesgo de amar sobre todas las cosas.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.