Rubén, 42 años, abandonó su plan inicial para hacerse pastor en Valladolid: "Sí que se puede vivir de la ganadería"
Defiende que la ganadería extensiva todavía puede sostener a quien la cuida.

A menudo, la pasión de una persona no coincide con la profesión a la que finalmente se dedica. Cuando llega ese momento, suelen abrirse dos caminos: centrarse en un trabajo que garantice estabilidad y calidad de vida, o apostar por lo que de verdad mueve el corazón e intentar convertirlo en un modo de vida sostenible. Entre esta disyuntiva transitan muchas historias, también las de quienes deciden seguir ciegamente su vocación interna.
Este es el caso de Rubén Jiménez Alonso, un hombre de 42 años que ha optado por convertir la tradición familiar en su proyecto de vida: es pastor desde los 17 años y dirige en Carpio una explotación que combina ovino, caprino y vacuno. En su finca vallisoletana conviven 3.500 ovejas, unas 30 cabras y alrededor de 100 vacas, cifras que él mismo aporta cuando defiende que la ganadería extensiva todavía puede sostener a quien la cuida.
“En mi caso, sí que se puede vivir de la ganadería. La subida del precio de la carne en los últimos tiempos hace que ganemos más”, asegura Rubén en una entrevista con El Español. Criado en una familia de pastores trashumantes, pasó su juventud acompañando a su padre hasta que, ya con 22 años, decidió arraigarse en Carpio y hacerse cargo de su propia explotación. Desde entonces dirige Ganadería Gimar con la ayuda de otros dos trabajadores.
Una profesión en desuso
Rubén se ocupa del papeleo, atiende partos, prepara las salidas al pasto y vela por la venta de una carne que, a su juicio, debe preservarse por su calidad. “La gente joven ya no quiere ser pastor. Quiere dedicarse a otros oficios que les den más tiempo libre porque esto es muy esclavo. Es por vocación, como la que tengo yo. Si no, no puedes ni arrimarte al oficio de pastoreo”, explica sobre su profesión.
Aunque la falta de relevo es una preocupación latente, él confía en la continuidad familiar gracias a que su hijo ha manifestado su interés por seguir en la explotación, lo que le permite a Rubén proyectar una jubilación ligada a la esperanza de relevo generacional. Hasta que llegue ese momento, el pastor asegura que va a intentar seguir como hasta ahora, con el fin de fomentar el consumo de la mejor carne.
No obstante, su modelo de ganadería extensiva, donde los animales pastan y consumen poco pienso, se enfrenta a una presión creciente. La tendencia del sector apunta hacia explotaciones intensivas que producen más en menos espacio y con menores costes aparentes, algo deja en desventaja a quienes apuestan por métodos tradicionales y más sostenibles. En ese escenario incierto, Rubén sigue firme en su idea: cuidar la tierra, respetar el oficio y demostrar que otra forma de producir aún merece tener futuro.
