Mentían, mienten, mentirán
"Para el PP la mentira no es un error casual, es un cálculo electoral. Tienen claro que para gobernar han de dividir"
En 1983, Demetrio Madrid, candidato del PSOE, ganó las elecciones autonómicas de Castilla y León y se convirtió en el primer presidente de la Junta. Después de tres años de gobierno, en 1986, fue procesado por la supuesta venta ilegal de una empresa textil de su propiedad. Demetrio Madrid, pese a no tener la mínima duda de su inocencia, declaró en aquel momento: “No quiero que el cargo de presidente de la Junta esté en entredicho ni un solo minuto”, e inmediatamente dimitió. La derecha organizó en torno a este caso una voraz campaña mediática, que sirvió como plataforma de lanzamiento de su candidato: José María Aznar. En 1990 los tribunales declararon a Demetrio Madrid inocente de todos los cargos, pero el mal ya estaba hecho. Se iniciaban 35 años consecutivos de gobiernos de derechas en Castilla-León y se marcaba una línea de actuación que el PP ha seguido fielmente hasta nuestros días: miente y vencerás.
Dice un viejo dicho que las mentiras tienen las patas cortas, en el PP nunca han pensado que esto fuera cierto. Ellos son más de la escuela de Göbbels, “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Para convertir las mentiras en “verdades” cuentan con numerosos medios de comunicación a su servicio. Algunos privados, propiedad de grandes magnates afines al partido, otros públicos. Estos últimos prometen cerrarlos durante las campañas electorales, pero cuando ganan se apropian de ellos y los convierten en serviles difusores de propaganda. Renunciar a la decencia y al sentido de estado, no suponen el mínimo problema en la consecución de su objetivo, que no es otro que el de enriquecerse con el poder. Como reconoció en un desliz Dolores de Cospedal: “Hemos trabajado mucho para saquear este país”.
11-M
Algunas mentiras han sido tan terribles, tan infames, tan imposibles de tapar, que incluso a ellos, los reyes de la mentira, les han pasado factura. Fue el caso del 11M, en el que José María Aznar, el mismo que en 1986 inició en Castilla-León su carrera política mintiendo sobre Demetrio de Madrid, intentó hacer creer a los españoles que el terrible ataque terrorista nada tenía que ver con su alianza con los Estados Unidos para atacar Irak. Una alianza que, como no, se justificó con una gran mentira, la existencia de armas de destrucción masiva. Antes de esa mentira de dimensiones descomunales hubo muchas otras, como los “hilillos” de plastilina del Prestige o el caso del Yak 42, en el que no tuvieron el mínimo cargo de conciencia en mentir a las familias de los militares fallecidos, entregándoles los ataúdes con cuerpos que no se correspondían con los de sus seres queridos. Y todo para poder tapar con rapidez su criminal negligencia, por haber contratado avio-nes de transporte de personal sin las mínimas garantías de seguridad.
La lista de mentiras del Partido Popular es tan larga como sus casos de corrupción, otro campo en el que tienen el récord europeo. Ningún otro gobierno del viejo continente tiene tantos imputados, investigados y condenados como los de José María Aznar y Mariano Rajoy. El problema de mentir es que una vez se empieza es muy difícil ponerle fin. El pobre Pablo Casado, que siguiendo la tradición del partido comenzó su presidencia en el partido mintiendo sobre su curriculum, quiso dar un golpe de timón intentando que se supiera la verdad sobre los casos de corrupción de Isabel Díaz de Ayuso y su entorno y antes de que se diera cuenta lo habían tirado por la borda.
Llegar al poder a cualquier precio
Mentir tanto, de manera tan descarada como descarnada, sólo es comprensible cuando se carece de argumentación y, por supuesto, de decencia. El Partido Popular en realidad no tiene un programa de gobierno, salvo el de llegar al poder a cualquier precio, y por eso improvisa sobre la marcha y se ve atrapado constantemente en incongruencias que sólo puede justificar con mentiras. Lo estamos viendo estos días en el caso de los incendios en Castilla-León y Galicia y lo vimos el pasado otoño con la Dana. Mazón mintió desde el primer momento y, aún ahora, no sabemos dónde estuvo y qué hizo, en esas terribles horas en las que perdieron la vida más de doscientas personas.
Ante la falta de un programa de gobierno, de un proyecto de país, la única vía que les queda es la de hacer oposición provocando el constante enfrentamiento entre partidos y, lo que es más grave, entre comunidades y ciudadanos. Su política se basa en la polarización, en la invención de enemigos que van desde el comunismo bolivariano a los pirómanos, pasando incluso por poner en cuestión la legitimidad del Gobierno elegido por las Cortes, al que no tienen el mínimo reparo en acusar de okupa. Y cuando llegan al poder, donde dijeron que iban a bajar los impuestos, suben el IVA; donde prometieron una revalorización de las pensiones, las congelan; donde proponen una mejora de la sanidad pública, la privatizan; donde se comprometen a mantener la separación de poderes, promueven el lawfare.
Para el PP la mentira no es un error casual, es un cálculo electoral. Tienen claro que para gobernar han de dividir, aunque eso signifique dinamitar pactos de estado y la confianza de los ciudadanos en las instituciones. Ante la amenaza de la mentira como herramienta de poder, sólo queda la defensa de la memoria ciudadana, porque quienes olvidan su pasado, condenan su futuro.
Martí Sans Pairutó es senador del PSC por Girona
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