Los científicos emprenden una cruzada para saber por qué algunos pueden beber leche y otros no
Han demostrado que beber leche no es antinatural.
Los científicos emprenden una cruzada para saber por qué algunos pueden beber leche y otros no
Han demostrado que beber leche no es antinatural.
Los científicos emprenden una cruzada para saber por qué algunos pueden beber leche y otros no
Han demostrado que beber leche no es antinatural.
Los científicos emprenden una cruzada para saber por qué algunos pueden beber leche y otros no
Han demostrado que beber leche no es antinatural.
Los científicos emprenden una cruzada para saber por qué algunos pueden beber leche y otros no
Han demostrado que beber leche no es antinatural.

¿Por qué algunos adultos pueden digerirla sin problemas y otros no? Algunos piensan que es porque la leche es mala. Se basan en que al ser los humanos los únicos en beberla en la edad adulta consumirla es antinatural. Sin embargo, las universidades británicas de York y Bristol y el Centre National de la Recherche Scientifique (Francia), con participación de investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), han realizado un estudio para resolver este enigma.
Los investigadores llegaron a la conclusión de que la capacidad de digerir la leche en la edad adulta se debe a una enzima llamada lactasa, que se produce en las paredes del intestino. Sin esta enzima, el cuerpo no puede procesar correctamente la leche, lo que genera molestias digestivas como hinchazón, gases o diarrea.
Pero no todos los humanos producen lactasa de por vida. De hecho, lo “normal” en términos evolutivos sería dejar de fabricarla tras el destete, como ocurre en la mayoría de los mamíferos. Por eso, los científicos ven en quienes sí pueden tomar leche una mutación genética excepcional, que se ha convertido en un verdadero superpoder nutricional.
Una ventaja evolutiva con sabor a leche
Esta capacidad se remonta a hace entre 9.000 y 7.000 años, cuando los primeros agricultores del Neolítico comenzaron a domesticar cabras y vacas. Los grupos que consumían leche obtuvieron una ventaja evolutiva clara ya que tenían acceso a proteínas, grasas, calcio, fósforo y vitaminas incluso en épocas de escasez.
Esto les permitió prosperar en condiciones climáticas adversas y con poca exposición solar, como en Europa Central y Escandinavia. La persistencia de la lactasa en adultos se convirtió, así, en un rasgo adaptativo. Aquellos que la conservaban sobrevivían mejor durante hambrunas o inviernos duros, mientras que quienes no podían digerir la leche eran más vulnerables.
Una moda sin base científica
Curiosamente, dejar de consumir lácteos puede inducir una falsa intolerancia. La producción de lactasa es sustrato dependiente, es decir, si se deja de tomar leche, el cuerpo deja de producir la enzima. Y si, más adelante, se reintroduce el consumo, puede provocar malestar digestivo. De hecho, según explica Ascensión Marcos, experta en inmunonutrición del CSIC, muchos piensan que se han vuelto intolerantes cuando, en realidad, es su cuerpo quien ha dejado de fabricar lactasa porque ya no la necesitan.
En las redes sociales se promueven eliminar los lácteos sin diagnóstico médico. Pero los científicos alertan de que esta moda puede tener consecuencias. Paneles de expertos en salud de EE. UU. advierten que el abandono masivo de la leche está provocando déficits de calcio y vitamina D, fundamentales para la salud ósea, especialmente en niños y adolescentes. A esto se suma que la grasa de la leche, lejos de ser perjudicial, contiene micelas que ayudan a absorber vitaminas y minerales, lo que la hace especialmente valiosa nutricionalmente.
Una llamada científica a la prudencia y la educación
Lejos de modas, el consumo de leche debe basarse en evidencia y no en prejuicios. La ciencia ha demostrado que beber leche no es antinatural, sino una de las grandes ventajas evolutivas que han modelado nuestra historia como especie.
Por eso, los investigadores siguen trabajando para entender mejor por qué unas poblaciones la toleran, otras no, y cómo podemos adaptar nuestra dieta sin perder los beneficios de este alimento ancestral. Si puedes beber leche sin problema, entonces es probable que hayas heredado un privilegio evolutivo que merece ser valorado.
¿Por qué algunos adultos pueden digerirla sin problemas y otros no? Algunos piensan que es porque la leche es mala. Se basan en que al ser los humanos los únicos en beberla en la edad adulta consumirla es antinatural. Sin embargo, las universidades británicas de York y Bristol y el Centre National de la Recherche Scientifique (Francia), con participación de investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), han realizado un estudio para resolver este enigma.
