El cielo de muchos puntos de España se tiñe de estos colores durante una celebración y obedecen a una razón química
Es una obra de ingeniería química.

Cada verano, miles de personas en toda España alzan la vista al cielo para disfrutar de un espectáculo tan fascinante como mágico: los fuegos artificiales. Desde las Fallas de Valencia hasta las verbenas en pequeños pueblos, las celebraciones se llenan de luz, color y sonido. Pero lo que para muchos es simplemente un despliegue festivo, es en realidad una obra de ingeniería química cuidadosamente diseñada para emocionar.
En el corazón de cada fuego artificial hay una fórmula científica. Según cuenta el medio Muy Interesante, las cápsulas que explotan en el cielo contienen un tubo con pólvora y pequeñas esferas llamadas "estrellas", que combinan combustible, agentes oxidantes, aglutinantes y sales metálicas.
Esas sales, como el nitrato de estroncio, el cloruro de cobre o el carbonato de sodio, son las responsables de que veamos colores tan distintos como rojos intensos, azules eléctricos, verdes, dorados o violetas.
Cuando comienza la magia
Cuando el proyectil alcanza su altura máxima estalla y entonces, el calor activa las sustancias químicas, y los electrones de los metales se excitan y liberan energía en forma de luz. Cada metal emite una longitud de onda diferente, y por tanto, un color específico.
Por ejemplo, el sodio genera una luz amarilla brillante; el cobre, azul; el estroncio, rojo; el bario, verde; y el litio, rojo más intenso. Además, si se combinan entre ellos logran matices intermedios, como el púrpura.
Física, simetría y altura
El espectáculo visual no solo depende del color. También influye la forma y el patrón de la explosión, que se determina desde el diseño del proyectil. Las estrellas se colocan en la carcasa de forma simétrica, lo que asegura que, al explotar, se expandan con regularidad. Según cómo se ordenen y el tipo de retardo del detonador, el cielo puede dibujarse con figuras tan distintas como anillos, cascadas, palmeras o corazones.
Además, la física del impulso y el tamaño del proyectil determinan la altitud del estallido. Algunos fuegos alcanzan hasta 300 metros de altura, ideales para grandes festivales, mientras que los más pequeños estallan a unos 100 metros, generando formas más compactas. La precisión en la mezcla de pólvora y en el diseño del fusible retardante es clave para lograr un efecto visual armónico y seguro.
