Los coleccionistas buscan desesperadamente un sello con error y pagan hasta 100.000 euros por él
Algunos ejemplares raros, como una prueba de sello ruso o un modelo finlandés de 1866, han alcanzado cifras astronómicas. La clave está en la escasez… y en el deseo.

Cada vez se escriben menos cartas, y con ellas han desaparecido de la vida cotidiana los sobres, los sellos… y también los coleccionistas. Pero eso no significa que la filatelia haya muerto. Al contrario: el mercado de sellos antiguos vive un momento de ebullición entre los aficionados de alto poder adquisitivo. Un puñado de ejemplares muy concretos ha disparado las pujas en las casas de subastas, donde se llegan a pagar cifras que rondan, y en algunos casos superan, los 100.000 euros.
“La rareza es el factor decisivo para que un sello se convierta en valioso”, explica Tatu Untinen, director ejecutivo del Servicio Filatélico de Finlandia y de la casa de subastas Hellman, en declaraciones a la web Verkkouutiset. El fenómeno responde a una dinámica clásica: cuando un ejemplar escaso aparece en el mercado y hay varios coleccionistas interesados, el precio se dispara. “Si un sello raro sale a subasta y uno de los coleccionistas nota que por fin puede completar su colección, está dispuesto a invertir todo lo que sea necesario”, resume Untinen.
Uno de los casos más notables registrados en Finlandia tuvo como protagonista un sello ruso antiguo: una prueba de imprenta del primer sello postal del imperio. Se vendió por más de 100.000 euros en una subasta especializada. No ha sido el único. Otro ejemplar raro, también ruso y acompañado de la carta original, alcanzó los 60.000 euros. Y un sello finlandés de 1866, muy cotizado por los expertos, se remató por encima de los 30.000.
No todos los tesoros se encuentran en colecciones privadas bien conservadas. Muchos herederos, al recibir álbumes viejos tras una herencia, no son conscientes del valor potencial que pueden encerrar. Untinen recomienda acudir a profesionales antes de regalar o vender precipitadamente una colección antigua. “La mejor opción es pasar por una casa de subastas fiable: los coleccionistas compiten entre sí y eso garantiza un precio de mercado”, explica.
Qué hace que un sello valga una fortuna
La rareza es una condición necesaria, pero no suficiente. “Si nadie está interesado, un sello raro tampoco alcanzará precios altos. Tiene que haber demanda real”, advierte Untinen. La condición del ejemplar es otro factor esencial: si está doblado, sucio o dañado, su precio se desploma. “No puede tener pliegues, manchas ni deterioro. El sello tiene que estar en perfecto estado”, recalca.
También el matasellos genera debate. Aunque muchos creen que los sellos usados valen menos, en realidad hay dos escuelas dentro de la filatelia: los que prefieren ejemplares intactos y los que valoran el uso postal como parte de su historia. Untinen afirma que ha visto casos en los que un sello matasellado se vendió más caro que su versión sin usar. Pero también ha sucedido lo contrario.
La edad tampoco lo es todo. Sellos del siglo XIX abundan en los archivos postales, pero su valor suele ser simbólico si fueron impresos por millones. “El tiempo no garantiza el valor económico”, subraya el experto. En cambio, los tirajes cortos, incluso en emisiones recientes, podrían convertirse en joyas del futuro… si todavía hay filatelistas dentro de unas décadas. Esa es la incógnita.
La mayoría de los jóvenes ya no se interesan por la filatelia. “Recogen cromos de Pokémon o artículos digitales, pero no sellos”, lamenta Untinen. Aun así, muchos mayores regresan al pasatiempo al jubilarse: “Son los llamados ‘coleccionistas de vuelta’. Retoman lo que dejaron de niños”.
Un error que muchos cometen, sin embargo, es guardar los sellos como si fueran recuerdos sin valor. Untinen advierte contra la humedad, la luz solar o los álbumes no especializados. “Un sello puede perder todo su valor si se decolora o se daña por una mala conservación. No es el momento de escatimar. Hay que usar álbumes diseñados para filatelia y mantenerlos lejos del sol y de la humedad”.
La mayor cifra jamás pagada por un sello fue de más de 8,3 millones de dólares. Lo alcanzó en 2021 el famoso British Guiana One-Cent Magenta, de 1856, del que solo existe un ejemplar. Su valor no solo responde a la escasez, sino también al mito que lo rodea. “Ese sello se ha convertido en una leyenda. Cada vez que cambia de manos, la cifra es de vértigo”, apunta Untinen.
