Leticia Dolera: "Pese a que las mujeres son las víctimas, tenemos que empezar a ver que el abuso es un problema de hombres"
La directora, escritora y actriz presenta la serie 'Pubertat' (HBO), donde aborda una agresión sexual entre menores, ganadora de un Premio Ondas.

A la hora de hablar de agresiones sexuales a menores, se suele pensar en un adulto que ejerce un poder sobre la víctima. No obstante, los agresiones y abusos sexuales entre menores de edad ha incrementado en los últimos años. Según los datos del Ministerio de Interior, en 2023, la violencia ejercida entre menores asciende al 9% de la población adolescente. De ahí que las producciones audiovisuales como Adolescencia (Netflix) o Pubertat (HBO), sean cada vez más frecuentes. Pubertat, dirigida y protagonizada por Leticia Dolera, presenta una visión distinta a la de la serie que tanto dio que hablar de Netflix.
En el entorno de los castells y de una familia de un pequeño pueblo de Cataluña muy arraigada a esta tradición se produce una agresión sexual a una menor. Dos de los acusados son de la misma familia y uno de ellos, hijo de una escritora feminista, encarnada por Dolera que se enfrentará a sus propias contradicciones.
"Creo que ser feminista, tener una mirada crítica de la sociedad y unos ideales hacia los cuales sabes que quieres caminar tanto individual como socialmente conlleva ser consciente de tus contradicciones", defiende la creadora de la producción en su entrevista con El HuffPost.
Aunque admite que no le molestan las comparaciones con la serie británica que batió todos los récords en Netflix, Dolera apunta a que su visión es más "luminosa" y deja una puerta abierta a la vía de la justicia restaurativa y a la capacidad de aprendizaje y reinserción de esos menores. "Creo que andamos un poco también escasos no sé si de visiones utópicas, pero sí de de visiones optimistas, en tanto a la capacidad transformadora de las personas cuando se unen", detalla.
La directora también pone el foco sobre la influencia que tiene la pornografía en los menores de edad, para lo que cree que la legislación va dando pasos demasiado lentos a la hora de limitarse y denuncia la falta de unidad a la hora de apoyar la educación sexual. "Creo que una persona, ya sea de izquierda o de derecha, estará de acuerdo en que la comunicación es un elemento clave en la sexualidad. Es decir, hay muchas partes, muchos temas que creo que podríamos y deberíamos incorporar al currículum educativo", recalca.
Lo mismo cree con la prostitución, a la que califica como una "institución patriarcal con siglos de historia" y denuncia que no haya apoyo ni siquiera entre algunos sectores de la izquierda. "Cuando se han presentado leyes en contra de la trata, ya ni siquiera para abolir la prostitución, ha sido para mí una gran decepción ver que partidos de izquierdas y autodeterminados feministas votaban en contra de estas medidas. Creo que es un fracaso para los derechos humanos y los derechos de las mujeres", detalla.
Vemos que está a la orden del día a nivel cultural, audiovisual y de debate público, la educación sexual de los menores y el incremento de las agresiones, ¿ha influido en la serie? ¿Cómo nace la idea de Pubertat?
La idea de Pubertat nace hace casi siete años por un caso que conocí y cómo los adultos no habían sabido gestionar digamos de manera ejemplar la situación. Una cosa que es muy fácil de decir desde fuera pero no tanto desde dentro.
A raíz de eso, sumado que estábamos en plena ola del MeToo, empecé a reflexionar sobre cómo de confusos estábamos los adultos en torno a este tema, pese a que había una respuesta social mundial en contra de la violencia sexual, pero cómo tenían que estar percibiendo esa tensión, pues los más vulnerables, que son la infancia y la adolescencia.
Si cogemos el Congreso como espejo de ese debate social, era un momento en el que había muchísima tensión e incluso diputados y diputadas vacilaban en torno al concepto del consentimiento. Parecía un juego de trincheras de ver quién dice la frase más contundente para ganar una especie de partida extraña.
Ahí nace, aunque luego es verdad que vino Vida Perfecta 2 y otros proyectos que iba haciendo, pero la semilla de la reflexión seguía ahí y creo que al final la ficción es un lugar que te permite explorar estos grises, estas contradicciones de lo humano y hacerte preguntas en comunidad.

