Epicteto, filósofo griego: "Solo hay un camino hacia la felicidad y es dejar de preocuparse por las cosas que están más allá de nuestro poder o nuestra voluntad"
Los filósofos de la antigüedad están de moda y llenan las librerías. Es probable que te regalen uno, así que ahí va una "clase" breve de uno los referentes.

La filosofía del mundo antiguo, como el estoicismo, están de moda, con millones de libros vendidos y convirtiendo a autores como Marco Aurelio y sus Meditaciones, en libros de cabecera, 2000 años después. El emperador romano bebió de las fuentes estoicas de Epicteto, perfecto para seguir sus enseñanzas al comenzar el año y así tener un 2026 de lo más equilibrado y esperanzador.
Es muy probable que Papa Noel te haya traído un libro sobre el estoicismo, o que lo hagan los Reyes Magos. La moda sigue y con ella la búsqueda de dar sentido y equilibrio a la vida en un mundo actual tan cambiante y loco. Es hora de parafrasear al malo de La jungla de cristal y decir aquello de "ventajas de leer a los clásicos".
Quién es Epicteto
Igual lo estudiaste en el colegio o en una carrera, pero si no así o se te ha olvidado, ahí va una "clase" rápida.
Nacido en la esclavitud, Epicteto se convirtió en uno de los pensadores más influyentes del estoicismo antiguo. Su vida es inseparable de su obra: sin poder político, sin riqueza y durante años sin libertad jurídica, desarrolló una filosofía centrada en la libertad interior, la responsabilidad moral y la resiliencia. La frase que lo resume todo —"solo hay un camino hacia la felicidad…"— no es un aforismo bonito, sino una conclusión vital nacida de la experiencia.
Epicteto sostenía que la felicidad no depende de lo que nos ocurre, sino de cómo juzgamos lo que nos ocurre. Esa idea, formulada hace casi dos mil años, sigue siendo una de las más citadas y buscadas cuando se habla de bienestar, autocontrol y sentido de vida.
La visión estoica de la naturaleza humana
En el centro de su pensamiento hay una idea clara: el ser humano es mortal pero racional. A diferencia de los animales, no solo recibe impresiones del mundo exterior, sino que puede examinar, evaluar y aceptar o rechazar esas impresiones. Para Epicteto, esta capacidad de juicio es lo que define nuestra humanidad.
La clave no está en evitar el dolor, el fracaso o la pérdida —algo imposible—, sino en no confundirlos con el mal moral. El error humano, según él, consiste en creer que lo externo determina nuestra valía o nuestra paz. Cuando eso ocurre, aparecen la ansiedad, el miedo y la frustración.
De esclavo a maestro estoico
Epicteto fue un esclavo en Roma y se formó filosóficamente bajo la tutela de Musonio Rufo, uno de los grandes maestros del estoicismo romano. Gracias a esta formación, incluso siendo esclavo, accedió a una educación reservada a muy pocos.
Tras obtener la libertad, comenzó a enseñar filosofía en Roma. Sin embargo, a finales del siglo I, el emperador Domiciano decretó la expulsión de los filósofos. Epicteto se trasladó entonces a Nicópolis, donde fundó su propia escuela. Allí desarrolló un enfoque radicalmente práctico: la filosofía no debía servir para impresionar, sino para vivir mejor.
Impresiones, asentimiento y responsabilidad moral
Uno de los conceptos centrales de Epicteto es el de impresión (phantasía). Todos recibimos impresiones del mundo: una pérdida, una ofensa, una enfermedad. Pero lo decisivo no es la impresión, sino el asentimiento que le damos.
Epicteto insistía en que nadie puede obligarnos a juzgar algo como bueno o malo. Esa decisión es siempre nuestra. De ahí deriva la responsabilidad moral: si elegimos cómo interpretar lo que sucede, somos responsables de nuestras emociones y de nuestras acciones. No hay destino ni azar que nos exima de esa tarea.
La voluntad como núcleo de la libertad
Para explicar esta idea, Epicteto recurrió al concepto de prohairesis, la voluntad racional. No se trata de una decisión concreta, sino de la facultad misma de elegir. Esa voluntad, decía, es naturalmente libre: ninguna circunstancia externa puede dominarla por completo.
Puedes perder la salud, el dinero o la reputación, pero no tu capacidad de decidir cómo responder. En esa distinción se juega, para Epicteto, la auténtica libertad. Todo lo demás —estatus, posesiones, reconocimiento— es secundario y frágil.
Epicteto fue especialmente duro con una idea muy extendida entonces y ahora: que la felicidad depende de lo que tenemos o de lo que nos ocurre. Para él, emociones como el miedo, los celos o la tristeza persistente nacen de juicios equivocados, no de hechos inevitables.
La filosofía, entendida como ejercicio cotidiano, sirve para reeducar esos juicios. No elimina el dolor, pero sí evita el sufrimiento innecesario. Unas enseñanzas perfectas para aplicarlas en el comienzo de 2026 y tenerlas como objetivo continuo el resto de tu vida.
