Convierten al lince ibérico en alimaña y tres zonas españolas le declaran la inexistencia
La presencia de este ejemplar ha sido rechazada por algunos cazadores, agricultores y ganaderos.

El lince ibérico fue catalogado como una alimaña más tarde que otros depredadores como lobos, osos o zorros. No fue hasta 1902 cuando la ley lo consideró una especie dañina, estableciendo una recompensa de 3,75 pesetas por cada ejemplar abatid, lo que casi le lleva a la extinción, con una población de menos de 100 individuos en 2002.
Con el paso del tiempo, se ha convertido a un emblema de la conservación en la península ibérica, aunque su reintroducción sigue generando resistencias en diversas comunidades autónomas, a pesar de los beneficios ecológicos y los recursos invertidos en su recuperación.
El programa de conservación del lince ha movilizado millones de euros en fondos públicos, y su éxito ha llevado a varias regiones, como Castilla-La Mancha, Extremadura, Portugal y Murcia, a solicitar su reintroducción. Sin embargo, los planes se paralizaron cuando llegó el turno de Castilla y León, Aragón y Catalunya.
¿Una amenaza para el sector primario?
En Castilla y León, la Junta decidió en octubre de 2024 suspender la suelta de linces en Zamora, mientras que en Palencia el proyecto sigue adelante. En Aragón, el Ejecutivo autonómico descartó su reintroducción en los Monegros a principios de 2025. En Catalunya, la Generalitat eliminó la iniciativa en febrero de este año, tras alcanzar un acuerdo con los agricultores para frenar las protestas del sector.
La oposición a la presencia del lince tiene un denominador común: el rechazo de algunos cazadores, agricultores y ganaderos. Algo que niega el responsable del programa de especies de WWF, Ramón Pérez de Ayala. "El daño que la especie causa al sector primario es cercano a nulo", señala a elDiario.es.
En Catalunya, se argumentó que el lince ayudaría a controlar la superpoblación de conejos, pero Pérez de Ayala advierte que "sin una cadena de depredadores completa, el problema persiste. El ecosistema está totalmente descompensado".
En Aragón, la reintroducción del lince se ha convertido en un asunto político. Aunque en 2017 las Cortes aprobaron su retorno, asociaciones agrarias y partidos han utilizado la iniciativa como campo de batalla ideológico.
El consejero de Agricultura durante la coalición del PP y Vox, Ángel Samper, destacó "el impacto negativo sobre la ganadería" y dijo que "la protección de los animales de la depredación del lince agravaría los costes de las explotaciones" y "aumentaría los precios de la alimentación". Por su parte, el presidente comarcal del PSOE en los Monegros, Pedro Loscertales, afirmó que "el sector primario no puede permitirse esta nueva amenaza".
En Zamora, la resistencia viene del sector cinegético, que teme restricciones en los cotos de caza. Según Pérez de Ayala, "el rechazo al lince viene muchas veces del sector cinegético porque consideran que van a limitar los cotos, pero lo cierto es que la especie no interfiere con actividades como la montería".
Mientras en Palencia la aceptación popular del lince alcanza el 93%, en Zamora solo el 59% de la población aprueba el proyecto. Con un apoyo social insuficiente, la Junta castellanoleonesa ha pospuesto la reintroducción hasta alcanzar un consenso.
