Descubrimos el maridaje invertido, otra forma de degustar un buen vino con una sabrosa comida
Cambiar el orden de elección le da al vino la importancia que merece a la hora de potenciar el disfrute gastronómico.
Lo habitual es que cuando visitas un restaurante para comer o cenar, apuestes por una serie de platos que te apetezca degustar, y en función de eso acudas a la carta de vinos para elegir el que te resulte más adecuado para lo que vas a comer y que tenga buena relación calidad-precio.
Que quieres un solomillo, un vino tinto. ¿Esta vez ha sido una lubina? Por supuesto toca blanco. Y no solo eso, sino que dependiendo del tipo de carne o de pescado, hay caldos que encajan mejor. Pero vuelve a ser lo mismo. El vino no pasa a un segundo plano, en absoluto, aunque está supeditado a la elección de la comida.
Dos platos para un tinto de Ribera del Duero
Con el maridaje invertido, esto no ocurre. Se trata de una técnica en la que la creación o elección del plato se basa en la selección previa del vino. De este modo, hemos invertido el orden tradicional, hemos cambiado lo que suele ser habitual en numerosos casos.
Queremos este vino, o este otro, en función de su variedad, añada, zona de procedencia, tiempo de maduración, nivel de azúcar, color o forma de elaboración. Y una vez elegido, apostamos por el plato que mejor le va. Así lo proponen ya algunos sumillers, que en función del vino que se desee, recomiendan los alimentos que van a potenciar sus cualidades.
Esto lo descubrimos durante la presentación de Coto de Caleruega, nueva marca de Barón de Ley, grupo vinícola de La Rioja que ha dado el salto a Ribera del Duero, apostando para ello por la localidad burgalesa de Caleruega.
De este modo, disfrutamos de Coto de Caleruega Roble 2024, formado en un 96 por ciento por tempranillo, y un cuatro por ciento de Merlot, que regó una tosta de roast beef con salsa vitello tonatto y bocadillo de torreznos de mayonesa de kimchi. Este caldo potencia estos sabores, creando una magnífica experiencia.