Los investigadores llegaron a la conclusión de que la capacidad de digerir la leche en la edad adulta se debe a una enzima llamada lactasa, que se produce en las paredes del intestino. Sin esta enzima, el cuerpo no puede procesar correctamente la leche, lo que genera molestias digestivas como hinchazón, gases o diarrea.
Pero no todos los humanos producen lactasa de por vida. De hecho, lo “normal” en términos evolutivos sería dejar de fabricarla tras el destete, como ocurre en la mayoría de los mamíferos. Por eso, los científicos ven en quienes sí pueden tomar leche una mutación genética excepcional, que se ha convertido en un verdadero superpoder nutricional.
Una ventaja evolutiva con sabor a leche
Esta capacidad se remonta a hace entre 9.000 y 7.000 años, cuando los primeros agricultores del Neolítico comenzaron a domesticar cabras y vacas. Los grupos que consumían leche obtuvieron una ventaja evolutiva clara ya que tenían acceso a proteínas, grasas, calcio, fósforo y vitaminas incluso en épocas de escasez.
Esto les permitió prosperar en condiciones climáticas adversas y con poca exposición solar, como en Europa Central y Escandinavia. La persistencia de la lactasa en adultos se convirtió, así, en un rasgo adaptativo. Aquellos que la conservaban sobrevivían mejor durante hambrunas o inviernos duros, mientras que quienes no podían digerir la leche eran más vulnerables.
Una moda sin base científica
Curiosamente, dejar de consumir lácteos puede inducir una falsa intolerancia. La producción de lactasa es sustrato dependiente, es decir, si se deja de tomar leche, el cuerpo deja de producir la enzima. Y si, más adelante, se reintroduce el consumo, puede provocar malestar digestivo. De hecho, según explica Ascensión Marcos, experta en inmunonutrición del CSIC, muchos piensan que se han vuelto intolerantes cuando, en realidad, es su cuerpo quien ha dejado de fabricar lactasa porque ya no la necesitan.
En las redes sociales se promueven eliminar los lácteos sin diagnóstico médico. Pero los científicos alertan de que esta moda puede tener consecuencias. Paneles de expertos en salud de EE. UU. advierten que el abandono masivo de la leche está provocando déficits de calcio y vitamina D, fundamentales para la salud ósea, especialmente en niños y adolescentes. A esto se suma que la grasa de la leche, lejos de ser perjudicial, contiene micelas que ayudan a absorber vitaminas y minerales, lo que la hace especialmente valiosa nutricionalmente.
Una llamada científica a la prudencia y la educación
Lejos de modas, el consumo de leche debe basarse en evidencia y no en prejuicios. La ciencia ha demostrado que beber leche no es antinatural, sino una de las grandes ventajas evolutivas que han modelado nuestra historia como especie.
Por eso, los investigadores siguen trabajando para entender mejor por qué unas poblaciones la toleran, otras no, y cómo podemos adaptar nuestra dieta sin perder los beneficios de este alimento ancestral. Si puedes beber leche sin problema, entonces es probable que hayas heredado un privilegio evolutivo que merece ser valorado.
¿Por qué algunos adultos pueden digerirla sin problemas y otros no? Algunos piensan que es porque la leche es mala. Se basan en que al ser los humanos los únicos en beberla en la edad adulta consumirla es antinatural. Sin embargo, las universidades británicas de York y Bristol y el Centre National de la Recherche Scientifique (Francia), con participación de investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), han realizado un estudio para resolver este enigma.
Los investigadores llegaron a la conclusión de que la capacidad de digerir la leche en la edad adulta se debe a una enzima llamada lactasa, que se produce en las paredes del intestino. Sin esta enzima, el cuerpo no puede procesar correctamente la leche, lo que genera molestias digestivas como hinchazón, gases o diarrea.
Pero no todos los humanos producen lactasa de por vida. De hecho, lo “normal” en términos evolutivos sería dejar de fabricarla tras el destete, como ocurre en la mayoría de los mamíferos. Por eso, los científicos ven en quienes sí pueden tomar leche una mutación genética excepcional, que se ha convertido en un verdadero superpoder nutricional.
Una ventaja evolutiva con sabor a leche
Esta capacidad se remonta a hace entre 9.000 y 7.000 años, cuando los primeros agricultores del Neolítico comenzaron a domesticar cabras y vacas. Los grupos que consumían leche obtuvieron una ventaja evolutiva clara ya que tenían acceso a proteínas, grasas, calcio, fósforo y vitaminas incluso en épocas de escasez.
