Una pareja dice "basta" a la hipoteca, transforman un yate en ruinas en una casa flotante y ahorran 130.000 euros al año viviendo en él
La decisión no fue únicamente sentimental.
Resulta difícil imaginar una manera más radical de reinventar la vida cotidiana que abandonarlo todo para instalarse en un yate de casi veinticinco metros. Eso es precisamente lo que decidieron Blaine y Janis, una pareja canadiense con una trayectoria profesional ligada al mar y al mantenimiento técnico, que terminó encontrando su propio refugio lejos de tierra firme. Su aventura empezó al comprar un barco de 1969 que llevaba años abandonado y que, con paciencia y grandes desembolsos, transformaron en su vivienda definitiva.
El yate, llamado Tangaroa en referencia a una deidad marina de la Polinesia, fue construido por Stephens Bros y figuró entre los primeros modelos de aluminio del astillero. Según explica el medio especializado Luxury Launches, tras múltiples propietarios y modificaciones que lo llevaron de 65 a 78 pies, cayó en el olvido hasta que la pareja lo rescató en 2019. Su nombre encaja ahora con la vida nómada que comparten con su hija Izzie y con su perra Maggie.
La decisión no fue únicamente sentimental. Por un lado, ambos tienen un vínculo profundo con el océano. Por otro, el coste de vida en tierra en la Columbia Británica se había disparado. La alternativa que escogieron les llevó a preparar su propio plan de navegación: salir desde la costa canadiense y participar en la llamada (Gran Carrera del Sushi Siberiano) que tiene como destino Japón.
Eso sí, antes de lanzarse al mar, debieron enfrentarse a un barco en estado deplorable. La embarcación necesitaba una reconstrucción de arriba abajo. Según explican, invirtieron incontables horas y una suma considerable de dinero en retirar capas de pintura envejecida, reparar cubiertas, sanear el casco y recuperar sistemas esenciales. En su búsqueda de soluciones asequibles recurrieron a piezas encontradas en eBay o incluso a baterías compradas en Alibaba. Blaine también desmontó la timonera original para realinear el timón y preparó la sustitución de los motores Detroit Diesel por unidades Cummins.
Los primeros tramos de navegación sumaron unas 700 millas náuticas e incluyeron una parada en Anyox, un enigmático pueblo fantasma al que solo se accede por mar. Para ellos, experiencias así justifican el esfuerzo invertido. Aunque la vida a bordo implica afrontar averías variadas, desde problemas en la transmisión hasta calentadores defectuosos, Blaine resume la situación con tranquilidad: "Todo va bastante bien ahora y estoy muy contento".
Más allá de la aventura, vivir en Tangaroa también supone un respiro financiero. Sin alquiler ni facturas de suministros, sus gastos se centran en mantener un hogar autosuficiente y navegable. Y mientras preparan su travesía hacia Japón a través de Alaska, Siberia y Asia Oriental, comparten cada avance en sus canales de YouTube, Onboard Tangaroa y The Never-Ending Sea Trial, donde documentan tanto las rutas como los procesos técnicos que convierten un viejo yate en una nueva vida.