Ucrania abandona los aviones soviéticos y su fuerza aérea se vuelve 100% occidental
Kiev está terminando la transición gracias a las aportaciones de nuevos aviones de combate por parte de los aliados europeos.
Cuando comenzó la invasión rusa, en febrero de 2022, su defensa aérea dependía casi por completo de modelos heredados de la URSS —MiG-29, Su-27, Su-24 y Su-25—. Dos años después, esa flota ha quedado reducida a unas pocas decenas de aparatos operativos.
A lo largo de la guerra, Kiev ha logrado mantener viva esa aviación gracias a la llegada de MiG-29 procedentes de aliados como Polonia y Eslovaquia, y a ingeniosos trabajos de reparación que incluían el uso de piezas de otros aviones inutilizados. Ese esfuerzo permitió incluso adaptar los viejos cazas para emplear armamento de fabricación occidental, desde misiles aire-aire hasta bombas guiadas.
La verdadera transformación, sin embargo, empezó cuando varios países de la OTAN aprobaron el envío de hasta 95 F-16, con entregas previstas a partir del verano de 2024. Con ellos, Ucrania inicia el relevo estructural de su fuerza aérea hacia estándares occidentales, tanto en capacidades como en formación y doctrina.
El presidente Volodímir Zelenski ha aprovechado sus viajes internacionales para definir el siguiente paso. El 25 de octubre firmó con Suecia un acuerdo que abre la puerta a recibir hasta 150 cazas Gripen, uno de los modelos más versátiles y económicos de operar en Europa. Estocolmo había mostrado voluntad de apoyar antes a Kiev, pero su adhesión a la OTAN había ralentizado cualquier transferencia.
Los primeros Gripen podrían llegar en cuestión de meses, según fuentes suecas, lo que permitiría a Ucrania combinar diferentes plataformas occidentales y reducir de forma definitiva su dependencia de la tecnología soviética, difícil de mantener en plena guerra y sin cadena de suministro propia.
A este giro estratégico se suma el anuncio realizado hoy en Francia: Kyiv y París han acordado la compra de hasta cien cazas Rafale para la próxima década. Estos aparatos sustituirán progresivamente a los Mirage 2000 que Francia ya había facilitado durante los primeros compases de la invasión.
Con estos compromisos, Ucrania traza el camino hacia una fuerza aérea completamente modernizada, interoperable con la OTAN y desvinculada de los sistemas soviéticos que han marcado —y limitado— sus capacidades desde el inicio del conflicto.