Esto les permitió prosperar en condiciones climáticas adversas y con poca exposición solar, como en Europa Central y Escandinavia. La persistencia de la lactasa en adultos se convirtió, así, en un rasgo adaptativo. Aquellos que la conservaban sobrevivían mejor durante hambrunas o inviernos duros, mientras que quienes no podían digerir la leche eran más vulnerables.
Una moda sin base científica
Curiosamente, dejar de consumir lácteos puede inducir una falsa intolerancia. La producción de lactasa es sustrato dependiente, es decir, si se deja de tomar leche, el cuerpo deja de producir la enzima. Y si, más adelante, se reintroduce el consumo, puede provocar malestar digestivo. De hecho, según explica Ascensión Marcos, experta en inmunonutrición del CSIC, muchos piensan que se han vuelto intolerantes cuando, en realidad, es su cuerpo quien ha dejado de fabricar lactasa porque ya no la necesitan.
En las redes sociales se promueven eliminar los lácteos sin diagnóstico médico. Pero los científicos alertan de que esta moda puede tener consecuencias. Paneles de expertos en salud de EE. UU. advierten que el abandono masivo de la leche está provocando déficits de calcio y vitamina D, fundamentales para la salud ósea, especialmente en niños y adolescentes. A esto se suma que la grasa de la leche, lejos de ser perjudicial, contiene micelas que ayudan a absorber vitaminas y minerales, lo que la hace especialmente valiosa nutricionalmente.
Una llamada científica a la prudencia y la educación
Lejos de modas, el consumo de leche debe basarse en evidencia y no en prejuicios. La ciencia ha demostrado que beber leche no es antinatural, sino una de las grandes ventajas evolutivas que han modelado nuestra historia como especie.
Por eso, los investigadores siguen trabajando para entender mejor por qué unas poblaciones la toleran, otras no, y cómo podemos adaptar nuestra dieta sin perder los beneficios de este alimento ancestral. Si puedes beber leche sin problema, entonces es probable que hayas heredado un privilegio evolutivo que merece ser valorado.
¿Por qué algunos adultos pueden digerirla sin problemas y otros no? Algunos piensan que es porque la leche es mala. Se basan en que al ser los humanos los únicos en beberla en la edad adulta consumirla es antinatural. Sin embargo, las universidades británicas de York y Bristol y el Centre National de la Recherche Scientifique (Francia), con participación de investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), han realizado un estudio para resolver este enigma.
Los investigadores llegaron a la conclusión de que la capacidad de digerir la leche en la edad adulta se debe a una enzima llamada lactasa, que se produce en las paredes del intestino. Sin esta enzima, el cuerpo no puede procesar correctamente la leche, lo que genera molestias digestivas como hinchazón, gases o diarrea.
Pero no todos los humanos producen lactasa de por vida. De hecho, lo “normal” en términos evolutivos sería dejar de fabricarla tras el destete, como ocurre en la mayoría de los mamíferos. Por eso, los científicos ven en quienes sí pueden tomar leche una mutación genética excepcional, que se ha convertido en un verdadero superpoder nutricional.
Una ventaja evolutiva con sabor a leche
Esta capacidad se remonta a hace entre 9.000 y 7.000 años, cuando los primeros agricultores del Neolítico comenzaron a domesticar cabras y vacas. Los grupos que consumían leche obtuvieron una ventaja evolutiva clara ya que tenían acceso a proteínas, grasas, calcio, fósforo y vitaminas incluso en épocas de escasez.
Esto les permitió prosperar en condiciones climáticas adversas y con poca exposición solar, como en Europa Central y Escandinavia. La persistencia de la lactasa en adultos se convirtió, así, en un rasgo adaptativo. Aquellos que la conservaban sobrevivían mejor durante hambrunas o inviernos duros, mientras que quienes no podían digerir la leche eran más vulnerables.
Una moda sin base científica
Curiosamente, dejar de consumir lácteos puede inducir una falsa intolerancia. La producción de lactasa es sustrato dependiente, es decir, si se deja de tomar leche, el cuerpo deja de producir la enzima. Y si, más adelante, se reintroduce el consumo, puede provocar malestar digestivo. De hecho, según explica Ascensión Marcos, experta en inmunonutrición del CSIC, muchos piensan que se han vuelto intolerantes cuando, en realidad, es su cuerpo quien ha dejado de fabricar lactasa porque ya no la necesitan.
