¿Por qué nos mareamos (o no) en el coche, el barco o el avión?

¿Por qué nos mareamos (o no) en el coche, el barco o el avión?

Lawrence de Arabia lo sufría cabalgando por el desierto a lomos de su camello, al igual que Julio César en su cuádriga o Charles Darwin durante sus travesías a bordo del Beagle; y ni siquiera el almirante Horatio Nelson, un avezado marino, se libró de ello. Según las estadísticas, una de cada tres personas suele padecer mareos cuando viaja en coche, barco o avión.

El mareo por el movimiento, o cinetosis, es tan viejo como la navegación por mar; no es necesario aclarar de dónde procede la palabra mareo, pero tal vez sí conviene explicar la etimología de náusea: viene del latín nausea, y este del griego nausia, que a su vez se deriva de naús, barco o nave. Por lo tanto, navegación, náutica y náusea tienen la misma raíz.

El hecho de que se trate de una dolencia tan antigua implica que ha interesado a la ciencia desde hace siglos, pero no que esta haya desvelado todas las respuestas. ¿Por qué hay personas que podrían escribir un ensayo sobre el existencialismo durante un viaje en la montaña rusa, mientras que otras se marean solo con girar la cabeza en el coche o con mirar un barco desde tierra? Y en general, ¿por qué nos mareamos?

  5c8b22e02500000d04ca23a3

Respecto a esto último, las teorías son de lo más variopinto. En 1883, el cirujano de Boston Robert Williamson Lovett publicaba un artículo en la revista Popular Science Monthly sobre las causas del mareo en los viajes por mar. El autor escribía que el historiador griego Plutarco atribuyó este mal al olor del agua salada. Sin embargo, en tiempos de Lovett ya existían algunas pistas más atinadas: se decía que la causa del mareo estaba en los canales del oído interno, y que los niños pequeños y bebés eran inmunes a esta dolencia.

CONFLICTO SENSORIAL

Curiosamente, Lovett mencionaba como novedosa una teoría que sigue vigente y que explica el mareo por un conflicto entre la percepción del movimiento y la sensación del mismo. Es decir, cuando el movimiento se siente (en el sistema vestibular del oído interno) pero no se ve, o se ve pero no se siente, o en general cuando sensación y percepción transmiten mensajes contradictorios.

Esto justificaría por qué algunas personas se marean viendo películas o videojuegos, o por qué se sufre con más frecuencia cuando hay poca o nula referencia visual del exterior, como en un avión o en un camarote sin ventanas; o por qué suele recomendarse fijar la vista en el horizonte, o por qué los conductores son menos propensos que los pasajeros.

Según el doctor Timothy Hain, neurólogo, profesor emérito de la Universidad Northwestern de Chicago y uno de los mayores especialistas mundiales en cinetosis, esta continúa siendo la teoría más aceptada. “Las principales corrientes de información incluyen el ojo, oído, somatosensación (sobre todo los pies), y la estimación interna de nuestra relación espacial con el entorno (es decir, lugar, velocidad y aceleración, lineal y de rotación)”, detalla Hain a El Huffington Post. “Es muy simple poner ejemplos en los que el mareo ocurre cuando hay conflicto entre dos o más corrientes”.

Una interesante teoría alternativa, formulada por el psicólogo de la Universidad de Minnesota Thomas Stoffregen, interpreta el mareo por movimiento como un aviso que urge al organismo a recuperar la estabilidad de la postura.

Así, el mareo se debería a la pérdida del equilibrio, y no al contrario. Según esta corriente, la cinetosis sería en realidad una respuesta ventajosa, surgida como “resultado de la evolución”, señala a El Huffington Postel otorrinolaringólogo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Florida Glenn Knox. “Hace millones de años, pequeños primates reunían comida en los árboles”, prosigue Knox. “Era más peligroso aventurarse en las ramas más pequeñas; algunos de estos animales caían y morían, pero otros desarrollaron una aversión al balanceo de las ramas y sobrevivieron. Así que evolucionamos de manera que percibimos ciertos movimientos inusuales como desagradables”, concluye Knox.

