El pueblo de Soria con 1.700 asientos del Camp Nou desde hace 30 años
Las butacas que un día formaron parte del coliseo blaugrana.
El emblemático Camp Nou lleva ya unos años inmerso en un ambicioso proceso de remodelación, la segunda gran reforma de su historia después de las obras de la década de los 90. Este proyecto no solo modernizó sus instalaciones, sino que también reforzó el legado del estadio, el cual se extiende hasta un pequeño pueblo soriano donde actualmente descansan algunas de las antiguas butacas del coliseo blaugrana.
La primera transformación que vivió data del año 1994, cuando tuvo que adaptarse a la normativa para sentar a todos sus aficionados, además de retirar las pistas de atletismo que rodeaban el césped. Fue entonces cuando se cambiaron todas las butacas del estadio y 1.700 asientos acabaron en Langa de Duero y sus pedanías. Las sillas que un día vieron jugar a Cruyff o Maradona ahora sirven de descanso para los vecinos de la España despoblada.
Los asientos del hogar del F.C. Barcelona estuvieron a punto de acabar en un vertedero, pero gracias a una iniciativa de los vecinos de este pueblo se les pudo dar una segunda vida. Aurelio Zayas Santos fue el principal responsable de la operación de rescate, quien al enterarse de que estas sillas estaban guardadas en una piscina municipal de Barcelona no dudó en reclamar su propiedad para usarlas en el campo de futbol y las calles de su pueblo.
Un rescate improvisado
Tras realizar los trámites burocráticos necesarios, el Ayuntamiento de Barcelona, a través de la Fundación Joan Miró, decidió ceder las sillas al Ayuntamiento de Langa. El único requisito para su cesión era que los asientos debían ser retirados en un plazo de 24 horas. De esta forma, entre nueve vecinos de Langa que se habían desplazado hasta la ciudad condal, consiguieron desmontar y transportar todas las butacas en un día.
Mientras Langa de Duero celebra este inusual vínculo con uno de los estadios más famosos del mundo, sus vecinos hablan con orgullo de este pequeño museo viviente improvisado. “Soy del Barça y del Numancia”, confiesa Gregorio, un vecino del pueblo y aficionado a club blaugrana, mientras explica en Versió RAC1 que estas butacas tienen para él un valor especial. “Si las sillas hablaran, nos contarían muchas conversaciones e historias, incluso algún momento apasionado”, bromea el alcalde, Iván Andrés Aparicio.
Un hecho tan histórico como poder presumir de tener unas butacas de un estadio tan relevante como lo es el Camp Nou es algo que transciende fronteras, ya que curiosamente Aurelio no es seguidor del Barcelona, sino del Real Madrid. “Admiro al Barça y a Messi, pero en todas las familias hay una oveja negra, y yo soy del Madrid”, bromea. Esto demuestra cómo el legado del fútbol puede unir a comunidades diversas en torno a una pasión común.