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Investigadores asombran a la comunidad científica al descifrar lo que los dientes cuentan de nuestro cerebro

Investigadores asombran a la comunidad científica al descifrar lo que los dientes cuentan de nuestro cerebro

Los dientes actúan como cápsulas del tiempo al almacenar anillos de crecimiento diarios similares a los anillos de los árboles.

Un médico señalando las imágenes de un escáner cerebral en una tableta digital.Getty Images

El cerebro es un órgano esencial del cuerpo y la clave de nuestro éxito evolutivo. De ahí que haya sido ampliamente estudiado a lo largo de la historia para conocer todos sus secretos. Como resultado de una de estas muchas investigaciones, se ha encontrado la sorprendente relación entre el tamaño del cerebro y la infancia de los seres humanos.

El hallazgo ha sido posible gracias al estudio de un cráneo prehistórico realizado por un equipo internacional de investigadores, liderado por Christoph Zollikofer, de la Universidad de Zürich. Los investigadores uusaron haces de rayos X de alta potencia para examinar los dientes fosilizados sin dañar el cráneo. 

Los dientes, que actúan como cápsulas del tiempo al almacenar anillos de crecimiento diarios similares a los anillos de los árboles, permitieron reconstruir la historia de vida del individuo desde su nacimiento hasta su muerte, ocurrida entre los once y doce años.

"La infancia y las capacidades intelectuales no se fosilizan, por eso tuvimos que basarnos en información indirecta", explicó Zollikofer en un comunicado de prensa del servicio estadounidense EurekAlert. Los resultados mostraron que, aunque este niño de unos once años ya había desarrollado las muelas del juicio, como ocurre en los grandes simios, el patrón de erupción de los dientes de leche era más similar al de los humanos modernos.

"Esto demuestra que los dientes de leche se utilizaban durante más tiempo que en los grandes simios y que los hijos de esta especie primitiva de Homo dependían durante más tiempo del apoyo de los adultos", afirma Marcia Ponce de León, coautora del estudio. "Este podría ser el primer experimento evolutivo en infancia prolongada", añade.

Las pistas que pueden aportar los dientes

Este hallazgo, publicado en la revista Nature, sugiere que la prolongación de la infancia pudo haber ocurrido antes del agrandamiento significativo del cerebro humano. Los primeros Homo de Georgia tenían cerebros de tamaño modesto, apenas más grandes que los de los grandes simios. Esto contradice la teoría tradicional que sostiene que un cerebro más grande condujo a una infancia más larga debido a la necesidad de nacer en un estado inmaduro para pasar por el canal de parto.

Otro fósil hallado en Dmanisi, el cráneo de un anciano sin dientes, respalda esta nueva teoría: "El hecho de que un individuo tan viejo fuera capaz de sobrevivir sin dientes durante varios años indica que el resto del grupo lo cuidó bien", comenta David Lordkipadnize, trabajador del Museo Nacional de Georgia y coautor del estudio. 

La estructura de tres generaciones es fundamental para la transmisión de la cultura en la humanidad. Los individuos mayores, con su experiencia acumulada, desempeñaron un papel clave en el desarrollo cognitivo de los más jóvenes, lo que pudo haber sido un factor determinante en la expansión del cerebro humano.

Desaceleración del crecimiento infantil

Se sabe que los niños pequeños tienen una gran capacidad para memorizar gracias a la flexibilidad de sus cerebros en desarrollo. No obstante, a medida que aumenta la cantidad de conocimientos que deben aprender, también se requiere más tiempo para asimilarlos. En este contexto, surge la nueva hipótesis: el ritmo de crecimiento infantil podría haberse desacelerado a la par del incremento en la transmisión cultural

Esta transferencia de conocimientos entre generaciones permitió un mejor uso de los recursos y el desarrollo de comportamientos más complejos, brindando una ventaja evolutiva que favoreció una infancia más prolongada e, incluso, una vida más larga.

Con este mecanismo en marcha, la selección natural habría comenzado a actuar no solo sobre los rasgos biológicos, sino también sobre la capacidad de transmitir cultura. Esto habría impulsado el retraso en el crecimiento del cerebro y la llegada a la adultez, permitiendo un aprendizaje más amplio durante la niñez, a pesar de las limitaciones en recursos alimentarios.

Así, es posible que la prolongación de la infancia y la interacción entre generaciones hayan sido los factores clave en la evolución biocultural, más que el simple aumento del tamaño cerebral. Estos procesos habrían contribuido al desarrollo de cerebros más grandes, una madurez más tardía y una mayor esperanza de vida, lo que lleva a reconsiderar los mecanismos evolutivos que dieron origen al Homo sapiens.