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En Francia se olvidan de España y hacen las maletas a la isla europea donde se vive de lujo con 1.2000 euros al mes

En Francia se olvidan de España y hacen las maletas a la isla europea donde se vive de lujo con 1.2000 euros al mes

Además de las ventajas económicas, también ofrece una vida cómoda y segura.

Una imagen de archivo de la costa de MadeiraMARCO BOTTIGELLI vía Getty Images

Cada vez más jubilados franceses rechazan la costa española y se decantan por Madeira, la isla portuguesa del Atlántico, como su nuevo hogar. Esta región autónoma de Portugal ha logrado posicionarse como una alternativa atractiva para quienes buscan disfrutar de su jubilación gracias a su clima primaveral todo el año, así como a la vida segura, los precios asequibles y el entorno natural de ensueño que ofrece.

Madeira se caracteriza por inviernos suaves, con unas temperaturas que rara vez bajan de los 15ºC, y veranos moderados debido a la influencia del océano. Esta estabilidad convierte la isla en un lugar ideal para quienes buscan escapar de extremos térmicos. A ello se suma un sistema de infraestructuras moderno buena conectividad aérea con Europa y una baja tasa de criminalidad.

También ofrece grandes ventajas desde el punto de vista económico. Los productos locales, como las frutas, verduras o pescado fresco son considerablemente más baratos que en Francia, especialmente en mercados tradicionales como el de Funchal.

Por su parte, el precio de la vivienda, tanto en alquiler como en compra, también es más bajo que en las principales ciudades francesas. En zonas no turísticas, es posible alquilar un apartamento de dos habitaciones por entre 600 y 800 euros mensuales

Además, la existencia de un convenio fiscal franco-portugués permite evitar la doble imposición sobre las pensiones, lo que mejora la rentabilidad de vivir allí. Muchos jubilados consiguen vivir con 1.200 euros al mes, disfrutando de una vida sencilla pero cómoda.

Por si no fuera poco, la isla ofrece infinidad de actividades económicas o incluso gratuitas, desde paseos por las famosas levadas, senderos que recorren antiguos canales de riego en medio de exuberantes bosques, hasta baños en piscinas naturales volcánicas como las de Porto Moniz. 

El mar, omnipresente, también forma parte del atractivo: playas de guijarros o arena negra, zonas de baño acondicionadas y atardeceres inolvidables. A esto se suma una rica vida cultural, con festivales tradicionales, iglesias históricas y jardines botánicos accesibles a todos los bolsillos.

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