Los investigadores alertan del malestar grave que hay que abordar cuando un niño dice que no quiere ir al cole
Un nuevo estudio diferencia entre dos aspectos clave para entender qué le pasa: reticencia escolar y rechazo escolar.

No. Los niños no odian 'ir al cole'. No, al menos, en sus primeros años. Superados los miedos de los primeros días, son una inmensa mayoría los que están deseando reencontrarse con los amigos, con sus profes, y aprender cosas que poder contar en casa.
Por ello, los pedagogos y los especialistas en educación señalan que hay que poner mucha atención cuando un niño comienza a decir que no quiere ir a la escuela o se muestra incómodo con la sola idea de volver a clase.
Si bien los factores son casi infinitos, dependiendo de cada niño, su carácter, sus circunstancias personales o familiares, y del entorno... también hay patrones que se pueden detectar y que indican algo relevante.
Los investigadores australianos Rachele Leslie, Annette Bromdal, Cris Townley y Glenys Oberg han publicado un artículo en The Conversation, donde analizan la reticencia escolar y el rechazo escolar. Dos conceptos parecidos, pero no iguales que hay que saber diferenciar.
Según los investigadores, la reticencia escolar se produce cuando un niño, aunque no rechaza categóricamente la escuela, muestra una resistencia temporal vinculada a factores específicos. En estos casos, el rechazo no es radical, sino más bien una expresión de malestar que puede ser causado por eventos particulares , como un examen próximo, un conflicto con un compañero de clase o actividades escolares no deseadas como un viaje lejano o una clase de natación.
La reticencia suele ser temporal y a menudo se manifiesta con síntomas físicos, como dolor de estómago, dolor de cabeza o una sensación general de malestar. También en una mayor tendencia a apoyarse en los padres aún más marcada que de normal, algo que se da también entre adolescentes y que da la pista de problemas.
En estos casos, explican los investigadores, la clave está en escuchar y validar los sentimientos del niño, haciéndole sentir comprendido y animándole a reaccionar sin hacerle verse mal por sentirse triste o desanimado.
Más grave resulta el rechazo escolar, cuando el niño insiste en no ir a clase y vive con una ansiedad o miedo marcados cualquier asunto relacionado con el 'cole'. Ahí, madres y padres deben saber ver que hay problemas severos, cuyos síntomas son evidentes.
Si el niño refiere problemas físicos ya dentro del aula, se viste con dificultad impropia en otros momentos o rompe a llorar al pensar en el colegio, es muy posible que el pequeño afronte un episodio de rechazo escolar y de ansiedad.
Para abordar los casos más complicados, los autores del artículo sugieren que los padres adopten inmediatamente un enfoque basado en la empatía y no en la confrontación, ya que el castigo o la imposición sólo empeoraría la situación.
La intervención temprana es esencial y el apoyo psicológico de un profesional puede ayudar a identificar las causas profundas de la angustia, como la ansiedad o un trauma no resuelto.