  5c8b22e0240000f7054cf2ab

Pero para justificar un origen evolutivo, es necesario demostrar que existen factores genéticos heredables que han perdurado hasta nosotros. “La evolución de la susceptibilidad al mareo por el movimiento implica un factor genético”, precisa Knox. Y parece que así es: una revisión de estudios elaborada por Knox y publicada en 2014 en la revista Aviation, Space, and Environmental Medicine defendía que hay suficientes vínculos genéticos probados: las mujeres son más susceptibles que los hombres (y su sensibilidad varía con el ciclo menstrual), los asiáticos más que los occidentales, y tanto los estudios de gemelos como los de familias apoyan una base genética. En concreto, según Knox, se ha comprobado que una variante del gen del receptor adrenérgico alfa 2, implicado en el sistema endocrino, aumenta la sensibilidad a la cinetosis.

LOTERÍA GENÉTICA

Recientemente, un estudio de la compañía biotecnológica californiana 23andMe publicado en la revista Human Molecular Genetics ha identificado 35 lugares en el genoma humano donde residen variantes genéticas asociadas con una mayor propensión a sufrir cinetosis. Muchos de estos genes se sitúan en regiones del genoma relacionadas con el equilibrio, el desarrollo del ojo, oído y cerebro, o funciones como la regulación de la glucosa.

El estudio confirma que la propensión al mareo suele venir asociada a otros males, como migrañas, vértigo, náuseas y vómitos postoperatorios o un sueño deficiente, además de descubrir que las personas con cinetosis son también más susceptibles a padecer mal de altura.

El estudio de 23andMe ofrece una clave sobre la mayor sensibilidad femenina al mareo: algunas de las variantes genéticas identificadas tienen un efecto tres veces mayor en las mujeres. Y dado que se estima hasta en un 70% el componente genético del riesgo de padecer cinetosis, es fácil comprender por qué hay tantas diferencias de susceptibilidad entre las personas; algo que viene también condicionado por el hecho de tratarse de un mal en el que participan múltiples partes del organismo, desde los sentidos corporales al sistema nervioso central o incluso el estómago. “Las diferencias en cualquiera de las partes del sistema resultan en diferencias en la sensibilidad”, resume Hain.

En definitiva, el marearse o no tiene un gran componente de lotería genética. En su libro Columbia: Final Voyage (2006), el autor Philip Chien recordaba que en una misión espacial un expiloto acrobático sufrió intensos mareos, mientras que un científico aguantó todo el viaje sin una sola molestia. De hecho, Chien apuntaba que la mitad de los astronautas se marean en el espacio; tanto para estos casos como para los más humildes viajes en coche, barco o avión, los expertos recomiendan la habituación como terapia. “La exposición repetitiva al movimiento reduce las respuestas”, dice Hain. “En situaciones militares, la habituación es el tratamiento más favorecido, ya que evita la necesidad de medicaciones que podrían nublar el juicio”.

Obviamente, esto último se aplica también al mundo civil cuando quien sufre los mareos es el encargado de pilotar o conducir. Pero para el resto, la farmacología puede ser una tabla de salvación, aunque Knox advierte que “los tratamientos contra el mareo varían en efectividad para cada persona”. Hain divide los posibles tratamientos entre los que reducen el input sensorial, “como la meclizina, que suprime el oído interno”, los que actúan a nivel central, “como la prometazina, que probablemente opera en el sistema de dopamina, o las benzodiazepinas como el Valium, que cierran los circuitos centrales”; y por último, “los medicamentos que calman el estómago, como la domperidona y el ondansetrón”. El dimenhidrinato, comercializado en España bajo la marca Biodramina y con más de 60 años de historia, continúa siendo el remedio más popular, pese a que provoca sedación. Claro que echar una cabezada es quizá la mejor defensa contra el mareo.

  5c8b22e02000009e04703d28

Ve a nuestra portada

  5c8b22e0230000dd0424345f

Facebook

  5c8b22e0250000e203ca23a5

Twitter

  5c8b22e03b000002076d1059

Instagram

  5c8b22e02000004504703d2a

Pinterest

MOSTRAR BIOGRAFíA

Responsable de Life