Muchos se quedan embobados al observar el precioso valle de colores vasco que data de hace más de 500 años
El lugar perfecto para huir del calor y conectar con la naturaleza.

Con las temperaturas disparadas y el sol abrasador durante gran parte del día, muchos buscan un alivio que vaya más allá del aire acondicionado: refugios naturales donde el frescor se sienta en la piel. Es en este contexto donde los valles se alzan como auténticos oasis climáticos, ofreciendo sombra, brisas suaves y un remanso de verdor capaz de reconectar al visitante con la frescura y la calma que tanto ansía.
Concretamente, en la escarpada ladera del monte Jaizkibel, entre los municipios de Hondarribia y Pasaia, se esconde un paisaje casi irreal. Se trata de Labetxu, conocido entre los iniciados como el “Valle de los Colores”, un enclave geológico cuyo vibrante cromatismo atrae la atención de geólogos, senderistas y fotógrafos de toda Europa. Este lugar despliega ocres, rojos y amarillos que se funden con el verde intenso de los bosques atlánticos circundantes.
Los orígenes de Labetxu se remontan a hace entre 48 y 56 millones de años, cuando este paisaje formaba parte del lecho de un mar situado a más de mil metros de profundidad. Durante millones de años, la sedimentación marina acumuló capas de arenisca cuarzosa enriquecida con hierro, sílice y manganeso. Posteriormente, la colisión entre la placa ibérica y la europea empujó y deformó estas capas, elevándolas y formando los acantilados actuales.
Un museo al aire libre
Una de las singularidades geológicas más llamativas es la presencia de bandas concéntricas de diferentes tonalidades, causadas por reacciones químicas entre los minerales durante la sedimentación marina. Este fenómeno se conoce como anillos de Liesegang y permanece parcialmente inexplorado, añadiendo un componente enigmático al paisaje, además de que ha sido reconocido por el Instituto Geológico y Minero de España.
Las fuerzas erosivas del viento y la lluvia atlántica han cincelado en la arenisca figuras que evocan formas geométricas casi abstractas. Una de las más conocidas es la llamada Catedral de Jaizkibel, una imponente plataforma rocosa de arenisca rojiza que solo se puede visitar durante la marea baja. Muy cerca emergen la Roca de la Ballena, por su perfil similar al cetáceo, y Las Gemelas, dos formaciones paralelas que parecen custodiar el acceso al valle.
El Instituto Geológico y Minero de España ha incluido Labetxu en su catálogo de Lugares de Interés Geológico de Euskadi, destacando su valor científico y paisajístico. No obstante, su acceso exige recorrer senderos no señalizados y descender por barrancos cubiertos de helechos y vegetación densa. Todo un recorrido que merece cuanto menos la pena para disfrutar de un museo al aire libre que revela el paso del tiempo y una belleza inigualable.
