Hubo un tiempo en el que fueron los balnearios más bellos de Europa: hoy son gigantes abandonados
Uno de los complejos más codiciados por la aristocracia de la época.

Los balnearios han sido durante siglos mucho más que simples lugares para bañarse: han funcionado como centros de salud, sociabilidad y prestigio. Desde las termas romanas y los retiros monásticos hasta los elegantes sanatorios del siglo XIX, sus aguas han atraído a enfermos, aristócratas y buscadores de bienestar. Hoy siguen siendo refugios para el descanso y la recuperación, aunque no todos han sobrevivido al paso del tiempo.
En el siglo XVI había un balneario que destacaba por su belleza, prestigio y fama, y que acostumbraba a atraer a todo tipo de emperadores, nobles e intelectuales. Estamos hablando de las antiguas Termas de San Cándido, uno de los complejos más codiciados por toda la aristocracia continental. Hoy, la imponente estructura yace completamente abandonada, con los muros desmoronados, los balcones rotos y las ventanas abiertas al bosque.
Ubicado en pleno Parque Natural de los Dolomitas de Sesto, lo que ahora es un conjunto de ruinas fantasmales en su día fue uno de los balnearios más célebres de Europa. Según el medio italiano Esquire, hay registros de estos manantiales desde 1586 ya que se han encontrado hallazgos arqueológicos, como monedas y cerámicas, que sugieren un uso humano del lugar desde la época romana.
Del todo a la nada
Durante siglos los manantiales fueron gestionados por monjes y peregrinos hasta que, a mediados del XIX, atrajeron al médico húngaro Johann Schreiber, quien transformó el lugar en un sanatorio moderno alrededor de las fuentes. Bajo esa metamorfosis decimonónica el modesto centro de baños se transformó en un complejo de lujo, una fama a la que también contribuyó el Grand Hotel Wildbad, construido alrededor de los manantiales.
De esta forma, las instalaciones se convirtieron rápidamente en un referente para la nobleza austroprusiana: el emperador Federico III, Francisco José I de Austria e incluso el archiduque Francisco Fernando eran clientes habituales, además de otros integrantes de la corte prusiana y austriaca y miembros de la dinastía Habsburgo. Una de las fuentes termales llegó a recibir el apodo “del Emperador”, en clara muestra del prestigio alcanzado por el balneario.
No obstante, cuando estalló la Primera Guerra Mundial el hotel fue requisado con fines militares y, tras el conflicto y los cambios territoriales, el flujo aristocrático se interrumpió. En la década de 1930 el complejo fue puesto en subasta y terminó abandonado. Las estructuras fueron deteriorándose hasta quedar, hoy, parcialmente derruidas y rodeadas por la maleza, convirtiéndose en un estrago del tiempo cargado de melancolía.