Precisamente el papel que encarnas, de una madre escritora feminista que ve cómo su hijo, al que cree que ha educado perfectamente en igualdad, se puede ver involucrado en una agresión sexual, tiene muchas contradicciones. ¿Cuánto hay de ti en él? ¿Te has visto a nivel personal en un conflicto similar?
Creo que ser feminista, tener una mirada crítica de la sociedad y unos ideales hacia los cuales sabes que quieres caminar tanto individual como socialmente conlleva ser consciente de tus contradicciones. Eso no quiere decir que seas más o menos feminista porque creo que ese grado en lo personal no existe, sino que al final es tener una mirada crítica y comprender de dónde nacen las decisiones que tomamos y cuáles son los mecanismos de poder que están operando en estas decisiones.
Evidentemente, creo que tener esa conciencia implica una contradicción siempre en muchos aspectos y muchos ámbitos de la vida. Eso no quita que tú sepas hacia dónde quieres caminar, mientras caminas lo haces con tus mochilas, de experiencias, de contradicciones, de luces, de sombras y de heridas incluso.
Pero en redes sociales esas mochilas no suelen tenerse en cuenta, ¿crees que la opinión inmediata está perdiendo la perspectiva del contexto?
En realidad las redes están matando el pensamiento complejo que está más cercano de la propia vida que algo que cabe en un tuit. De hecho, hace años que dejé Twitter porque me parecía un lugar muy hostil y muy tóxico que además sólo fomentaba la trinchera y creo que la trinchera empobrece individual y colectivamente.
¿Por qué la decisión de ubicar la trama en un ambiente familiar y tradicional como son los castells?
Quería que cohabitaran precisamente las miradas más conservadoras y tradicionales con las más progresistas y mostrar cómo esa coexistencia puede ser fértil, estimulante o puede ser lo contrario, que te pueda llevar a más tensión y más atrincheramiento. En el caso de la serie, está simplemente como a modo de metáfora de demostrar cómo coexiste esta visión o este mantenimiento de la cultura popular y de la tradición con las miradas progresistas, en este caso feministas, que vendría a ser las nuevas generaciones, el personaje de Lucía.
Como quería que esa tensión o esa coexistencia estuviera de manera simbólica durante toda la trama y la historia, pensé en la cultura popular como un lugar perfecto para enmarcar la historia. Ya empezando a reflexionar y a pensar universos de la cultura popular, cuando tuve en mi mente la imagen de un castell vi que eso encerraba el alma de la serie. Como hablamos de algo que es individual y que ocurre en el terreno de lo íntimo pero que afecta a todo un colectivo y cuya sanación o prevención pasa por lo colectivo. El problema del machismo o de la violencia sexual no se va a solucionar de forma individual sino que pasa por la solución y la mirada colectivas.

¿Falta hablar de feminismo con los hombres, incluirlos en el movimiento, especialmente los jóvenes?
Creo que la intención es que sí porque creo que el feminismo es una cuestión de derechos humanos y creo que es verdad que como las víctimas de la violencia sexual y de la violencia machista somos las mujeres parece que este es un problema de mujeres. Pero en realidad si miramos los datos vemos que la violencia machista y la violencia sexual la ejercen básicamente los hombres. Aunque esto no quiere decir que no haya casos de violencia sexual, en la infancia por ejemplo, por parte de mujeres, pero son los menos.
Entonces es un problema de hombres, que tienen los hombres y creo que los hombres deberían sentirse interpelados por esto y no refugiarse en el escudo de las denuncias falsas, que no digo que no existan, pero el hecho de que existan o no no quita que exista todo este problema estructural de violencia sexual. Ojalá todos los hombres preguntasen a todas las mujeres de su entorno si han sufrido violencia sexual, se sorprenderían.
Entonces creo que tenemos que intentar cambiar la percepción de que la violencia machista y sexual es un problema de las mujeres, pese a que las mujeres son las víctimas y empezar a ver que es un problema de los hombres.
Pero luego cuando hay algún caso de violencia sexual salen movimientos como Notallmen.
Nosotras somos las primeras que decimos que no todos los hombres. Eso está clarísimo, pero claro, en estos tiempos de trinchera, de pensamiento corto, de casi confundir la ideología con la identidad... Como estamos faltos de sentimiento de pertenencia porque es lo que hacen las pantallas, aislarte, te olvidas de que formas parte de una comunidad humana que tiene mucho que darte y en la que tú tienes mucho que dar.
Creo que esta falta de sentimiento de pertenencia en lo comunitario, que al capitalismo tanto le interesa, hace que nos perdamos en esto de la trinchera ideológica y sintamos que la idea es la identidad, por lo tanto, si tú estás atacando una idea que yo defiendo, estás atacando a mi identidad y me estás atacando a mí, cuando en realidad las ideas son volubles, complejas, pueden tener aristas y lo que hacen es enriquecerse las unas por las otras.

