Escombros, dedales y fotografías

Escombros, dedales y fotografías

Con un estruendo se precipitó el murete sobre mí y tuve suerte de coincidir con un vacío, porque las jambas de la puerta me rozaron los hombros. Me quedé inmóvil y sorda, con el mazo en la mano y con el retumbar del suelo, mientras un polvo blanco y dañino lo enturbiaba todo; como un fantasma albino y enharinado

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El espiritu del lugar, de Mayte Piera.

Con un estruendo se precipitó el murete sobre mí y tuve suerte de coincidir con un vacío, porque las jambas de la puerta me rozaron los hombros. Me quedé inmóvil y sorda, con el mazo en la mano y con el retumbar del suelo, mientras un polvo blanco y dañino lo enturbiaba todo; como un fantasma albino y enharinado. Al rato pude ver los rayos polvorientos filtrándose por las ventanas y dejé de contener la respiración. Cañas y yeso, como un puzle desbaratado, a mis pies.

Cuando se toman decisiones con el corazón pero no con la cabeza, que son más gratificantes, ya se sabe, pero uno no sabe dónde se mete, o si lo sabe se hace el tonto; cuando uno no es rico en dinero, pero si en sueños y en ideas, solo cabe una alternativa ¿Cómo salir de esta? Nos habíamos comprado una antigüedad, para restaurar, en un pueblo griego.

En aquel momento no disponíamos ambos de tiempo a la vez; ya se sabe lo de que codo a codo somos mucho más que dos; así que allí, lívida del susto y de la cal, estaba Agustina de Aragón o Sancho, sin pollino ni Quijote, intentando desescombrar una casa en Evgiros. Que buena idea parecía en su momento.

Yo miraba los cachos de tabique tumbados y me estremecía. Cogí uno de los pedazos más humanos y arrastrando conseguí sacarlo hasta la terraza jadeando. El sol, encarnando a un asesino sin piedad, se mofaba de mí. Cuando ya llevaba varios viajes y la inmensidad del tabique abatido me desesperaba, soñaba con fuentes frescas y me moría de sed. Me fui a la taberna a mendigar un vaso de agua; allí estaba Vula, la tabernera, altiva e indiferente, pura Grecia, de esa que si te quedas con la fachada habrás dejado pasar tu oportunidad de oro.

- Me darías un vaso de agua.

- Claro

Y dejó sobre la mesa una jarra empañada de cliticlins de hielos dando vueltas. Yo me la bebí sin un mu.

- Mira, necesito a alguien que me ayude a sacar los escombros de la casa; esa que está aquí al lado, que hemos comprado, somos españoles ¿Sabes? Es la a casa de...

- Si, ya sé.

En ese momento comprendí que una taberna no solo sirve para comer o beber, si no que en estos pueblos, encarna las labores de la oficina de información y turismo, de registro del padrón, así como la de recogida de correo y paquetería.

Sin un gesto de más cogió el teléfono y llamó a no sé quién, que tenía un amigo en no sé dónde, que conocía a alguien que sabía de un albanés que me podría ayudar.

Hablé con el trabajador, me pareció bien el precio y le dije que empezara cuando quisiera. Él comenzó enseguida, mientras yo seguía engullendo agua. Y como tenía que irme a preparar el barco para una salida inminente, le pagué por adelantado.

- ¿Qué has hecho qué?- El teléfono retembló en mi mano.

Cuando volví, los escombros se amontonaban en la subida de la casa, como era de esperar.

- Ay Vula, mira que soy idiota.

- No eres idiota, solo eres ξενη, extranjera; y no conoces las costumbres de aquí.

- ¿Qué costumbres del país? Si son hábitos internacionales. Que no, hija, que soy imbécil declarada.

