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Álvaro Quesada, tatuador de pacientes con cáncer de mama: "No hay euro que pague ese momento cuando se ven en el espejo"

Álvaro Quesada, tatuador de pacientes con cáncer de mama: "No hay euro que pague ese momento cuando se ven en el espejo"

El profesional es pionero en la reconstrucción de la areola y el pezón en mujeres que han sufrido esta enfermedad. 

El tatuador Álvaro Quesada coloca una plantilla a una paciente antes de dibujar la areola-pezón
Álvaro Quesada coloca una plantilla a una paciente antes de dibujar la areola-pezónÁLVARO QUESADA

El proceso de una paciente de cáncer de mama no termina con el último ciclo de quimioterapia o con la última revisión, especialmente si se ha sometido a una intervención quirúrgica para extirpar un pecho. Muchas mujeres atraviesan una fase de gran carga emocional ya que les cuesta reconocerse en el espejo y para la que cada vez surgen más alternativas.

Además de las reconstrucciones de prótesis mamarias después de una mastectomía, algunas mujeres también optan por la micropigmentación o el tatuaje para conseguir reconstruir la areola y el pezón. El tatuador Álvaro Quesada es precisamente pionero en España a la hora de utilizar el tatuaje para ayudar a las pacientes a recuperarse, alejándose de prejuicios y centrándose en mejorar su proceso emocional desde la empatía.

“Empecé en 2016, hace ya nueve años. La iniciativa fue a partir de un cirujano del Hospital de Torrejón, muy amigo mío, que un poco con la necesidad de ofrecer un tratamiento definitivo, porque ellos hacían micropigmentación, me invitó a hacerlo”, cuenta Quesada en una llamada telefónica.

“Empecé en 2016, hace ya nueve años. La iniciativa fue a partir de un cirujano del Hospital de Torrejón que me invitó a hacerlo por la necesidad de ofrecer un tratamiento definitivo"

El tatuador explica que en el primer momento “todo fue supervisado por el equipo médico”, mientras él iba poco a poco estudiando cómo podía trabajar con las pacientes. “Indagué un poco sobre otros artistas que hacían este tipo de técnica en Estados Unidos y me di cuenta de que era un tatuaje al uso. La máquina era de tatuaje, los pigmentos eran de tatuaje...”, comenta.

“Te das cuenta que cada paciente es un mundo y depende mucho del tratamiento previo que haya recibido ya sea radioterapia, quimio... Luego hay pacientes con necrosis, pacientes que han tenido un tratamiento profiláctico un poco más preventivo... Entonces te tienes que ir adaptando un poco a la paciente y al caso que tienes entre manos. Yo llevaré más de 1.000 pacientes desde entonces y cada día me encuentro con algo que digo ‘coño esto nunca lo había visto”, reflexiona sobre su trabajo.

Quesada estuvo varios años colaborando con el Hospital de Torrejón de manera altruista, hasta que se volvió complicado mantener esta parte de su actividad y decidió seguir ofreciéndola a precios asequibles en su estudio de Madrid. “Llegó un momento que dedicar un día a la semana en ir allí era inviable e insostenible. Yo tengo un negocio y mi fuente de ingresos no es el tema oncológico, por lo que llegó un momento que no podía continuar con ello”, se lamenta el tatuador.

"Cada semana recibo pacientes en el estudio. No es lo que más me llena a nivel moral, pero no hay otra manera porque al final no tienes ningún tipo de financiación. Yo me costeo todo. Investigué un poco sobre lo que estaban cobrando en clínicas privadas por micropigmentación y establecí unas tarifas que casi cualquiera se puede permitir y me ayuda un poco a poder seguir sufragando los gastos”

“A día de hoy, cada semana recibo pacientes en el estudio. No es lo que más me llena a nivel moral, pero no hay otra manera porque al final no tienes ningún tipo de financiación ni ayuda por parte de nadie. Yo me costeo todo. Investigué un poco sobre lo que estaban cobrando en clínicas privadas por micropigmentación, que no es definitivo, y establecí unas tarifas que cualquiera o casi cualquiera se puede permitir y me ayuda un poco a poder seguir sufragando los gastos”, explica Quesada.

La diferencia entre el tatuaje y la micropigmentación

El tatuaje para reconstruir la areola y el pezón no es ni mejor ni peor que la micropigmentación pero ofrece una diferencia fundamental: sus resultados son permanentes. "Está destinada a otro tipo de cosas. A cejas, a labios... simplemente porque se trabaja en una capa más superficial y a diferencia de una mama está más sujeto a modas. Las cejas igual un día se llevan anchas, otro finas...", destaca Quesada, que explica que habitualmente el pecho no sufre tantos cambios. 

