Conectar Madrid para vivir mejor

Conectar Madrid para vivir mejor

Conseguir que los madrileños elijan el transporte público frente al coche es el gran desafío de cualquier gobierno municipal.

F.J. Jimenez via Getty Images

Begoña tiene 27 años. La conocí hace unos días durante una manifestación en defensa de la apertura de los SUAPs (los Servicios de Urgencia de la Atención Primaria, que llevan cerrados más de dos años) y estuvimos hablando un rato. Begoña es una ciudadana que vive en Madrid, un lugar que se ha vuelto hostil para la mayoría de los jóvenes que pretenden iniciar un proyecto vital. Un horizonte oscuro para las vidas que empiezan a despegar, consecuencia evidente del fracaso de una gestión perpetuada durante años de gobiernos del PP, obsesionados con las recalificaciones, los pelotazos urbanísticos y despreocupados por hacer de Madrid una ciudad amable para sus vecinos.

Begoña trabaja en una peluquería situada en el barrio de Carabanchel. Vive en el barrio de Moratalaz y paga un alquiler de 1000 euros mensuales junto a su pareja, Luis, que trabaja en unos grandes almacenes. Tienen un coche que él usa todos los días. Begoña destina una hora (a veces una hora y cuarto) a llegar a su puesto de trabajo, y otra hora a su regreso a casa. Dos horas como mínimo cada día, en un trayecto que con las conexiones adecuadas se podría resolver en la mitad de tiempo.

Conseguir interiorizar en el imaginario colectivo que el transporte público es el futuro de las grandes ciudades requiere de políticas valientes, de programas de sensibilización y de concienciación, y de altura de miras

De Moratalaz a Carabanchel, tiene que coger dos autobuses con transbordo en Atocha, con una frecuencia media de 10-15 minutos entre ellos. Dos horas gastadas en transporte que le impiden volver a comer a casa al mediodía. Esta es la realidad de un servicio de transportes ineficaz, insuficiente y poco atractivo para una ciudad que ha seguido creciendo incapaz de dar soluciones a los vecinos y vecinas. Una ciudad que se ha vuelto incómoda para miles y miles de personas que se ven obligados a malgastar su tiempo en enrevesados trayectos que podrían ser más sencillos si la voluntad ciudadana llegase al ayuntamiento. No nos podemos permitir perder una hora y cuarto entre barrios cercanos. Todos los días.

637 euros anuales por un B1. Seiscientos treinta y siete euros. Mil euros mensuales en un alquiler. 650 euros por una plaza en una escuela infantil porque Begoña y Luis forman parte de esas 25.000 familias que se han quedado sin plaza para su hija. 720 horas al año para ir al trabajo en Carabanchel y volver a casa en Moratalaz. El fracaso de un plan de movilidad que se ha quedado atrasado en una de las grandes capitales europeas, que, por cierto, nos llevan una ventaja enorme.

El caso de Begoña o de Luis, obligado a escoger el coche particular como medio de transporte diario, es el caso de miles y miles de ciudadanos. Conseguir interiorizar en el imaginario colectivo que el transporte público es el futuro de las grandes ciudades requiere de políticas valientes, de programas de sensibilización y de concienciación, y de altura de miras. Políticas destinadas a conectar no solo a los barrios y los PAUS con el centro de Madrid, sino además conseguir una conexión periférica óptima que hoy es prácticamente inexistente. Conectar los PAUS con el resto de la ciudad es una asignatura pendiente que los sucesivos gobiernos del PP prometieron a los ciudadanos para poder tener proyectos de vida de calidad y que jamás se ha cumplido. Ni eso ni ningún tipo de servicio público, dicho sea de paso.

Políticas destinadas a conectar no solo a los barrios y los PAUS con el centro de Madrid, sino además conseguir una conexión periférica óptima que hoy es prácticamente inexistente

Conseguir que los vecinos y vecinas de Madrid elijan el transporte público frente al coche, como la mejor manera de moverse por la ciudad es el gran desafío de cualquier gobierno municipal. No sólo como forma de transformar Madrid en una ciudad amable para sus habitantes, sino porque además nos va la vida en ello. Madrid está encabezando la lista de muertes por contaminación en toda Europa. Este dato no puede quedar en el olvido.

Un transporte público de calidad, aumentando la frecuencia de los metros y autobuses, rebajando el precio de los abonos de transporte, conectando los barrios periféricos, para mejorar la vida de las personas como Begoña, que podría volver todos los días a casa a comer al mediodía. O lograr un parque público de vivienda decente y digno, para que nadie tenga que destinar el 80% del sueldo a pagar una hipoteca o un alquiler. Se llama coherencia. Se llama hacer política para la mayoría. Devolver la ciudad a los vecinos. Se llama dignidad. Dignidad como pieza clave para poder vivir bien.