Pastor, este es tu rebaño: cómo son los católicos que aguardan al sucesor de Francisco
La muerte de Bergoglio se da en un contexto cambiante: su fe gana almas sobre todo en África y Asia, pero retrocede en el que ha sido su corazón histórico, Europa. Hay retos gigantes que abordar, del laicismo al debate moral y el cisma interno.

Franciscus, como dice su lápida, ya reposa en paz. Jorge Bergoglio murió hace seis días dejando tras él 12 años de un papado irregular, aplaudido por unos intentos de cambio y apertura que, sin embargo, no culminaron en revolución. En caliente, pesa su imagen de hombre dispuesto a denunciar injusticias, a centrarse en los pobres y a quitar telarañas de la Iglesia Católica. El tiempo, como siempre, pondrá las cosas en su sitio y aclarará la valentía real de sus actos, su hondura y su irreversibilidad.
Ahora que toca buscar un sucesor en el obispado de Roma, ahora que el cónclave ya centra la atención tras las exequias, es el momento también de ver, más allá del pastor pasado y el futuro, cómo es el rebaño que toca cuidar: los católicos del mundo. Hablamos de los fieles a la mayor religión del planeta, cuyo contexto es cambiante e irregular, que crece pero de forma desigual, que se ve amenazado por otras creencias o el laicismo, directamente, retos externos que se suman a los internos, del debate moral (mujeres, homosexualidad, aborto, abusos, credibilidad) al cisma interno entre tradicionalismo y progresismo reformador. Las dos almas que, más allá de lo que el Espíritu Santo decida, van a chocar políticamente hasta que haya fumata blanca.
Pese a lo que pudiera parecer en esta España aparentemente menos practicante y en la que las estructuras clericales han perdido una relativa influencia, la Iglesia Católica continúa su expansión a nivel mundial, con un notable aumento de fieles en varias regiones del planeta. Según datos extraídos del Annuario Pontificio 2025 y el Annuarium Statisticum Ecclesiae 2023, el número de católicos entre los años 2022 y 2023, ha crecido un 1,15%, alcanzando los 1.406 millones.
Este aumento no es homogéneo y varía significativamente de acuerdo con las regiones, reflejando los diferentes contextos sociales, económicos y culturales de cada lugar. Aún así, hay dos tendencias que explican, en líneas generales, esta subida: el crecimiento demográfico (los habitantes del planeta crecieron entre un 0,8 y un 0,9% más en ese periodo) y el impulso de la evangelización global.
Aunque no es mal dato, los católicos tienen un problema no en su base, sino en su estructura, porque a finales de 2023 había 406.996 sacerdotes en las 3.041 circunscripciones eclesiásticas del mundo católico, lo que supone una disminución de 734 con respecto a 2022, es decir, un -0,2%. Un examen por zonas geográficas muestra un aumento en África (+2,7%) y Asia (+1,6%) y una disminución en Europa (-1,6%), Oceanía (-1,0%) y América (-0,7%), según las mismas fuentes.
No llega mucha savia nueva: el número de candidatos al sacerdocio ha pasado de 108.481 en 2022 a 106.495 en 2023, una bajada del 1,8%. El descenso afecta a todos los continentes, a excepción de África, donde los seminaristas aumentaron un 1,1% (de 34.541 a 34.924). En Europa, Asia y América, pero sobre todo en el primero de estos continentes, los descensos son significativos: -4,9% en Europa, -4,2% en Asia y -1,3% en América. En Oceanía, la tendencia es ligeramente negativa.
El despertar de África y Asia
A pesar de las tendencias de secularización en algunas regiones, el crecimiento global destaca el fortalecimiento de la Iglesia Católica, especialmente en África y Asia, países en los que, por ello, el papa Francisco tuvo especialmente puestos sus ojos. Cuenta de ello son sus viajes a destinos como Corea del Sur, Myanmar, Bangladesh, Kenia, Congo o Sudán, destacados por su rareza en un sumo pontífice.
África se ha destacado como el continente con el mayor aumento en la población católica, experimentando un crecimiento del 3,31% entre 2022 y 2023. Pasó de 272 millones a 281 millones. Este crecimiento se ha visto especialmente impulsado por países como República Democrática del Congo, con casi 55 millones de católicos, y Nigeria, con 35 millones más. Otras naciones como Uganda, Tanzania y Kenia también han experimentado un fortalecimiento de la fe católica en tiempos recientes.
Este fenómeno no sólo refleja un aumento en la cantidad de fieles, sino también en un notable crecimiento en las vocaciones sacerdotales, de religiosos y de religiosas, así como una mayor presencia de la Iglesia en la vida diaria de millones de personas en el continente.
En Asia, el crecimiento ha sido más humilde, con un aumento del 0,6% en el periodo estudiado. Sin embargo, la presencia católica sigue siendo fuerte, especialmente en países como Filipinas, donde se concentra el 76,7% de los católicos del sudeste asiático, con 93 millones de fieles. En India, por ejemplo, hay aproximadamente 23 millones de católicos.