"En mi estudio tengo servicio de micropigmentación y no es una cosa que excluya, pero en el tema del pecho con el tatuaje la paciente lo primero que te dice es 'joder, con esto ya he cerrado un capítulo", valora el tatuador, que también recuerda que la micropigmentación implica más visitas al estudio. "Esa paciente, y recalco mucho lo de paciente, se convierte en cliente. ¿Por qué? Porque va a tener que recurrir al servicio casi de manera recurrente cada seis mes, año o año y medio dependiendo del caso que tengamos entre manos. No es solución definitiva", insiste. 

"En el tema del pecho, con el tatuaje la paciente lo primero que te dice es 'joder, con esto ya he cerrado un capítulo"

Esas visitas recurrentes no solo tienen un impacto económico o de gestión del tiempo, sino también emocional, por tener que estar inevitablemente rememorando todo el proceso de la enfermedad. "Aunque esto no sea una intervención quirúrgica y no se siente dolor porque la zona no tiene sensibilidad, es verdad que les remueve mucho un procedimiento que en mayor o menor medida es doloroso para ellas", recuerda Quesada.

A nivel práctico, el tatuador explica que hay diferencias en la reconstrucción de una areola y un pezón de una mujer a la que han tenido que extirpar los dos pechos, que solo uno de ellos, puesto que hay que ser más minucioso para que quede lo más similar y natural posible. 

"Para una paciente que ha sufrido una mastectomía bilateral, aunque para ella el impacto psicológico sea muy grande, para mi es el caso más sencillo puesto que al final establecemos unas tonalidades y si la paciente sigue los consejos de curación, en muchos casos no necesito ver más a la paciente salvo para darle un abrazo y tomarme un café. Pero cuando tenemos que igualar tonalidades yo siempre peco de ser muy conservador. Es decir, es preferible que la paciente te diga 'pues más oscuro y más grande' a que te diga ‘pues nos hemos pasado de grande y oscuro’. Porque esto no hay que olvidar que es permanente y que aunque sufra una pequeña degradación no podemos echar marcha atrás. Yo tengo un seguimiento con ellas y ellas me solicitan lo que necesiten, pero es muy inmediato, ellas ya saben en el estudio si quieren cambiar algo", detalla Quesada sobre el proceso. 

"Aunque esto no sea una intervención quirúrgica y no se siente dolor porque la zona no tiene sensibilidad, es verdad que les remueve mucho un procedimiento que en mayor o menor medida es doloroso para ellas"

¿Qué cuidados hay que seguir? Los mismos que para un tatuaje normal: las pomadas recomendadas, lavado e hidratación. Eso sí, Quesada ha intentando hacerlo todavía más fácil para evitar confusiones a las mujeres más mayores. "Yo tengo pacientes de 25 años y pacientes de 78 y por lo general a las más mayores llega un momento que a veces se lían. Yo empecé hace unos años a aplicar una serie de apósitos que son como una segunda piel con los que puedes hacer vida normal, hasta bañarte en una piscina y hacer lo que quieras. Yo siempre les digo ‘no toque nada y en una semana lo retiramos y listo’. Estos productos nuevos facilitan la curación. Salen del estudio sin dolor, sin molestia y en una semana se pueden olvidar el tatuaje", celebra el tatuador. 

El componente emocional

Trabajar y ayudar a pacientes de cáncer de mama tiene un componente emocional para Quesada que tal y como explica el propio tatuador no tiene precio, aunque también sus momentos complicados. 

"Es la parte que más me afecta porque soy un llorica, sobrempatizo", confiesa el tatuador. "Yo hace años pasé por una situación no similar pero sí complicada. Perdí un ojo y me he visto en el espejo sin ojo y quizás también eso me ayude a sobrempatizar, pero al margen de eso soy una persona sensible", asegura sobre su día a día.

"Cuando se ven en el espejo y ven que es un efecto tridimensional y que casi es como que lo pudieras tocar es como una bomba. Puede parecer sensacionalista pero ese momento es espectacular y para mí no hay euro que pague ese momento"

Quesada explica que "tienes de todo" y que cada paciente acude a su estudio en Madrid bajo unas circunstancias no solo médicas, sino familiares o emocionales. "Hay gente que viene por voluntad propia pero otras mujeres que te dicen ‘es que mi hija se ha empeñado en que me haga esto’ y vienen con las expectativas muy bajas", comenta.

"Cuando se ven en el espejo y ven que es un efecto tridimensional y que casi es como que lo pudieras tocar es como una bomba. Puede parecer sensacionalista pero ese momento es espectacular y para mí no hay euro que pague ese momento", insiste Quesada, que espera poder seguir desarrollando este trabajo muchos años. 

