Precaución si vas a comer una patata infectada por la peligrosa plaga que arrasa hojas y tallos
Una enfermedad silenciosa puede hacer que lo que parecía una patata sana sea, en realidad, un riesgo para tu salud.

Una de las plagas más agresivas del huerto está afectando a cultivos de patata y puede terminar colándose en tu cocina. Se trata del mildiu, una infección fúngica devastadora que no solo arrasa hojas y tallos, sino que también puede penetrar en el tubérculo si no se actúa a tiempo. Y una vez dentro, la patata deja de ser comestible.
Según la web Lieknos bités, el mildiu puede infectar rápidamente una planta entera, dejando las partes visibles ennegrecidas y blandas. Aunque el foco principal está en la parte aérea, si la infección progresa, alcanza también el gajo. El resultado: manchas marrones o grisáceas bajo la piel, mal olor, textura viscosa y riesgo de pudrición. En esos casos, lo recomendable es desecharla de inmediato.
Ahora bien, no todas las patatas procedentes de plantas enfermas están necesariamente contaminadas. Si el mildiu se ha detectado a tiempo y los gajos se han salvado, todavía pueden consumirse. Para saberlo, conviene hacer una inspección visual y olfativa. Si la patata está firme, sin marcas oscuras ni olores ácidos o a moho, es segura. Pero si hay manchas bajo la piel, el interior cambia de color o empieza a desprender líquidos, es mejor no jugársela.
Además, el cocinado no lo soluciona todo. Aunque una patata ligeramente dañada puede aprovecharse si se pela a conciencia y se cuece o se hornea, cualquier resto sospechoso debe eliminarse por completo. Los expertos subrayan que la humedad y el calor aceleran la descomposición, por lo que conviene no almacenar estas patatas ni mezclarlas con otras: una sola infectada puede estropear todo el saco.
El problema no acaba ahí. Si alguien pensaba usar esos gajos como semilla para la próxima temporada, más vale que lo reconsidere. Incluso cuando parecen sanos, los tubérculos expuestos al mildiu pueden contener el hongo de forma latente. Y eso implica empezar el siguiente cultivo con la enfermedad ya dentro del terreno. Por eso, los especialistas recomiendan no replantar patatas en la misma parcela durante al menos dos años, y optar por variedades resistentes y semillas certificadas.
En resumen: una patata que parece sana puede no estarlo si ha crecido en una planta infectada. Mejor observarla bien, pelarla con cuidado y, si hay dudas, no correr riesgos. En ocasiones, tirar una es ganar en salud.