Y ahí salió la tierna Vula, la de un poco más adentro, la de que si rascas un poquito la encuentras; la pura Grecia. Y me puso unas aceitunas como soles relucientes que preparaba ella misma, de Grecia pura. Y yo tragaba, con amargura, pero con encanto; sencillamente y sin preámbulos, me dejé llevar por aquello que parecía el principio de una gran amistad.

- Mira ¿sabes que te digo?

- ¿Qué?

- Pues que no te preocupes. No hagas nada. Ahí donde han dejado los escombros, en el camino, pronto van a hacer un "dromos", una carretera, así que los dejas como están y cuando vengan las máquinas ya se encargaran de quitarlos.

- Y ¿cuándo van a hacer el dromos?

- Muy pronto.

Me dejé convencer muy deprisa, por comodidad, con la espléndida solución; hoy, cinco años después, todavía cuando llego cada año, tengo vanas ilusiones de ver un "dromos" nuevo y reluciente. Pero ni que decir tiene que todo sigue en su sitio; y el tiempo; que ya dijo Einstein que era relativo; se detiene con facilidad en estos pueblos; lo cual, si aprendes a interpretarlo, es una auténtica bendición. Pero claro, un día llegó en que los cascotes impedían acceder a la casa y tuvimos que llamar a uno que llamó a otro, que conocía a nosequíen que tenía el telefono de un albanes para que quitara los escombros. Esta vez pagué a pie de obra.

Algunos meses más tarde, retirando los trastos acumulados en la casa, fundamentalmente aperos del campo, encontré un dedal, unas medias de mujer y una instantánea polaroid, ya muy deslucida, en la que aparecía una abuelita muy sonriente vestida de negro. No guardé las medias pero si la fotografía y el dedal porque parecía que la casa me estuviera contando una historia que yo debía escuchar. La pena fue que la foto al ver la luz del sol hizo un fundido en negro y se tragó a la señora amable que me miraba y no pude observarla con detenimiento. El dedal se lo di a su nieta Georgía algunos años después, porque le pertenecía más que a mí, sin lugar a duda.

- No sé qué tiene esta casa que duermo como un tronco, de un tirón toda la noche.

- Es porque está construida con mucho amor. Mis abuelos eran la gente más buena y honrada que he conocido y su espíritu se quedó filtrado en las paredes y la roca. Ahí, bajo la higuera, solía sentarse mi abuela a coser y yo le escondía el dedal para hacerla rabiar; todavía puedo verla, paciente y sin enfadarse jamás conmigo, con una sonrisa en la cara.

Una figura negra se alejó dando saltos por la escalera.

La fotografía

Un feliz domingo del 33

nos hicimos una modesta fotografía

Y más tarde nos sentamos a comer

en la mesa, nuestro asado,

ensalada, fruta y de vainilla el helado.

Nicos tenía permiso de su compañía

que servía en alguna parte de Orestiada

Y el fotógrafo nos advirtió que pronto un pajarito

desde el foco os mandará un besito.

Y después salimos en una hermosa fotografía

y colgamos del comedor

más de 50 años

después de ese domingo

Y ahora estamos todos bajo tierra

Άλκηστις

Πρωτοψάλτη

Η φωτογραφία

Μια ευτυχισμένη Κυριακή του ‘33

κάναμε το αίσθημα σεμνή φωτογραφία

κι ύστερα κάτσαμε να φάμε

στο τραπέζι μας ψητό

σαλάτα, φρούτα και βανίλια παγωτό.

Ο Νίκος είχε άδεια απ' τη μονάδα

υπηρετούσε κάπου στην Ορεστιάδα

κι ο φωτογράφος μας εφώναζε σε λίγο το

πουλί

απ' το φακό μου θα σας στείλει ένα φιλί.

Κι ύστερα γίναμε ωραία φωτογραφία

και κρεμαστήκαμε μεσ' την τραπεζαρία

και παν πενήντα τόσα χρόνια

απ' αυτή τη Κυριακή

και τώρα όλοι είμαστε κάτω απ' τη γη