También abordas el debate de la pornografía y la influencia que tiene en los menores de edad, ¿crees que habría que limitarlo más? ¿O que se está focalizando el debate en eso en lugar de en otros aspectos como la educación sexual?
El debate de la pornografía y de la prostitución, que para mí van muy de la mano, hace años que el feminismo lo ha puesto sobre la mesa y no ha habido ninguna legislatura lo suficientemente comprometida con los derechos de las mujeres que haya querido afrontar este tema. Evidentemente, que los menores no deben ver pornografía, creo que eso es indiscutible y lo sabemos todos, pero no hacemos nada. Creo que ahora van a poner más trabas para que sea más difícil acceder, pero no sé, encuentro que están tardando mucho. Para otras cosas se va muy rápido y para esta, no.
Otro sería el debate de la pornografía, que es otro debate complejo y largo. En todo caso, no creo que la pornografía sea algo feminista, ni que exista la pornografía feminista en sí misma, porque algo feminista sí favorece a la igualdad. No sé en qué medida la pornografía favorece a la igualdad. Entonces, lo que sí que tengo clarísimo es que los menores no deberían ver pornografía y que al contrario lo que tenemos es que darles herramientas. Si no les damos herramientas en lo sexual, las van a ir a buscar porque la curiosidad forma parte de la edad.
No sé a qué esperamos para llegar a unos mínimos de consenso en la educación sexual, que no dependa de la ideología de la familia, ni de la ideología del colegio, sino que haya un mínimo. Yo creo que podemos estar todos y todas de acuerdo para darles herramientas a los chavales y las chavalas. Sobre todo, el poder nombrar los órganos sexuales, el poder entender qué es el consentimiento, qué es el deseo, cómo operan el poder y el miedo a veces en el consentimiento, cómo se puede viciar y cómo la sexualidad es comunicación.
Creo que una persona, ya sea de izquierda o de derecha, estará de acuerdo en que la comunicación es un elemento clave en la sexualidad. Es decir, hay muchas partes, muchos temas que creo que podríamos y deberíamos incorporar al currículum educativo.
¿Crees que la división o ese cisma del que se habla dentro del movimiento feminista podría estar retrasando un consenso especialmente de la prostitución y en la pornografía en general?
Podría ser. Realmente, lo que creo es que la prostitución no se termina de abordar porque en realidad favorece al sistema. Es una institución, te diría, patriarcal con siglos de historia que se da la mano con el racismo y con el capitalismo de una forma brutal, que se aprovecha de las mujeres empobrecidas y que favorece en su conjunto la idea de que los cuerpos de las mujeres están para satisfacer el deseo de los hombres.
Para mí no cabe una afirmación de que la prostitución es feminista, porque creo que es todo lo contrario. Cuando se han presentado leyes en contra de la trata, ya ni siquiera para abolir la prostitución, ha sido para mí una gran decepción ver que partidos de izquierdas y autodeterminados feministas votaban en contra de estas medidas. Creo que es un fracaso para los derechos humanos y los derechos de las mujeres.

¿Y cómo has llevado las comparaciones con Adolescencia, con la producción británica de tu serie?
Es una serie que tiene mucho éxito, ni tan mal, pero creo que son series muy distintas, porque Adolescencia es mucho más dura y áspera, y te deja una sensación de desesperanza para con los adolescentes. Pubertat es más tierna y más luminosa, sin que eso sea mejor ni peor. Pero digamos que la apuesta fue más de una mirada tierna y esperanzadora respecto a este tema
De hecho, el final deja una puerta abierta a esa reinserción, al arrepentimiento y a ese aprendizaje.
Para mí, el arte puede ponernos delante distintos marcos mentales, psicológicos, filosóficos. Creo que el ser humano es capaz de lo peor, pero también de lo mejor. Y creo que andamos un poco también escasos no sé si de visiones utópicas, pero sí de de visiones optimistas, en tanto a la capacidad transformadora de las personas cuando se unen. Creo que en ese sentido, a mí como autora me nace la necesidad de poner el foco en el conflicto y también en las sombras, pero encender la luz de la habitación. Aquí teníamos oscuridad, pero podemos también abrir las ventanas y, con las herramientas adecuadas, transformar parte de esa oscuridad en luz, por lo menos parte.
De hecho, abordas el proceso judicial dejando parte a la esperanza, también con datos que sustentan que ese proceso existe y se da. ¿Cómo documentaste y preparaste esa parte que narra esa desconocida justicia restaurativa?
Estuve hablando con fiscales de menores, con abogados, con abogadas, con psicólogas que trabajan con menores imputables y inimputables, con psicólogas que han trabajado con agresores, con víctimas... Me documenté mucho porque me parecía un tema muy sensible y quería, no solo tirar de imaginación, sino también tirar de realidad y ser fiel a los procesos judiciales. Cuando descubrí la justicia restaurativa me llamó muchísimo la atención y me pareció que tenía que estar en la serie.
