Una ciudad turística prohíbe llevar bermudas a los hombres en la playa y al poco da marcha atrás con su decisión
Una medida inesperada en una localidad costera desata polémica por lo que algunos consideran una cuestión de decencia.

Chetaïbi, una pequeña localidad costera del noreste de Argelia, se ha convertido este julio en el epicentro de un encendido debate nacional tras una controvertida ordenanza municipal que llegó a prohibir el uso de bermudas en la playa. La medida, impulsada por el alcalde Layachi Allaoua, no duró ni 48 horas, pero bastó para reavivar viejos fantasmas en torno a la religión, la moral pública y el turismo en el país magrebí.
La decisión se anunció a comienzos de mes mediante un decreto que sorprendió a vecinos y veraneantes. En el texto, el edil justificaba la prohibición de pasear en bermudas por la vía pública alegando que “estas prendas veraniegas molestan a la población” y “van en contra de los valores morales y del sentido de la decencia de nuestra sociedad”. A juicio del alcalde, los pantalones cortos —ajustados y por encima de la rodilla— resultan ofensivos frente a los bañadores más largos y holgados, preferidos por los sectores más conservadores y religiosos.
“La población no puede soportar ver a forasteros deambulando por las calles con ropas indecentes”, remató Allaoua en el comunicado, en referencia a los turistas argelinos que cada verano abarrotan esta villa mediterránea de apenas 8.000 habitantes, famosa por sus aguas cristalinas, calas rocosas y colinas boscosas. No obstante, ese turismo interno representa uno de los pilares económicos de la ciudad.
Una marcha atrás forzada y un eco del pasado
La reacción no se hizo esperar. Numerosas voces, tanto en redes sociales como en medios locales, calificaron la ordenanza de moralista y retrógrada. La presión fue especialmente intensa desde Annaba, capital regional, lo que llevó al propio alcalde a recular apenas dos días después. En una rectificación difundida en Facebook, insistió en que su decisión no respondía a “presiones islamistas”, sino al deseo de preservar “la paz y la tranquilidad” de residentes y visitantes.
Aun así, el incidente no ha pasado desapercibido. La agencia Associated Press ha recogido testimonios que vinculan este episodio con las tensiones identitarias aún latentes en la Argelia contemporánea. Para algunos ciudadanos, el decreto evoca un periodo oscuro: el auge del islamismo político en los años noventa, cuando muchas municipalidades, como la cercana Jijel, impusieron estrictas normas de conducta en el espacio público tras arrasar en las elecciones locales.
“Esto ha sido como una bofetada del pasado”, afirma Halim Kabir, vecino de la región. Recuerda cómo tras la victoria electoral de los islamistas, se restringió la vestimenta y se establecieron códigos morales implacables. Ahora, denuncia que coches aparcados cerca de la playa han aparecido vandalizados, con mensajes intimidatorios que invitan a los bañistas a “irse a pescar a otro sitio”. “Es una provocación. Una forma de espantar a los visitantes de otras regiones”, lamenta.
