Si ya has puesto el árbol de Navidad, una psicóloga tiene malas noticias: el rasgo 'oculto' que podrías tener
Poner adornos con mucha antelación revela “emociones ocultas y tendencias conductuales subconscientes”.

Para mucha gente, la Navidad empieza oficialmente cuando encienden el árbol o cuelgan la primera guirnalda. Sin embargo, en los últimos años se ha ido imponiendo una tendencia inesperada: decorar cada vez más pronto. No es raro ver ventanas iluminadas en octubre, fachadas llenas de luces en pleno otoño o salones que ya parecen sacados de diciembre cuando aún quedan semanas para que llegue el día 25. Este fenómeno ha despertado la curiosidad de psicólogos y sociólogos, cuyas conclusiones ha recogido recientemente Daily Mail.
Una de las explicaciones procede de la psicóloga Carmen Harra, que defiende que poner adornos con mucha antelación revela “emociones ocultas y tendencias conductuales subconscientes”. Según ella, incluso sin llegar a hablar de un trastorno narcisista, “hay muchas más personas egocéntricas por naturaleza de lo que podemos estimar”. Y añade que quienes buscan ser admirados encuentran en la decoración un método sencillo para llamar la atención: “los narcisistas obtienen una sensación de gran satisfacción al ser el centro de atención, al ser elogiados y aplaudidos”. Transformar la casa en un pequeño espectáculo navideño serviría para satisfacer esa necesidad de aprobación.
Harra sostiene que esta anticipación también puede actuar como una forma de compensación emocional. Por un lado, puede “llenar un vacío”, ofreciendo alegría cuando la rutina resulta pesada. Por otro, se convierte en una forma de proyectar al exterior la imagen de una “familia perfecta”. Según explica, hay hogares en los que los conflictos están muy presentes, pero las luces de noviembre permiten mostrar una fachada idealizada: “algunas personas sienten la necesidad de ocultar la verdad de lo que sucede dentro de sus hogares con luces y oropel”.
Para la psicoterapeuta Amy Morin, la clave está en la nostalgia. Cree que decorar pronto responde al deseo de recuperar la emoción infantil: “Para muchas personas, la Navidad fue un momento mágico durante la infancia, lleno de recuerdos felices”. Por eso, afirma que muchos quieren comenzar cuanto antes con las decoraciones, porque cuanto más temprano las coloquen, más tiempo disfrutarán de esa sensación. En su opinión, anticipar la Navidad actúa como un refugio psicológico ante la llegada del frío, los días cortos o el estrés laboral. “Nos sentimos mejor cuando anticipamos algo bueno”, asegura.
El psicólogo clínico Erlanger A. Turner propone otra perspectiva: la teoría de la anticipación de la alegría. Sostiene que preparar la casa semanas antes de diciembre “prolonga la sensación de emoción y felicidad asociada con la temporada navideña”. En su opinión, vivimos en un momento de incertidumbre global en el que las personas buscan pequeñas cosas sobre las que tener control, y la decoración temprana encaja perfectamente en esa necesidad.
Este comportamiento tampoco es nuevo desde el punto de vista social. Un estudio clásico de 1989 ya sugería que quienes decoran mucho o muy pronto pueden resultar más accesibles y sociables para sus vecinos. Según esa línea de pensamiento, algunos hogares utilizan la decoración como invitación simbólica a la interacción, incluso si no son plenamente conscientes de ello.
Desde el psicoanálisis, Steve McKeown matiza que muchas personas decoran antes de tiempo porque quieren “revivir la magia”, pero también por la sensación de estar compensando lo que no tuvieron en su infancia. Para quienes crecieron en hogares donde la Navidad apenas se celebraba, llenar la casa de adornos se convierte en un acto reparador.
El debate sobre cuándo decorar, recuerda la historiadora británica Helen Parish, tiene siglos de historia. Aunque hoy muchos consideran que la Navidad “acaba” el 25 de diciembre, la tradición cristiana marca un periodo de doce días, que se prolonga hasta el 5 de enero. Ese desfase entre cultura popular y tradición explica por qué cada año se discute si es demasiado pronto para poner el árbol… o demasiado tarde para quitarlo.
