Marc y Laia, 24 años, compran una vivienda en un pueblo abandonado de El Bierzo: "Estamos dispuestos a aprenderlo todo"
A su temprana edad han tomado una decisión que muchos anhelan pero que pocos se atreven a llevar a cabo.

A los 24 años, Marc y Laia han tomado una decisión que muchos solo se atreven a soñar y que otros consideran una locura: dejar atrás la comodidad urbana, su entorno de siempre y una vida ya encarrilada en Barcelona para mudarse a un pequeño núcleo de El Bierzo prácticamente vacío. Su deseo de empezar de cero les ha llevado a adquirir una antigua casa de piedra en un pueblo donde apenas quedan vecinos, un rincón perdido que ahora se convierte en su nuevo punto de partida.
El cambio no ha sido sencillo ni improvisado. Durante sus viajes por la comarca, Marc quedó impresionado por la esencia del lugar: "Tiene un aire salvaje, puro, como detenido en el tiempo. Fue verlo y sentir que aquí podía pasar algo grande para nosotros".
Esa sensación se transformó en una decisión vital que ya están materializando, cámara en mano, a través de los vídeos que comparten en Internet para documentar su aventura y, quizá, inspirar a otros que fantasean con saltos similares.
La propiedad que han comprado dista mucho de ser la típica casa lista para entrar a vivir. Está levantada en piedra, robusta pero castigada por el abandono. Tras años sin cuidados, cada habitáculo necesita una profunda reforma: tejado, suelos, electricidad, agua… prácticamente todo está pendiente.
Y, para más desafío, ninguno de los dos tiene conocimientos en albañilería, carpintería o instalaciones. Sin embargo, lejos de verlo como un obstáculo, lo viven como una motivación diaria: “No sabemos nada de construcción, es verdad, pero venimos con ilusión y con ganas de aprenderlo todo desde cero”, cuenta Marc con una mezcla de entusiasmo y respeto por la magnitud del proyecto.
Más allá de rehabilitar una vivienda, su propósito abarca un cambio de vida radical. La pareja quiere apostar por la autosuficiencia: cultivar huertos propios, recuperar la tierra fértil que rodea la casa y convivir en armonía con animales. Sueñan con un hogar que no dependa del ritmo frenético de la ciudad, sino del curso natural de las estaciones. Una vida donde el trabajo físico vaya unido a un mayor bienestar personal.
Este movimiento forma parte de una tendencia cada vez más visible en España: el regreso a las zonas despobladas. Tras generaciones en las que los jóvenes huyeron hacia las capitales, ahora hay quienes ven en los pueblos abandonados una oportunidad para construir nuevas realidades, más económicas, más tranquilas y sobre todo más conectadas con la naturaleza. Marc y Laia se reconocen dentro de ese fenómeno: jóvenes que buscan raíces nuevas en lugares que otros dejaron atrás.
La transición, por supuesto, viene con dudas y miedos. Dejar el empleo estable, alejarse de la familia y de los amigos y enfrentarse diariamente a aprendizajes desconocidos les obliga a reinventarse. Pero también sienten la fuerza de un proyecto propio, esa energía que aparece cuando uno quiere de verdad transformar su vida. “Queríamos un cambio profundo. Aquí lo tenemos”, afirma Laia.
Con paciencia, tutoriales y apoyo de quienes ya han recorrido caminos parecidos, van avanzando paso a paso. Cada piedra recolocada, cada metro de terreno desbrozado y cada nueva herramienta que aprenden a manejar les acerca a su objetivo final: convertir ese lugar olvidado en un hogar lleno de vida.
Porque, aunque ese pueblo de El Bierzo haya perdido a casi todos sus habitantes, ellos están convencidos de que es el sitio perfecto para comenzar. Y mientras el viento recorre las calles vacías, Marc y Laia, con solo 24 años y una fe enorme en lo que están construyendo, repiten lo que ya se ha convertido en su lema: “Estamos dispuestos a aprenderlo todo”.
