La religión está ganando el centro de la agenda política en EEUU

La religión está ganando el centro de la agenda política en EEUU

La derecha religiosa ha conseguido lo que quería, pero ¿a qué precio?

Trump nominó a tres jueces conservadores religiosos para el Tribunal Supremo y prometió que ellos restringirían el aborto.OLIVIER DOULIERY VIA GETTY IMAGES

Con su decisión de anular el caso Roe contra Wade y poner fin a la protección nacional del derecho al aborto, el Tribunal Supremo dio a la derecha religiosa su mayor victoria política desde que el movimiento de protestantes evangélicos blancos se unió al Partido Republicano hace más de 40 años.

El problema es que la impopular decisión política de la derecha religiosa de prohibir el aborto es ahora una realidad, al menos en ciertos estados. Los republicanos ya no pueden esconderse detrás del caso Roe y expresar abiertamente su apoyo a políticas impopulares que nunca se convertirán en ley. Tendrán que defender la prohibición del aborto y otras restricciones impulsadas por un movimiento conservador religioso envalentonado.

Los republicanos ya están viendo lo impopular que puede ser prohibir el aborto. En la primera votación sobre el aborto desde la decisión del Supremo en junio, los votantes de Kansas —un estado que votó claramente por la reelección de Donald Trump— rechazaron anular una decisión del Tribunal Supremo estatal que protegía el derecho al aborto, y lo hicieron por un margen de dos dígitos.

“Ya no es una posibilidad teórica”, comenta Melissa Deckman, directora general del Public Religion Research Institute (PRRI), que estudia la opinión pública sobre la prohibición del aborto. “Es una realidad actual, y estamos viendo una fuerte reacción en contra”.

Esto no debería sorprender a los republicanos. La agenda política de la derecha religiosa siempre ha jugado un papel secundario frente a otras prioridades de la coalición conservadora que llevó a Ronald Reagan a la victoria en 1980 y le aseguró el dominio durante décadas.

Pero la religión ya no está en segundo plano. Trump prometió a la derecha religiosa que el cristianismo tendría poder. También prometió que solo nombraría a jueces del Tribunal Supremo que estuvieran dispuestos a anular el caso Roe. “Sucedería automáticamente”, prometió. Y así fue.

Ahora el Partido Republicano debe lidiar con las consecuencias de poner en marcha una agenda política tan impopular y ver si eso abrirá grietas en su coalición.

“Es como cuando un perro por fin se atrapa la cola y piensa: ’¿Y ahora qué?”, comenta Bradley Onishi, profesor asociado de estudios religiosos en el Skidmore College y copresentador del podcast Straight White American Jesus.

La gente desaprueba ampliamente la decisión del tribunal de anular el caso Roe y se opone a las políticas que prohíben el aborto. Casi dos tercios de los estadounidenses se opusieron a la decisión en el caso Dobbs contra Jackson Women’s Health Organization, según una encuesta de la CNN. El 62% cree que el aborto debería ser legal en todos o en la mayoría de los casos, según una encuesta del Pew Research. El 65% dijo lo mismo en una encuesta del PRRI. 

  Manifestantes a favor del derecho al aborto el 2 de agosto celebrando el fracaso de una enmienda para restringir el aborto en Kansas.TAMMY LJUNGBLAD/KANSAS CITY STAR/TRIBUNE NEWS SERVICE VIA GETTY IMAGES

“La derecha cristiana tiene actualmente una influencia muy desproporcionada en comparación con lo que apunta la opinión pública”, sostiene Deckman. “Sus puntos de vista sobre esos temas no coinciden con los de muchos otros estadounidenses”.

Quizás esa sea la razón por la que los anteriores presidentes republicanos no dieron prioridad a la ideología de la derecha religiosa. 

Ronald Reagan

La victoria de Reagan en las elecciones de 1980 reordenó la política estadounidense en torno a las prioridades de la coalición del movimiento conservador.

La derecha religiosa, impulsada por el precedente establecido por el caso Roe en 1973, desempeñó un papel importante en la formación de esa coalición, pero sus prioridades en materia de aborto quedaron en segundo plano, por detrás de la lucha contra la Unión Soviética y la agenda de recortes de impuestos, gastos y nuevas regulaciones.

“Ronald Reagan sabe que no va a meter con calzador esas cosas en el Congreso por mucho que las quiera, y menos con la composición actual del Congreso”, dijo en 1986 Lyn Nofziger, la primera directora política de Reagan en la Casa Blanca. “Otras cosas, como los impuestos, el presupuesto y las cumbres, han desbancado a la agenda social, y siempre lo harán”.

