Mete la esponja en el congelador y acaba teniendo el elemento de cocina destructor de bacterias
Quienes lo han probado, ya lo incluyen en su rutina semanal de limpieza.
En la cocina, la higiene es clave. Aunque solemos preocuparnos por la limpieza de platos, encimeras o utensilios, a menudo pasamos por alto un objeto que, paradójicamente, usamos para limpiar todo lo demás. Se trata de la esponja de fregar, la cual está presente en la mayoría de los hogares, puede convertirse en un auténtico foco de bacterias.
Los científicos aseguran que en la superficie de este accesorio cotidiano, pueden alojarse hasta 10 millones de microbios por centímetro cuadrado. Esta cifra es tan alta que incluso supera incluso la cantidad de bacterias presentes en el asiento de un inodoro.
Con este panorama, no es de extrañar que expertos en higiene doméstica recomienden reemplazar las esponjas con frecuencia. Sin embargo, el truco casero de guardar la esponja en el congelador está ganando popularidad por su eficacia, sencillez y bajo coste.
¿Por qué meterla en el congelador?
A primera vista, puede parecer una idea extraña, pero la lógica científica detrás del truco es clara. La humedad y los restos de comida atrapados en las fibras de la esponja crean el ambiente perfecto para que las bacterias se multipliquen.
Cuando la esponja se coloca en el congelador, las bajas temperaturas —por debajo de -18 °C— destruyen gran parte de esos microorganismos, eliminando el mal olor y reduciendo el riesgo de que pasen a los platos o a las manos.
A diferencia de hervir la esponja o usar productos químicos, métodos que suelen deteriorar sus fibras, el congelado no daña su estructura. De este modo, no solo se consigue una desinfección efectiva, sino que también se prolonga la vida útil de la esponja, lo que implica un ahorro económico.
Grandes resultados
El procedimiento no podría ser más simple, basta con meter la esponja húmeda en una bolsa de plástico y dejarla en el congelador durante la noche. A la mañana siguiente, la esponja se ve más limpia, el mal olor desaparece y está lista para volver a usarse.
Quienes han probado este método afirman que incluirlo en la rutina semanal de limpieza supone un cambio significativo en la higiene de la cocina. Además, al tratarse de una medida casera sin químicos, resulta una opción respetuosa con el medioambiente y con la salud.