Pocos saben que la mitad de los champiñones de España proceden de este pueblo de Cuenca: 5 millones de kilos al año
Se trata de uno de los grandes referentes a nivel nacional.
Con la llegada del otoño, cuando el aire se vuelve más fresco y la lluvia despierta los primeros brotes, comienza la época dorada para los amantes de las setas. Es ese momento del año en el que la naturaleza invita a caminar entre pinares, a agacharse para descubrir pequeños tesoros y a disfrutar del ritual de la recolección. En este sentido, hay un lugar donde el champiñón es mucho más que una sorpresa estacional: es un símbolo, un oficio y un motor económico.
Un pequeño municipio de La Manchuela, con plaza renacentista, conventos y huellas de Santa Teresa, ha levantado casi en silencio una de las industrias más potentes del país: Villanueva de la Jara produce cerca de 5 millones de kilos de champiñones al año, y otros 800.000 kilos de distintas setas, consolidándose como uno de los grandes referentes nacionales. Un ejemplo de cómo una tradición nacida en almacenes familiares ha evolucionado hasta convertirse en un motor económico que abastece a mercados de toda España e incluso del extranjero.
El interés mediático ha vuelto recientemente a Villanueva de la Jara tras un reportaje dedicado a su historia agrícola y patrimonial publicado recientemente por National Geographic, que subraya cómo la localidad “fue pionera en el cultivo de estas setas de manera profesional en la década de los 60 y se ha consolidado como un importante exportador”. No es para menos, ya que la comarca de La Manchuela concentra buena parte de la producción nacional de champiñón.
Más que un alimento
En general, la provincia de Cuenca produce por encima del 50% del total de champiñones del país, un dato que explica la fuerte especialización del valle. Entre las compañías locales destacan algunas que han apostado por la diversificación y la exportación. Mercajara, por ejemplo, ha impulsado el cultivo de shiitake y otras variedades, combinando tradición y técnicas importadas para atender tanto el mercado nacional como el europeo.
Esa apuesta por la innovación ha colocado a la villa en los mapas profesionales del sector micológico. El origen de la actividad en Villanueva no fue casual: a mediados del siglo XX los agricultores aprovecharon cuevas y sótanos con condiciones de humedad y temperatura ideales para experimentar con el hongo blanco. Con el tiempo esas prácticas artesanales se fueron tecnificando y hoy muchas champiñoneras ofrecen visitas guiadas para mostrar todo el proceso.
El champiñón no solo alimenta la economía, sino que forma parte de la identidad culinaria. Rutas enoturísticas, ferias locales y festividades completan la oferta para quienes llegan al pueblo en busca de patrimonio, gastronomía y experiencias en granjas familiares. El resultado es una mezcla poco habitual: ramaje histórico y una industria agrícola intensiva que conviven en un mismo paisaje.