Kim, criadora: "Entreno perros que se venden por 160.000 euros cada uno, colocamos unos 20 canes al año"
Elaboraron un plan empresarial valorado en unos 4,6 millones de euros, pero solo lograron reunir unos 148.000 euros entre familiares y amigos.

Hay emprendedoras cuya trayectoria profesional nace de una mezcla inesperada de miedo, necesidad y oportunidad. Ese es el trasfondo del testimonio que el medio Business Insider recopiló de una mujer que dedicó dos décadas a construir una empresa de cría y entrenamiento de perros de protección, a pesar de que, en su infancia, había desarrollado una aversión absoluta hacia ellos por una fuerte reacción alérgica provocada por la hiedra venenosa del perro familiar.
Según explica el relato recogido por Business Insider, la protagonista trabajaba en el ámbito humanitario mientras su marido lo hacía en defensa. Ambos se conocieron en Afganistán, y más tarde se trasladaron a Kenia (un lugar donde sus competencias profesionales tenían pleno sentido). Allí descubrió que estaba embarazada de gemelos. El embarazo, que le hizo ganar más de 36 kilos, la llevó a buscar protección en un entorno complicado, aunque no quería ni arma de fuego ni guardaespaldas. Los perros, pese a su rechazo inicial, le parecieron la opción menos mala.
La pareja importó dos perros de seguridad desde Estados Unidos y pronto nació la idea de crear un animal que combinara protección y afecto. Ella misma definió su objetivo: quería que los animales fueran "ángeles guardianes para sus familias". Elaboraron un plan empresarial valorado en 5 millones de dólares (unos 4,6 millones de euros), pero solo lograron reunir 160.000 dólares (unos 148.000 euros) entre familiares y amigos. Aun así, lanzaron el programa de cría en 2005 y comenzaron a operar en 2007.
Los gemelos y el negocio crecieron al mismo ritmo. La empresa exigía incluso más energía que la crianza, y cuando uno de los hijos necesitó apoyo educativo, ella decidió regresar a Estados Unidos con los niños en 2012. Ese retorno obligó a reconstruir la empresa desde cero. No tuvieron beneficios hasta 2017 debido al elevado coste operativo estadounidense.
Durante esa etapa, confesó que pensaba "en rendirme a diario". Sin embargo, sentía que "tanto la gente como los animales dependían" de ella y siguió adelante. El punto de inflexión llegó tras su divorcio en 2019, cuando reestructuró la empresa por su cuenta y ganó seguridad para ajustar precios. Antes cobraba unos 75.000 dólares (aprox. 69.000 euros) por perro, pese a que cada animal recibía hasta tres años de entrenamiento. Ahora el precio es de 175.000 dólares (unos 160.000 euros), colocan entre 18 y 20 perros al año y cuentan con trece empleados.
Aun con los costes del divorcio y de mantener un negocio durante dos décadas, afirma que está en una situación financiera mejor y, sobre todo, que tiene un trabajo que ama. Considera su mayor riqueza haber criado a hijos "tenaces, trabajadores y fieles a sí mismos", gracias a una vida en la que todos tuvieron que esforzarse.