A pesar de ser un continente con una fuerte pluralidad religiosa, Asia ha experimentado un crecimiento sostenido en la participación católica, impulsado tanto por el crecimiento demográfico como por la evangelización en países de tradición cristiana. Sin embargo, el catolicismo sigue siendo una minoría en muchas naciones asiáticas, lo que presenta un desafío adicional para su expansión.
Asia y África, sumadas, constatan que el centro de poder de los cristianos puede seguir estando en Roma, pero en lo demográfico, la fe se ha desplazado al sur y al este del globo.

América, por su parte, sigue siendo el continente con más católicos, en sus tierras vive el 47,8% de la población católica mundial y subiendo, con un crecimiento del 0,9% entre 2022 y 2023; es moderado, pero no llega a ser estancamiento, pese al crecimiento de iglesias como la evangélica, con enorme empuje en países como Brasil, que sigue siendo el país con la mayor cantidad de católicos, con 182 millones de fieles.
Sin embargo, a pesar de la alta proporción de católicos en países como Argentina, Colombia y Paraguay, la región enfrenta desafíos significativos debido también al laicismo creciente y la disminución de las vocaciones, que podrían tener un impacto en el crecimiento futuro de la Iglesia Católica en América, por más que hoy siga siendo fundamental en su armazón.
Europa, la vieja sede del papado, alberga al 20,4% de los católicos globales. La región ha experimentado un crecimiento muy limitado, con un aumento de apenas 0,2% entre 2022 y 2023. Esto se debe en gran parte, de nuevo, a la secularización y a la disminución de la práctica religiosa en muchos países europeos. A pesar de esta desaceleración, países como Italia, Polonia y la propia España (donde alrededor del 59,8% de la población se identifica como católica, pero apenas un 19,5% se declara practicante, según el Centro de Investigaciones Sociológicas, el CIS) siguen siendo altamente católicos.
La fe sigue siendo muy fuerte en algunas áreas de Europa, aunque en general la Iglesia Católica pierde terreno en comparación con otras regiones. Ese ascenso que se detecta viene, en parte, también por la llegada de migrantes que profesan esta religión, se indica.
En Oceanía, la población católica ha crecido un 1,9% en esos años, lo que refleja un crecimiento sostenido, aunque modesto, en comparación con otras regiones. A pesar de ser una región pequeña en términos de población católica, países como Australia y diversas naciones del Pacífico han visto un repunte en la presencia de la Iglesia Católica, que sigue siendo una parte integral de la vida social y cultural.
El teólogo Miguel Pérez, en una reciente conversación con El HuffPost, destacaba que el fallecido Francisco ha tenido un papel "crucial" en la tendencia general de crecimiento de sus correligionarios. A su entender, ha calado su "enfoque inclusivo" y "cercano" con la comunidad de base, el "acercamiento a los pobres, en países son serios problemas de pobreza y grandes desigualdades" y su "empeño en la evangelización global", con enfoque en "la justicia social y la paz". "Resuena en África, por ejemplo, su empeño en formar clérigos locales y el fomento del trabajo de las comunidades locales para fortalecer la misión evangelizadora", que ha atraído a muchas almas, y también el "cariño" en los encuentros de las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ), en las que logró convocar a millones personas, especialmente de África y Asia.
"Las iglesias, en estos lugares, no están vacías, se llenan de personas que conectan con un mensaje de esperanza cuando sufren un contexto de pobreza o cambio climático que ahora era escuchado en Roma", concluye.
Cambia el centro de gravedad
El Seminario Teológico Gordon-Conwell, evangélico, radicado en Massachusetts (EEUU) y con una seria trayectoria investigadora, ha revisado históricamente la evolución del catolicismo y constata, mirando los bloques, cómo se ha desplazado el "centro de gravedad" de esta religión, desde Oriente Medio en el año 33 hasta la actual Italia y, de ahí, al mundo. Esa Europa que lo expandió, aunque crezca en años recientes, está en retroceso: si en 1975 el 37% de la población era católica, hoy se queda en un 32%.
Y cada vez baja más en el planeta el epicentro de la fe: hoy, el mayor foco se localiza la frontera sur de Senegal y en 2050 estará en Costa de Marfil, siguiendo las proyecciones de crecimiento de población de Naciones Unidas.
El origen de los papas ya da cuenta del enorme poder de Roma en estos siglos. Han pasado por la Historia 265 papas desde Pedro (un siriopalestino de los Altos del Golán, si miramos las fronteras actuales), se sabe el lugar de nacimiento de 260 y, de ellos, el 80% eran italianos.
Las cosas pueden cambiar porque de los 139 cardenales de 94 países que elegirán al nuevo sumo pontífice solo un 39% son europeos, mientras que hay récord de representantes de Asia y África. Francisco, en sus años, nombró a 108 nuevos cardenales, de los que 38 fueron en América, 54 en Europa, 24 en Asia, 18 en África y cuatro en Oceanía.
También se notan las nuevas tendencias, según el Gordon-Conwell, en el reparto de nuevas parroquias y basílicas: de las 1.700 asignadas en los últimos 200 años, el 70% eran europeas, pero si miramos a la década de los 2000, ya crecen al 40% las asignadas fuera del viejo continente y en los últimos cinco años la cifra ha escalado al 62%.