No es que la derecha religiosa no haya conseguido ninguna victoria política. Las políticas de Reagan en Ciudad de México prohibieron la financiación federal de las ONG internacionales que prestaban servicios relacionados con el aborto, incluido el asesoramiento. Su Departamento de Justicia, dirigido por el opositor al derecho al aborto Ed Meese, ya presionó en los tribunales para anular el caso Roe. Y su administración ayudó a crear la estrategia de nombrar a ideólogos conservadores para el poder judicial con el objetivo de acabar cumpliendo su política social.

Pero Reagan seguía manteniéndose lejos de los grandes actos del movimiento antiabortista. Nunca asistió personalmente a la Marcha por la Vida —la manifestación contra el derecho al aborto que se celebra cada año en el aniversario del caso Roe—, sino que se limitó a enviar mensajes de vídeo.

Dos de los cuatro nombramientos de Reagan para el Tribunal Supremo acabaron siendo decepcionantes. Los jueces Sandra Day O’Connor y Anthony Kennedy emitieron un veredicto de confirmación del caso Roe contra Wade, pero también mantuvieron algunas restricciones al aborto en el caso de 1992 de Casey contra Planned Parenthood, que muchos pensaron que anularía el caso Roe. 

George H.W. Bush

Casey cayó en el último año de la administración del presidente George H.W. Bush. Bush, un republicano de sangre azul de Nueva Inglaterra cuya familia ayudó a fundar Planned Parenthood, era una persona ajena al mundo del movimiento conservador. Elogió la decisión del caso Casey por mantener algunas restricciones al aborto, pero no comentó su confirmación del caso Roe.

Después, se distanció de la rama del Partido Republicano que se oponía al derecho al aborto, mientras que la primera dama, Barbara Bush, recordó a los votantes que ella misma apoyaba el derecho de la mujer a decidir. Todo esto tenía la clara intención de atraer al electorado general que no apoyaba la prohibición del aborto. Bush perdió de todos modos las elecciones de 1992.

George W. Bush

  Rodeado por legisladores republicanos, George W. Bush firma una ley contra el aborto por nacimiento parcial.BROOKS KRAFT VIA GETTY IMAGES

Barack Obama

Después de que Obama ganara las elecciones en 2008, la atención se desplazó hacia el movimiento populista Tea Party y su retórica económica libertaria respaldada por empresarios multimillonarios como los hermanos Koch. En las filas del Tea Party había libertarios con estudios de economía austriaca, pero también los mismos protestantes evangélicos blancos que formaban la derecha religiosa.

“No estaban muy lejos del Partido Republicano. El mayor detector de partidarios del Tea Party era el deseo, allá por 2006, de que la religión tuviera un papel destacado en la política”, escribieron en 2011 el sociólogo Robert Putnam y el politólogo David Campbell.

El solapamiento de los miembros del Tea Party con la base de votantes de la derecha religiosa quedó claro cuando los estados aprobaron un número récord de restricciones al aborto tras la ola electoral republicana de 2010. Sin embargo, cuando los candidatos republicanos expresaron sus posiciones extremas de la derecha religiosa sobre el aborto durante ese periodo, como hicieron los candidatos al Senado Todd Akin y Richard Mourdock, pagaron el precio y perdieron. 

Donald Trump

  Trump nominó a tres jueces conservadores religiosos para el Tribunal Supremo y prometió que ellos restringirían el aborto.OLIVIER DOULIERY VIA GETTY IMAGES

Luego llegó Trump, cuya carrera presidencial de 2016 y su interés en la inmigración y el comercio atrajo la atención de las comunidades del Cinturón del Óxido, los votantes indecisos que le ayudaron a ganar Michigan, Pensilvania y Wisconsin, y los nativistas y racistas de extrema derecha que atrajo desde los márgenes.

Sin embargo, han sido los protestantes evangélicos blancos sus partidarios más poderosos desde que ganó la nominación presidencial del Partido Republicano en 2016. A día de hoy, son los mayores defensores de sus mentiras sobre las elecciones de 2020 después de que la iconografía de la derecha religiosa proliferara en el asalto al Capitolio del 6 de enero. 

Aunque Trump es un hombre con fama de mujeriego que se ha casado tres veces y ha sido acusado de más de una docena de agresiones sexuales, incluida una violación, su retórica apocalíptica y el simbolismo sangriento sobre la “carnicería americana” enlazaron con una larga historia de nacionalismo religioso en el país. En parte por necesidad política, debido a su estilo de vida poco religioso, prometió dar a la derecha religiosa todo lo que pedía, desde el reconocimiento simbólico hasta la política.

