“Nos daba una copita de licor y abusaba de nosotros”: abusos sexuales en el Valle de los Caídos

“Nos daba una copita de licor y abusaba de nosotros”: abusos sexuales en el Valle de los Caídos

El diario 'El País' desvela casos de pederastia supuestamente cometidos por los benedictinos de Cuelgamuros en niños de su escolanía e internado.

El Valle de los Caídos, en una imagen de archivo. PHILIPPE DESMAZES via Getty Images

El diario El País ha publicado en su edición de este viernes la denuncia de dos hombres que fueron presuntamente abusados por religiosos del Valle de los Caídos cuando eran niños, en un tiempo en el que estaban internados en su residencia y formaban parte del coro del recinto. Hablan de tocamientos, presiones, amenazas...

Los dos valientes que han dado este paso al frente son Antonio Arévalo González, que estuvo en Cuelgamuros entre 1959 y 1961, un tiempo en el que tenía de nueve a 11 años, y José G., con quien no coincidió, porque estuvo en el internado entre 1967 y 1971, entre sus diez y sus 14 años. Este último ya ha llevado su relato a la comisión especial sobre pederastia en la Iglesia Católica española creada por el Defensor del Pueblo y el primero, está en trámites de hacerlo.

La información señala que ambos hombres son hijos de republicanos que acabaron en la escolanía porque era, entonces, una buena vía de educación en la zona. Es ahora, ante el movimiento de verdad, justicia y reparación surgido ante estos abusos, cuando han decidido denunciar, pero confiesan que llevan sobre sus espaldas toda la vida con lo que pasó entonces. “Tengo 72 años, y la verdad es que he vivido toda mi vida con esto. Tras ver cómo iban saliendo casos de abusos a la luz, llegó un momento en que dije: yo tengo que participar en esto. Quiero contar los abusos que se cometían allí. Yo tuve las primeras experiencias sexuales a los diez años con los monjes”, desvela Arévalo.

En su caso, identifica a dos abusadores directos y a tres religiosos más de los que supo de abusos o los vio, pero no los sufrió en carne propia. El primer benedictino que sí le atacó se llama, dice, Albino Ortega, y murió hace 42 años en un monasterio gallego. “En el área oeste tenía una destilería. Llevaba a los niños allí. Me acuerdo del sabor dulzón del licor. Nos daba una copita y luego abusaba de nosotros. En mi caso eran tocamientos y masturbaciones, pero es que yo no debía de gustarle mucho, le iban los gorditos y con dos compañeros míos fue a más”, indica.

Las implicaciones se multiplicaban -miedo, reverencia, trascendencia- porque este hombre ejercía también como su confesor y, cuando escuchaba sus pecados, se lo sentaba encima y también le hacía tocamientos. “Dejé de confesarme y tenía un problema, porque era creyente e iba a comulgar sin confesar, y eso me torturaba porque creía que estaba en pecado mortal”, confiesa.

Señala también a L. S. B., un religioso que tocaba a los niños los genitales por encima de la ropa y les obligaba a hacerle lo mismo a él. “Era un pederasta, era evidente”, constata. A otros tres monjes los denuncia por lo que escuchó a sus compañeros y aporta lo que sabe de ellos, en su afán de justicia: J. A. G., el hermano F. y uno del que no recuerda el nombre, solo el apodo, La Oveja.

José G., por su parte, acusa a otro monje, T. B., que sí sigue vivo, tiene 86 años y reside en Madrid. “Era uno de nuestros vigilantes. Con la excusa de que me gustaban los sellos me llevó a su celda a enseñarme su colección, y allí me bajó la bragueta y empezó a toquetearme. Me quedé bloqueado, no sabía hacer, supongo que él iba a buscar una erección, me intentó masturbar, entre el shock y que para mí era una situación impensable, me empecé a enfadar, y me fui de allí de manera instintiva. Me dijo que no dijera nada a mis padres. Pero yo no fui el único. Era un internado donde estabas a su merced, lejos de tu familia. Pero con 12 y 13 años teníamos ya la sensación del bien y del mal, y de que teníamos que ser astutos para sobrevivir”, dice el testimonio que ha dado a El País. En aquellos tiempos, constata, con la Iglesia no se metía nadie, por eso es ahora cuando lo puede contar.

Íñigo Domínguez, el autor del reportaje, ha contactado con el señalado y afirma que no tiene “ni idea” de lo que dice su exalumno. “En su caso no se ha abierto ninguna investigación canónica”, destaca el informador, que es justo lo que había ordenado el papa Francisco que se hiciera ante cualquier nuevo caso.  También la orden de los benedictinos a la que se señala se niega a hablar y sólo dice que se encomienda a la Providencia. “Todo lo referente al Valle lo lleva Dios, y como hay una realidad trascendente, nosotros no nos preocupamos, y como Él lleva las riendas de la Historia, dejamos a Él que lo resuelva. Comprendemos que los periodistas tienen su trabajo, pero hemos tomado la decisión de dejarlo todo a la Providencia divina”, ha respondido uno de los monjes en conversación telefónica con el diario.

El País, como lleva haciendo desde que armó la mayor base de abusos de religiosos de España, ha enviado las denuncias de estos dos hombres tanto a Roma como al mando de la Iglesia en España pero confirma que “ha transcurrido desde entonces entre un año y seis meses” y no tiene noticias de que se esté moviendo nada nuevo.