Intriga máxima de los biólogos tras descubrir miles de nidos por casualidad bajo el hielo de la Antártida
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Intriga máxima de los biólogos tras descubrir miles de nidos por casualidad bajo el hielo de la Antártida

Los expertos han detectado el conocido como “principio del rebaño egoísta”.

Imagen de archivo de un buque rompehielos en la Antártida.Sergio Pitamitz via Getty Images

Una red inmensa de nidos submarinos ha sido hallada bajo el hielo del mar de Weddell, al norte de la Antártida, en un descubrimiento que ha dejado perpleja a la comunidad científica. Miles de estructuras perfectamente dispuestas, construidas por una especie de pez polar, revelan un comportamiento reproductivo hasta ahora desconocido y un nivel de organización social que nadie esperaba encontrar en un entorno tan inhóspito.

Los protagonistas de este hallazgo son los Lindbergichthys nudifrons, pequeños peces de roca que sobreviven en temperaturas bajo cero. Cada ejemplar excava y custodia su propio nido para proteger los huevos del ataque de depredadores, una tarea que exige una vigilancia constante. Pero lo sorprendente no es solo su instinto protector, sino la escala y el orden geométrico con que estos refugios se distribuyen en el fondo marino.

Los científicos han identificado distintos patrones de construcción: nidos aislados, en media luna, ovalados o agrupados en líneas y formas de U. En los conjuntos más densos, los individuos del centro parecen beneficiarse de una protección colectiva, siguiendo el llamado “principio del rebaño egoísta”, por el cual la seguridad aumenta cuando se está rodeado de otros. Los más fuertes o agresivos, en cambio, prefieren mantener sus nidos en solitario, lejos del grupo.

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El estudio, difundido por Phys.org, descarta que factores ambientales como la temperatura, la luz o la composición del suelo expliquen este fenómeno. Todo apunta, dicen los autores, a que son las propias interacciones entre los peces las que determinan la distribución. Se trata, por tanto, de una forma de cooperación espontánea que reduce el riesgo de depredación y que, hasta ahora, solo se había documentado en especies tropicales.

El hallazgo obliga a repensar las ideas sobre la vida en los polos. La complejidad social y la organización espacial no serían exclusivas de aguas cálidas, sino que también prosperan en los entornos más extremos del planeta. Que miles de criaturas coordinen su comportamiento en la penumbra helada del Weddell demuestra una sorprendente capacidad de adaptación colectiva.

Más allá de la curiosidad científica, el descubrimiento tiene implicaciones ecológicas. El área cumple con los criterios para ser considerada un ecosistema marino vulnerable, fundamental para la biodiversidad antártica. Las imágenes obtenidas durante la Expedición al Mar de Weddell de 2019 refuerzan la propuesta de declarar la zona como área marina protegida, una medida clave para evitar su degradación.

Los investigadores insisten en que estos nidos no son simples rarezas del fondo marino, sino el reflejo de una fuerza vital capaz de organizarse incluso en la oscuridad más absoluta. En el silencio helado del Weddell, la naturaleza parece recordarnos que la supervivencia no depende solo de la fuerza, sino también del orden y la cooperación.

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