“Se atrevió a decir cosas en voz alta que los presidentes anteriores trataron con más cautela”, comenta Ruth Braunstein, profesora asociada de sociología en la Universidad de Connecticut y experta en la derecha religiosa. “No estaba nada interesado en presentar una América pluralista. Fue tremendamente satisfactorio para los evangélicos blancos sentirse vistos de esa manera”.

En 2020, Trump se convirtió en el primer presidente en funciones en asistir en persona a la Marcha por la Vida.

Trump también le concedió a la derecha religiosa tres nominados al Tribunal Supremo que anularon el caso Roe, como prometió Trump.

“Otra razón por la que Trump sigue siendo el líder de facto del Partido Republicano es que les ha dado todo lo que quisieron a niveles que sus predecesores más cristianos no hicieron”, explica Onishi.

Pero había una razón por la que esos presidentes republicanos anteriores, los Congresos e incluso las mayorías del Tribunal Supremo decidieron frenar los sueños más salvajes de la derecha religiosa.

“Si el caso Roe contra Wade fuera anulado, la agenda política cambiaría”, escribió en 2003 el profesor de la Facultad de Derecho de Yale Jack Balkin. “Para los candidatos republicanos, ya no se trataría solo de defender restricciones limitadas al aborto. Tendrían que aclarar si están dispuestos a enviar a las mujeres que abortan y a sus médicos a la cárcel”.

La decisión del Supremo en el caso Dobbs hace realidad la impopular postura de prohibir el aborto, así como las penas que lo acompañan. También hace posible una serie de políticas aún más impopulares, como limitar los viajes entre estados, registrar el correo en busca de píldoras abortivas, censurar la información sobre el aborto en Internet o incluso prohibir el aborto en todo el país.

Veinte estados tienen leyes en vigor que prohíben el aborto casi por completo. Algunas de esas leyes han sido suspendidas temporalmente hasta que se resuelvan varias impugnaciones judiciales. La realidad de las personas que buscan un aborto (víctimas de violación de 10 años que huyen de su estado para tener acceso al procedimiento, mujeres con embarazos no viables que se ven forzadas a situaciones peligrosas...) están saliendo a la luz.

Nadie sabía si la reacción prevista a la anulación del caso Roe se haría realidad hasta la votación qur tuvo lugar el martes 2 de agosto en Kansas.

“Lo que la votación de Kansas nos demuestra es que la prohibición del aborto es muy impopular en términos generales”, comenta Deckman, director ejecutivo del PRRI. “Y prohibir el aborto o intentar limitar el acceso al aborto es un tema que enciende a los demócratas más de lo que quizás pensamos inicialmente”.

Ahora el Partido Republicano debe lidiar con las consecuencias de poner en marcha una agenda política tan impopular

Una encuesta realizada por el PRRI a raíz de la decisión del caso Dobbs mostró un aumento espectacular, hasta el 43%, de los demócratas que decían que solo votarían a un candidato que compartiera su posición sobre el aborto. Un porcentaje mayor de demócratas que de republicanos mencionó el tema del aborto como una línea roja.

“Históricamente, el aborto ha motivado mucho a los republicanos para ir a votar”, señala Deckman. “Ahora estamos viendo que motiva más a los demócratas”.

Todavía no se sabe cómo afectará esto a las elecciones de 2022 y siguientes, pero los demócratas ya están publicando panfletos contra candidatos republicanos, como el aspirante al Senado de Arizona Blake Masters, el candidato a gobernador de Michigan Tudor Dixon y el candidato a gobernador de Pensilvania Doug Mastriano, por su apoyo a la prohibición del aborto sin excepciones por violación, incesto o para salvar la vida de la madre.

Los votantes de Kentucky serán los próximos en votar sobre el aborto en noviembre, y lo que está en juego es una enmienda constitucional para prohibir el aborto en el estado. Es probable que los residentes de Michigan también tengan la oportunidad de votar, ya que los activistas por el derecho al aborto presentaron en julio las firmas para una enmienda constitucional que proteja el derecho al aborto.

Estas votaciones de enmienda, como la de Kansas, son referéndum directos sobre la cuestión del aborto. El fin del caso Roe significa que todas las elecciones, desde el gobernador y el fiscal general del estado hasta el fiscal de distrito y el sheriff, estarán ahora teñidas por la política del aborto. 

La derecha religiosa ha conseguido lo que quería, pero ¿a qué precio?

Este artículo fue publicado en el ‘HuffPost’ Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.