El ritual matutino que muchos tenemos por hábito y que los médicos revelan que puede ser fuente de microbios
Recomiendan alternativas más seguras para mantener la hidratación sin exponernos a contaminantes como el polvo, las bacterias y otras partículas en suspensión.
Dejar un vaso de agua en la mesilla de noche se ha convertido en un hábito tan extendido que apenas se cuestiona. Muchos lo consideran un gesto práctico: evitar levantarse de madrugada para calmar la sed o tener al alcance un trago rápido nada más despertar. Sin embargo, los médicos alertan de que este ritual, lejos de ser inocuo, puede convertirse en una vía de entrada de gérmenes. El agua que permanece toda la noche en un vaso abierto cambia de sabor y se contamina con partículas en suspensión, polvo o ácaros, hasta el punto de transformarse en un foco de microbios capaces de afectar a nuestra salud.
La web lituana Lieknos Bites explica que el problema no reside únicamente en la pérdida de frescor. Durante las horas de sueño, la superficie del agua actúa como un imán para todo lo que flota en el aire: desde motas de polvo hasta diminutas partículas invisibles que, al depositarse, pasan inadvertidas en la oscuridad. El gesto rutinario de beber aún medio adormilado multiplica las probabilidades de ingerir esa mezcla.
Al mismo tiempo, cambia la composición química del agua: el dióxido de carbono que se encuentra en el ambiente se disuelve en el líquido, lo que altera su sabor y lo vuelve más plano, con un punto metálico que muchos reconocen al primer sorbo. Aunque el cambio organoléptico no resulte nocivo por sí mismo, el estancamiento a temperatura ambiente crea un entorno ideal para la proliferación de bacterias y otros microorganismos.
Los médicos subrayan que el agua sigue siendo esencial para el organismo, pero insisten en que la clave está en la forma de conservarla. Recomiendan sustituir el vaso abierto por una botella o una cantimplora con tapa, que mantiene el líquido aislado de la suciedad y evita además posibles derrames sobre la ropa de cama.
Otra opción puede ser beber el vaso de agua en la cocina antes de irse a dormir, un gesto sencillo que favorece la hidratación y reduce la necesidad de levantarse a media noche. La sed nocturna, añaden, no suele deberse a una deshidratación real sino a factores ambientales como el aire seco del dormitorio o a costumbres poco saludables, entre ellas las cenas copiosas o demasiado tardías. Por eso, los especialistas recomiendan mejorar la humedad de la habitación, ajustar bien la postura de la almohada y mantener una rutina ligera antes de acostarse.
En resumen, lo que muchos entienden como un pequeño aliado junto a la cama puede convertirse en un reservorio de microbios. La conclusión de los expertos es rotunda: si se quiere comodidad, que el agua siempre esté protegida bajo un tapón.