En las redes sociales se promueven eliminar los lácteos sin diagnóstico médico. Pero los científicos alertan de que esta moda puede tener consecuencias. Paneles de expertos en salud de EE. UU. advierten que el abandono masivo de la leche está provocando déficits de calcio y vitamina D, fundamentales para la salud ósea, especialmente en niños y adolescentes. A esto se suma que la grasa de la leche, lejos de ser perjudicial, contiene micelas que ayudan a absorber vitaminas y minerales, lo que la hace especialmente valiosa nutricionalmente.
Una llamada científica a la prudencia y la educación
Lejos de modas, el consumo de leche debe basarse en evidencia y no en prejuicios. La ciencia ha demostrado que beber leche no es antinatural, sino una de las grandes ventajas evolutivas que han modelado nuestra historia como especie.
Por eso, los investigadores siguen trabajando para entender mejor por qué unas poblaciones la toleran, otras no, y cómo podemos adaptar nuestra dieta sin perder los beneficios de este alimento ancestral. Si puedes beber leche sin problema, entonces es probable que hayas heredado un privilegio evolutivo que merece ser valorado.
¿Por qué algunos adultos pueden digerirla sin problemas y otros no? Algunos piensan que es porque la leche es mala. Se basan en que al ser los humanos los únicos en beberla en la edad adulta consumirla es antinatural. Sin embargo, las universidades británicas de York y Bristol y el Centre National de la Recherche Scientifique (Francia), con participación de investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), han realizado un estudio para resolver este enigma.
Los investigadores llegaron a la conclusión de que la capacidad de digerir la leche en la edad adulta se debe a una enzima llamada lactasa, que se produce en las paredes del intestino. Sin esta enzima, el cuerpo no puede procesar correctamente la leche, lo que genera molestias digestivas como hinchazón, gases o diarrea.
Pero no todos los humanos producen lactasa de por vida. De hecho, lo “normal” en términos evolutivos sería dejar de fabricarla tras el destete, como ocurre en la mayoría de los mamíferos. Por eso, los científicos ven en quienes sí pueden tomar leche una mutación genética excepcional, que se ha convertido en un verdadero superpoder nutricional.
Una ventaja evolutiva con sabor a leche
Esta capacidad se remonta a hace entre 9.000 y 7.000 años, cuando los primeros agricultores del Neolítico comenzaron a domesticar cabras y vacas. Los grupos que consumían leche obtuvieron una ventaja evolutiva clara ya que tenían acceso a proteínas, grasas, calcio, fósforo y vitaminas incluso en épocas de escasez.
Esto les permitió prosperar en condiciones climáticas adversas y con poca exposición solar, como en Europa Central y Escandinavia. La persistencia de la lactasa en adultos se convirtió, así, en un rasgo adaptativo. Aquellos que la conservaban sobrevivían mejor durante hambrunas o inviernos duros, mientras que quienes no podían digerir la leche eran más vulnerables.
Una moda sin base científica
Curiosamente, dejar de consumir lácteos puede inducir una falsa intolerancia. La producción de lactasa es sustrato dependiente, es decir, si se deja de tomar leche, el cuerpo deja de producir la enzima. Y si, más adelante, se reintroduce el consumo, puede provocar malestar digestivo. De hecho, según explica Ascensión Marcos, experta en inmunonutrición del CSIC, muchos piensan que se han vuelto intolerantes cuando, en realidad, es su cuerpo quien ha dejado de fabricar lactasa porque ya no la necesitan.
En las redes sociales se promueven eliminar los lácteos sin diagnóstico médico. Pero los científicos alertan de que esta moda puede tener consecuencias. Paneles de expertos en salud de EE. UU. advierten que el abandono masivo de la leche está provocando déficits de calcio y vitamina D, fundamentales para la salud ósea, especialmente en niños y adolescentes. A esto se suma que la grasa de la leche, lejos de ser perjudicial, contiene micelas que ayudan a absorber vitaminas y minerales, lo que la hace especialmente valiosa nutricionalmente.
Una llamada científica a la prudencia y la educación
Lejos de modas, el consumo de leche debe basarse en evidencia y no en prejuicios. La ciencia ha demostrado que beber leche no es antinatural, sino una de las grandes ventajas evolutivas que han modelado nuestra historia como especie.
Por eso, los investigadores siguen trabajando para entender mejor por qué unas poblaciones la toleran, otras no, y cómo podemos adaptar nuestra dieta sin perder los beneficios de este alimento ancestral. Si puedes beber leche sin problema, entonces es probable que hayas heredado un privilegio evolutivo que merece ser valorado.