España es el país que más ascensores tiene en el mundo y aún así son pocos
Es mucho más que un servicio.

No es solo un artefacto que nos lleva de una planta a otra. El ascensor es una pieza clave en la historia urbana y social de España. Ha determinado cómo se construyen nuestras ciudades, cómo se distribuye el espacio, e incluso quién puede acceder a una vida digna y quién queda relegado al encierro.
En España lideramos el ranking mundial de ascensores por habitante, pero de una forma paradójica, no son suficientes, ya que más de un millón de edificios siguen sin ellos, dejando a muchas personas atrapadas en sus propias casas.
Desde la fiebre constructora del franquismo hasta las nuevas exigencias de accesibilidad del siglo XXI, el ascensor se ha convertido en mucho más que un servicio: es un símbolo de progreso o exclusión, de igualdad o aislamiento. En España, tener o no tener ascensor puede definir una vida.
Del lujo burgués a necesidad básica
La clave de este problema está en la densidad. En los años 50 y 60, la migración masiva del campo a la ciudad obligó a construir viviendas de forma rápida, económica y vertical. Miles de bloques de apartamentos se levantaron en barrios como Moratalaz (Madrid) o el Barrio de las Flores (A Coruña), muchos sin ascensor para reducir costes. El resultado es que 1,2 millones de edificios carecen de ascensor en un país con una población cada vez más envejecida.
Hasta los años 70, el ascensor era un lujo. Solo los edificios de clase alta lo incorporaban. Con la expansión urbanística de la Transición y el auge del turismo, el ascensor se democratizó y pasó a ser un estándar. Ahora, su ausencia puede suponer una condena silenciosa para miles de personas con movilidad reducida como ancianos que no pueden salir de casa o familias atrapadas por la inaccesibilidad.
Un motor mecánico y económico
Este sector mueve en el país cerca de 3.000 millones de euros al año, según Federación Empresarial Española de Ascensores (Feeda), con un crecimiento constante en obra nueva, mantenimiento y exportaciones. Sin embargo, la mitad del parque de ascensores tiene más de 20 años, lo que implica un reto de modernización y seguridad.
Además, la ley no se cumple del todo. El Real Decreto Legislativo 1/2013 establecía que, desde 2017, todos los edificios debían ser accesibles. Hoy, eso está lejos de ser una realidad. “Hay personas que no pueden salir de su casa porque las escaleras siguen ahí, sin alternativa”, recuerda Francisco González, director de Feeda.
¿Y ahora qué?
Es necesario hacer accesibles millones de viviendas antes de que el envejecimiento de la población nos pille desprevenidos. Las administraciones ya ofrecen subvenciones, pero los desafíos son múltiples: financiación en comunidades pequeñas, falta de espacio físico, normativa dispersa.
