La echan de su trabajo soñado y salta a su negocio del siglo al descubrir el tesoro oculto en la basura del otro
“Hay muchísimo ruido abrumador en el mundo ahora mismo”, dice. “Escribir un diario basura es una excelente manera de silenciarlo”.

Un tropiezo inesperado terminó convirtiéndose en el inicio de un proyecto creativo y comunitario. Así comenzó la historia de Nandi Owolo con el llamado diario basura, una forma de expresión artística que mezcla collage, recuerdos y escritura sin normas fijas. Según recoge el medio CNBC, su primer contacto con este hobby no fue una decisión planificada, sino la consecuencia de una lesión que la obligó a parar.
En junio de 2024, Owolo se rompió el pie mientras paseaba a su perro, justo el día de su cumpleaños. La lesión la mantuvo dos meses en casa por prescripción médica y fue entonces cuando, navegando por TikTok, descubrió el diario basura. “Empecé a escribir en un diario basura porque me rompí el pie precisamente el día de mi cumpleaños”, explicó en su momento. Para esta residente de Los Ángeles, la práctica fue reveladora: por primera vez se sintió creativa. “Personalmente, creo que no tengo ninguna habilidad artística”, reconocía. “No sé dibujar; no sé tejer; no sé pintar”.
Lo que sí podía hacer era ordenar y pegar recuerdos cotidianos en páginas llenas de color y aparente caos. Entradas de conciertos, servilletas, fundas de café o pegatinas convivían sin jerarquías. Ese enfoque sin reglas es, para ella, parte del encanto. “Es un medio artístico en el que puedes hacer lo que quieras con la página”, resume, defendiendo la imperfección como valor central.
El auge de este tipo de diarios, a menudo considerado la versión de la generación Z del scrapbooking, se explica también por el deseo de desconectar de las pantallas y recuperar el contacto con objetos físicos. A ese componente se suma otro igual de importante: el encuentro en persona. Tras dos meses practicando en solitario, Owolo creó Junk Journal Club y organizó su primera reunión a través de un club social local. El evento, limitado a 35 plazas, se llenó rápidamente. Poco después celebró otro encuentro en un parque con 60 asistentes.
Con el tiempo, el proyecto fue creciendo. Actualmente organiza eventos de pago para grupos de 20 a 30 personas, con precios que oscilan entre 35 y 50 euros al cambio, varias veces al mes. Además, abrió un canal de Discord que reúne a casi 2000 personas de distintos países, desde Estados Unidos hasta Alemania o Australia, donde comparten inspiración y se envían regalos.
En mayo de 2025, tras perder su “trabajo soñado” en la industria del entretenimiento, Owolo decidió apostar con más fuerza por el club. “Aunque suene a cliché, es como si tuviera algo más que controlar”, afirma. “Nadie puede echarme del Junk Journal Club. Es mío”. Desde entonces ha colaborado con marcas y artistas, siempre con la idea de crecer de forma lenta y cuidada.
Para Owolo, el éxito no se mide solo en cifras. En un contexto que describe como saturado de estímulos, defiende el valor terapéutico de este hobby. “Hay muchísimo ruido abrumador en el mundo ahora mismo”, dice. “Escribir un diario basura es una excelente manera de silenciarlo”.
