Y la música salvó a Rosa María Lobo

Y la música salvó a Rosa María Lobo

Mientras participaba en el Festival de la OTI de 1979, Rosa María Lobo no podía sospechar que 'Viviré', la canción que interpretaba, acabaría siendo su tabla de salvación.

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En el internado del Santo Ángel, en el que pasó casi toda su infancia, Rosa María Lobo (Boo, Aller, Asturias, 1945) ya sabía que sería cantante. Un concurso radiofónico, Rumbo a la gloria, le confirmó esa certeza. Tras proclamarse vencedora, de nuevo, en el mítico Salto a la fama, con Enrique Martín Maqueda, se plantó en Madrid y siguió recorriendo emisoras, por la mañanacon Juan de Toro y por la tarde con José Luis Pécker.

“Un día se presentó Antonio Machín en el saloncito de la radio donde los artistas esperábamos a salir a cantar –me cuenta desde Benidorm, donde vive desde hace algún tiempo. Machín me hizo un gesto con el dedo. ‘Rosa…‘, me llamó. ‘¿Yo?’, respondí con ingenuidad. ‘Sí, tú‘. Me contrató para la gira que iba a hacer por toda España. Fue maravilloso. Aprendí mucho de su disciplina, de su modo de dirigirse al público, tan respetuoso. Un año estuvimos de un lado para otro. Machín era maravilloso, viajaba en su coche con Angelita, su esposa. La orquesta, los artistas y el cuerpo de baile íbamos en autobús por aquellas carreteras de entonces, dando saltitos, nos reíamos, cantábamos. Antes de salir siempre revisaba que todo estuviera perfecto. Yo cantaba aquello de ‘no llames a la niña por la ventana, que la niña no sale de madrugada’. Cantaba copla, cosas románticas, sudamericanas, de todo”.

Como Rosamar se presentó en 1968 en el Festival de Benidorm. Ganó Julio Iglesias con La vida sigue igual. “Desde que la escuché en los ensayos dije ‘Esta es la que va a ganar’. Era la primera vez que Julio salía a un escenario, con un traje blanco. Nos hicimos amigos, como si nos conociéramos desde siempre. En el 70, volvimos a coincidir en la selección de Eurovisión. Yo llevaba De pronto tú, una canción de José Luis Pécker, y él Gwendoline. Volvió a pasar lo mismo, él ganó y a mí me dieron el premio a la interpretación. Julio bromeaba: ′Maya me das suerte”. 

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Por entonces ya había adoptado ese nombre artístico. Para la orientación que querían dar a la carrera de la asturiana, a los ejecutivos de la RCA, Maya les sonaba muy bien. Buscaron un repertorio de temas de Atahualpa Yunpanqui y le encargaron los arreglos a Carlos Montero. En ningún momento, la discográfica se planteó un lanzamiento comercial.

“Sabíamos que no era una música para ser número uno pero lo hicimos todo con tanto cariño, con mucho entusiasmo. ‘Este disco es de fondo de catálogo, es para siempre’, decían en la RCA. No entendía muy bien lo que significaba eso pero sospechaba que era bueno aunque nunca me llevaran a Los 40 principales ni hicieran promoción. En realidad, esa idea del cantar para da caché al catálogo me ha perseguido durante buena parte de mi carrera. Cuando llegué a Hispavox, en el 72, me prometieron que iría a la radio. Lo intentaron con Pregúntale a las estrellas, con aquellos arreglos maravillosos de Waldo de los Ríos, y Luna llena estival, y poco más. Nunca he sido una artista muy comercial pero me alegro tanto de haber vivido aquella época, con tan buenos músicos, todo en directo, sin ninguna máquina que añadiera acompañamiento. Los violines, las violas, las flautas… el estudio grande de Hispavox era un derroche de inversión y talento, los mejores arreglistas”.

Al despacho del productor Rafael Trabucchelli, “siempre me acuerdo de sus ceniceros llenos de colillas”, llegó con su representante y no tardaron en ponerse de acuerdo. Sin perder el aroma de la música latinoamericana, grabaría composiciones propias y otras de corte más actual. “Waldo hizo una versión maravillosa de I’ll be home. de Randy Newman. Había otro arreglista estupendo, de origen cubano, Juan Márquez. que trabajó en algunas de las canciones que yo compuse, como Uno se pasa la vida. Después vinieron,, la Serenata para la tierra de uno, que es una de mis favoritas, y Pregúntale a las estrellas. Waldo y Trabucchelli se pasaban todo el día en Hispavox. pero los artistas apenas si coincidíamos, cada uno acudía al estudio, hacía sus grabaciones y poco más. Quizás tuve más relación con Waldo y con Paloma San Basilio, nos hicieron una sesión fotográfica a los tres en aquella casa inmensa que él tenía. También íbamos al programa de Martin Ferrand”.

Al filo de los ochenta, recuperó su nombre de pila, Rosa María Lobo, fichó por otra discográfica y grabó tres discos con temas de Pablo Herrero y José Luis Armenteros. Tras participar en el festival de la OTI de 1979 en Caracas con Viviré, se fue alejando de los escenarios. “Me instalé en Asturias, pasaron cosas, hubo una separación matrimonial, problemas económicos, murió mi hijo, necesité un trasplante de hígado. Para hacer frente a todo eso la música ha sido importantísima. Todavía lo es, todavía canto”.

Casi todas las semanas ofrece recitales a través de Facebook. Luego lee y responde los comentarios que le dejan sus seguidores. La red es ahora su escenario, el espacio que le proporciona fuerza y energía.

“Viviré es la canción de mi vida. Después de grabarla, he estado enferma, he sufrido mucho pero no he parado de decirme ‘viviré, viviré… por encima de todo viviré’. Quién me iba a decir que aquella canción sería para mi como un himno. Mi tabla de salvación. Ahí sigue, ahí seguimos, la música, la canción y yo…”.

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Miguel Fernández (Granada, 1962) ejerce el periodismo desde hace más de treinta y cinco años. Con 'Yestergay' (2003), obtuvo el Premio Odisea de novela. Patricio Población, el protagonista de esta historia, reaparecería en Nunca le cuentes nada a nadie (2005). Es también autor de 'La vida es el precio, el libro de memorias de Amparo Muñoz', de las colecciones de relatos 'Trátame bien' (2000), 'La pereza de los días' (2005) y 'Todas las promesas de mi amor se irán contigo', y de distintos libros de gastronomía, como 'Buen provecho' (1999) o '¿A qué sabe el amor?' (2007).