Formación y necesidad de alternativas para las pacientes

Además de su trabajo como tatuador, Quesada también ayuda a formar a enfermeras y cirujanos para que también puedan ofrecer este servicio en sus hospitales, aunque no sea de manera tan especializada.

“Hay hospitales que quieren ofrecer el servicio porque entienden que puede ser parte del tratamiento. Esto no es superficial y que alguien quiera verse más guapo o no, es humano. Que una vez que tú eres consciente de que podías no haber muerto, en el momento que superas esto, como cualquier duelo, es totalmente humano que quieras recuperar un poco en el espejo. Que seas consciente que no vas a estar igual que hace X años, pero en medida de los posible recuperarte ante el espejo”, defiende Quesada sobre la necesidad de que las pacientes tengan acceso de una manera más fácil a diferentes opciones.

“Hay hospitales que quieren ofrecer el servicio porque entienden que puede ser parte del tratamiento. Esto no es superficial y que alguien quiera verse más guapo o no, es humano"

Sobre su guía para formar a otros profesionales, el tatuador insiste en que es una idea práctica para poder ayudar. “En su momento desarrollé un plan de formación muy básico que ayuda al equipo a ofrecer este servicio. Yo no enseño a tatuar un dragón con rosas, yo lo explico de una manera muy mecánica y hay servicios médicos que lo ofrecen de una manera básica y te encuentras otros en los que una enfermera o un cirujano tiene dotes para el tema artístico y que los resultados son muy buenos”, asegura.

Además, Quesada se alegra que después de tantos años trabajando con pacientes, se hayan eliminado algunos de los prejuicios sobre el tatuaje. “La fusión entre lo médico y el tatuaje es muy emotiva. El tatuaje tiene un poco esa fama de que es de marineros o de exconvictos y la paciente tira más a la micro porque piensa que desde el punto de vista sanitario es más seguro, pero no tiene nada que ver, nosotros tenemos más inspecciones de sanidad incluso que un dentista”, recuerda.

“También es bonito que una paciente acceda y diga ‘esto no es ninguna carnicería ni me atienden tipos en moto’. De hecho, hay pacientes que llegan asustadas y luego se empiezan a animar y dicen ‘pues esto no es nada grave ni lo paso mal”, relata Quesada. Sin prejuicios y con la intención de ayudar.

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Soy redactora de LIFE en El HuffPost España, esa sección en la que intentamos contar el lado hedonista de la vida sin dejar de lado otras realidades.

  

Sobre qué temas escribo

Como redactora de LIFE, escribo sobre temas de cultura, moda, belleza o estilo de vida. También he abordado temas de medioambiente, feminismo o sociales, pero donde más cómoda me encuentro es explorando la relación de la moda con otras disciplinas culturales o su impacto social, y sobre todo lo que tenga que ver con el cuidado de la piel.

 

Siempre desde una perspectiva cercana, he tratado cuestiones como la estrategia del Museo del Prado para triunfar a través de sus redes sociales, explicado cómo Melania Trump utilizó su armario como arma política o desmentido bulos relacionados con la protección solar. Es probable que el 80% de los temas que he publicado se hayan escrito mientras sonaban Beyoncé, Oasis y Arctic Monkeys. Además, también me encargo de preparar el boletín de LIFE que enviamos cada sábado intentando resumir la actualidad de la semana.

 

Mi trayectoria

Nací en Vigo en 1992 y desde que tengo uso de razón siempre quise ser periodista. La única excepción fue la época en la que tuve fantasías con ser pintora, pero descarté rápido la idea cuando mis padres me anotaron a clases y me di cuenta de que no era lo mío. Estudié Periodismo en la Universidad de Santiago de Compostela (USC), donde me gradué en 2014 después de pasar un año en Roma que me hizo apreciar todavía más la cultura italiana. Dejé Galicia para mudarme a Madrid en 2015 y cursar el Máster de Periodismo Cultural en la Universidad San Pablo Ceu. Aprendí en Radio Galega y en Pentación Espectáculos, donde descubrí lo que hay detrás de producciones de teatro y de grandes eventos como el Festival de Mérida. Colaboré puntualmente con Guía Repsol o la revista L'Officiel y llegué a El HuffPost en 2016, donde empecé compaginando mi trabajo como redactora de Branded Content con temas para la sección de tendencias, que terminó convirtiéndose en LIFE, donde actualmente soy una de las redactoras. Fui finalista en los Premios Ecovidrio de 2017.

 


 

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