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La mortal diarrea que acabó con el emperador romano que construyó el Coliseo
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La mortal diarrea que acabó con el emperador romano que construyó el Coliseo

Fue dos meses antes de la erupción que sepultó Pompeya y Herculano.

Coliseo romano.Getty Images

Vespasiano, fundador de la dinastía Flavia y artífice del majestuoso Coliseo de Roma, murió en el verano del año 79 d.C. de una forma tan insólita como dramática. Fue apenas dos meses antes de la erupción del Vesubio que sepultó Pompeya y Herculano bajo cenizas.

Aquel 23 de junio, mientras disfrutaba de sus vacaciones en una villa cerca de las termas de Cotilia, en la región de Campania, el emperador Tito Flavio Vespasiano comenzó a sufrir unas fiebres que, en poco tiempo, se agravaron hasta provocar lo que los cronistas romanos describen como un “flujo de vientre”. 

Murió a causa de lo que hoy llamaríamos una diarrea severa, y que resultó letal para el hombre que había devuelto cierta estabilidad a Roma tras el caótico “año de los cuatro emperadores”.

“Un emperador debe morir de pie”

El historiador Gayo Suetonio Tranquilo, en su célebre obra Vidas de los doce césares, describe los últimos momentos del emperador con un toque casi teatral. Vespasiano, débil y consciente de su final, pronunció una frase que pasaría a la historia: “Un emperador debe morir de pie”. Él intentó levantarse antes de caer muerto entre los brazos de sus sirvientes. Tenía 69 años, siete meses y siete días.

Una ironía cruel, considerando que el emperador solía acudir a las aguas frías de Cotilia, las cuales eran descritas por Plinio el Viejo como beneficiosas para el estómago y el cuerpo, buscando precisamente aliviar sus dolencias. Sin embargo, Suetonio atribuye el agravamiento de su enfermedad al “uso inmoderado de agua fría, que le destruyó el estómago”.

El hombre detrás del Coliseo

A pesar de su insólita muerte, Vespasiano no es recordado por su final, sino por su legado monumental que fue el inicio de la construcción del Coliseo romano, símbolo eterno del poder y la arquitectura del Imperio.

Fue en el año 69 d.C., al poco de acceder al trono, cuando ordenó levantar este coloso de piedra y mármol. Para ello, utilizó la mano de obra de 12.000 esclavos judíos traídos por su hijo, Tito, tras tras su campaña en Jerusalén. El asedio dejó un millón de muertos y miles de prisioneros, que fueron enviados a trabajar por todo el Imperio. Algunos cavaron minas en Egipto o Cerdeña; otros, pusieron piedra sobre piedra para edificar el anfiteatro más famoso del mundo.

No solo la mano de obra fue fruto de la guerra, también el financiamiento del Coliseo se obtuvo, en gran parte, con el botín saqueado en Jerusalén, como destacan investigadores como José María Zavala. El esplendor romano, una vez más, se construía sobre las ruinas ajenas.

El inicio de una nueva dinastía

La muerte de Vespasiano marcó el fin de su gobierno, pero también el inicio oficial de la dinastía Flavia, que cambiaría el rumbo del Imperio. Su hijo Tito, heredero natural y vencedor en Judea, fue proclamado emperador con el respaldo del Senado y, según Suetonio, incluso con el favor de los dioses.

Vespasiano dejó tras de sí una Roma en reconstrucción, un imperio más estable y un coloso arquitectónico que aún hoy sigue asombrando al mundo. Murió no en el fragor de la batalla ni víctima de una conspiración, sino de una dolencia estomacal que ni las aguas “milagrosas” de Cotilia pudieron curar.