Los retos
Quien tome el testigo del papa Francisco no sólo tendrá que reparar en los números, que suben o bajan, sino en los otros retos que tiene por delante la comunidad católica. El cura mexicano Marcelo Jaramillo empieza a hacer la lista y hay que pararlo para ordenar ideas: "el laicismo, las diferencias entre conservadores y aperturistas, el alejamiento de los problemas reales de los ciudadanos, las mujeres, los jóvenes, los homosexuales, los abusos sexuales, la pobreza, el celibato, el aborto...". Unos son desafíos estructurales, otros morales, unos de hacer, otros de pensar, externos e internos, pero esenciales todos.
A su entender, uno de los problemas más acuciantes es la "creciente división entre corrientes ideológicas", que lleva a la "polarización" en una institución que "funciona siempre con el miedo de división". "Se plantean muchas preguntas de orden moral y formal y hay visiones muy diversas de enfocarlo, como el propio tiempo de Francisco ha evidenciado. No creo que ese debate se calme", dice, siempre insistiendo, diplomático, en que lo que elijan los cardenales estará "bien elegido". Elude tildar de integristas a unos y de revolucionarios a otros. "Sólo digo que tenemos que estar apegados a la realidad cambiante del mundo y sus necesidades", zanja. A su entender, ese es un reto tan básico como el de la unidad.
Sólo así, defiende, puede ser la Iglesia una institución "creíble", "en la que confiar", un papel que ha perdido peso en estos años. "Hay que demostrar que estamos en lo que de verdad importa", repite. Si esa imagen se mejora, la "misión evangelizadora se desarrollará con mayor fluidez, pese a los cambios de los países y sus realidades". Más fieles supone más influencia, en el sentido religioso y el social, y ese es otro desafío: no perder comba cuando otras religiones presionan y ganan terreno, "estar", resume.
Está el laicismo, también, ese "desapego" de las instituciones católicas, de gente que apenas recurre a ellas en sacramentos marcados (bodas, bautizos, comuniones), pero no en los ritos ordinarios y "a saber qué piensan quienes eso hacen". "Hay jóvenes que no se confirman y me dicen que no pueden confirmar lo que no tienen, que es la fe. Hay que revivirla", dice Jaramillo, que espera que "la semilla del papa ayude a aumentar la práctica religiosa" y la crisis de fe.
Para combatir ese abandono -palabra que también le parece gruesa-, reconoce que hay que "adaptar actos y mandatos a las necesidades de la feligresía". "Hay esperanza", insiste, porque ve laicos "que no quieren serlo, sino recuperar las razones para volver". Y recuerda, si no, un planteamiento que hizo Joseph Ratzinger a fines de la década de 1960: en el futuro, dijo, la Iglesia Católica no sería mayoritaria, sino que una religión de convencidos, de menos personas, donde las parroquias y catedrales podrían parecer muy grandes para tan pocos fieles.
También estima que los católicos deben ahondar en la huella de Bergoglio en cuanto a la diversidad y acogida de su iglesia y el encuentro con otras confesiones, "porque la lucha es contraria a nuestra naturaleza". "Hay que convivir, hay que respetar, hay que conocer y comprender y hay que explicarse muy bien sobre por qué pensamos y sentimos como lo hacemos", indica.
Los abusos sexuales por parte de miembros de la curia, especialmente sobre menores de edad, es uno de los melones más amargos que abrió el último papa. Fue quien, por primera vez, sentó a las altas instancias a debatir y pensar, quien escuchó informes y reclamó más acciones, quien abrió a las víctimas las puertas vaticanas, aunque fuera apenas una parte en el proceso de verdad, justicia y reparación. Algunos temen que su espíritu reformista no logre trascender a cambios estructurales en la materia.
"La tolerancia cero ante los abusos y propiciar espacios seguros para la infancia, la adolescencia y la personas vulnerables es una línea que se mantendrá en la Iglesia, por fuerza, ya que ha habido un enorme dolor para las víctimas y la comunidad eclesial, no puede haber marcha atrás, sino más valentía en esa senda", dice el sacerdote.
Viene un tiempo en el que, de nuevo, habrá grupos que reivindiquen dar un papel y un lugar de la mujer en la Iglesia a la altura de su presencia en la sociedad y, también, una mayor apertura en temas como el celibato sacerdotal y los derechos LGTBIQ+. Ante las distintas corrientes de la Iglesia, también se espera marejada, como la afrontó el argentino. Quizá más unidad, como pasa en el terreno político (ultras aparte), se espera en la defensa de la lucha contra el cambio climático, que tanto daño hace, por ejemplo, a comunidades africanas.
"La Iglesia tiene que estar en todo para no perderse nada. Pelear en las batallas justas como la del clima e informarse e informar de cuestiones como los retos tecnológicos y la Inteligencia Artificial, sobre la que, por cierto, en tiempos de Francisco se lanzó una nota interesantísima", añade. Herramientas, dice, que deben servir también para "comunicar y comunicarse mejor" porque, de base, su mensaje "es insuperable", ríe. "Es mucho trabajo, pero merece la pena", concluye.