Esther, 31 años, acampa una vez al mes: "Quería ver si podía encontrar esa sensación durante todo el año"
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Esther, 31 años, acampa una vez al mes: "Quería ver si podía encontrar esa sensación durante todo el año"

"Anoté 25 objetivos locos en una libreta, de menor a mayor".

Una tienda de campaña, en una imagen de archivoNatalia Lebedinskaia vía Getty Images

Cada comienzo de año llega acompañado de listas, propósitos y promesas personales: hacer más deporte, ahorrar, viajar más o dedicar tiempo a uno mismo. Algunos objetivos se abandonan en febrero; otros, sin embargo, terminan transformando por completo la rutina y la forma de vivir el día a día.

Para Esther Leystra, una mujer de 31 años, el inicio de 2025 vino acompañado de un propósito poco habitual. Se trataba de acampar al menos una vez cada mes, sin importar la estación, el clima o las obligaciones del día siguiente. 

Lo empezó como una idea espontánea durante un viaje a España terminó convirtiéndose en un reto personal que la llevó a dormir en plena naturaleza en pleno invierno, bajo la lluvia o incluso en lugares tan inusuales como la azotea de un alojamiento en Sicilia.

Un objetivo que lo cambió todo

La idea nació de una lista. “Anoté 25 objetivos locos en una libreta, de menor a mayor”, explica Esther al medio De Telegraaf. Algunos eran sencillos, como ver diez películas de Disney, pero otros implicaban salir más de su zona de confort. Fue entonces cuando apareció el camping. 

Aprovechando el buen tiempo en España, decidió empezar allí. Aunque al principio no encontró un camping abierto y tuvo que dormir en una cabaña, la experiencia le dejó claro que quería algo más auténtico: escuchar el sonido de la tienda de campaña y dormir al aire libre.

Desde ese momento, se marcó el compromiso firme de acampar una vez al mes durante todo el año. “A veces es complicado cuadrarlo. Puede ser un miércoles y al día siguiente tengo que trabajar, pero aun así lo intento”, cuenta.

Buscar la calma más allá del verano

Esther no era nueva en el mundo del camping, pero hasta entonces lo asociaba únicamente al verano. “Quería ver si podía encontrar esa sensación durante todo el año”, explica. Normalmente va acompañada de un amigo, aunque su filosofía es abierta: cualquiera puede unirse. En algunas ocasiones han llegado a acampar grupos de hasta diez personas, e incluso desconocidos que se han sumado sobre la marcha.

Con el paso de los meses, también fue aprendiendo a adaptarse. Al principio, reconoce que no tenía el equipo adecuado y que eso le servía de excusa para no ir. “No necesitas tanto como crees”, afirma ahora. Tras cambiar el colchón inflable por una colchoneta aislante y un saco de dormir de plumas, las noches frías se volvieron mucho más llevaderas. Incluso añade un toque acogedor decorando su tienda con luces.

Dormir fuera para escapar del ruido diario

Paradójicamente, Esther se define como una persona muy friolera. “No me gusta nada el frío, el invierno ni la humedad”, admite. Precisamente por eso, el reto tiene un significado especial. En invierno, las fogatas nocturnas en los campings se convierten en el centro de la experiencia: cenas tranquilas, música y conversaciones que a veces se alargan con otros campistas. Eso sí, reconoce que en los meses fríos nadie se acuesta demasiado tarde.

Más allá de la aventura, acampar se ha convertido en una necesidad emocional. “Mi vida diaria es muy ajetreada y necesito acampar; me da paz”, explica. Esa sensación de despertarse rodeada de vegetación, lejos del ruido y las prisas, es lo que la impulsa a seguir. “En casa, en la civilización, a veces me cuesta más desconectar. En una tienda de campaña, incluso solo por una noche, duermo mejor y me relajo”.

Una anécdota en Sicilia

Uno de los momentos más memorables ocurrió en septiembre, durante unas vacaciones en Sicilia. Al darse cuenta de que aún no había cumplido su objetivo mensual, pidió permiso para dormir en la terraza de la azotea del alojamiento. Sin tienda propia y bajo una inesperada tormenta matutina, la experiencia se convirtió en una anécdota inolvidable. “Sin esa determinación, nunca habría vivido algo así”, reconoce.

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Soy madrileña, pero con raíces en Castilla-La Mancha. Estudié Periodismo en la Universidad Ceu San Pablo, aunque siempre digo que mi verdadera escuela ha sido El HuffPost, el lugar donde escribí mis primeras líneas como periodista. Empecé como becaria y ahora colaboro en este medio que me ha visto crecer.


Mi pasión por el periodismo nació en la infancia, cuando dibujaba las portadas de los medios deportivos y soñaba con convertirme en una de aquellas reporteras que veía en la televisión.

 


 

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