Las costas de Asturias y Cantabria están cargadas de bufones que merecen la pena ver este verano
Un espectáculo natural que no deja indiferente a nadie.
El litoral del Cantábrico atrae cada verano a miles de visitantes por su mezcla de paisajes salvajes y playas resguardadas, pueblos marineros con encanto, una exquisita gastronomía y una oferta de actividades al aire libre. No obstante, entre acantilados y miradores se esconde uno de los secretos mejor guardados de esta región costera y un auténtico espectáculo natural que no deja indiferente a nadie.
Hay quien lo llama “las atronadoras trompetas del mar”, pero lo cierto es que son popularmente conocidos como bufones, los cuales son chimeneas kársticas abiertas en los acantilados que convierten la furia del mar en auténticos surtidores de agua y sonido. Estos “géiseres marinos” atraen a miles de visitantes que buscan vivir en primera persona el choque del oleaje contra la roca, el estruendo y la columna de agua que se eleva por encima del acantilado.
Aunque esta palabra no aparece como tal en el diccionario de la Real Academia de la Lengua, se trata de uno de los fenómenos naturales más singulares y fascinantes del relieve kárstico. Estas formaciones geológicas son conocidas por los locales con el nombre de “Bramadoriu” y, aunque la mayor concentración está en Asturias, la costa cántabra también guarda muestras de este fenómeno.
¿Cómo se forman?
Los bufones son conductos verticales que comunican cavidades subterráneas formadas por la disolución de la caliza con la superficie del acantilado. Cuando el oleaje penetra en esas galerías el aire y el agua quedan comprimidos y son expulsados con violencia por la boca superior. La conjunción de una costa kárstica y un mar poderoso como el Cantábrico es la clave de su espectacularidad, tanto es así que los chorros pueden alcanzar hasta 40 metros de altura.
Investigaciones recientes y trabajos universitarios coinciden en que los campos de bufones de Pría y Arenillas constituyen la mayor concentración de estas morfologías en Europa. Ambos se sitúan al oriente de Asturias y han sido incluidos en la Base de Datos de Lugares de Interés Geológico (IELIG), así como se ha propuesto su inclusión en el Proyecto Global GEOSITES de la UNESCO, dada su relevancia internacional y su estado de conservación.
Por otro lado, en la costa cántabra también presumen de estas formaciones geológicas de rasgos casi teatrales. En el Cabo de Ajo, la ruta que bordea los acantilados permite observar formaciones kársticas y pequeños bufones como parte de un recorrido natural que combina faros, miradores y olas que rompen con fuerza. Eso sí, estos lugares pueden llegar a ser peligrosos si el mar está muy revuelto, por lo que conviene informarse de la predicción marítima y mantenerse a una distancia prudente del borde.