Me fui a la cama aterrorizada, pero me he despertado sintiéndome orgullosa

Cuando me acosté el sábado por la noche, no podía dejar de darle vueltas a la cabeza. Aunque no fue precisamente el entusiasmo lo que me mantuvo despierta. Fue el miedo.
Por primera vez en mucho tiempo, me fui a la cama asustada.
Cuando me enteré de que una furgoneta había arrollado a varios viandantes en el Puente de Londres, empecé a mirar Twitter frenéticamente. ¿Qué estaba pasando? ¿Estarían bien todos mis conocidos? ¿Se trataba de otro ataque terrorista?
Miraba Twitter sin parar. Empecé a seguir la cuenta de Metropolitan Police para estar al tanto de las novedades y me enteré de los apuñalamientos que habían tenido lugar en Borough Market.
Se me heló la sangre.
Vi un vídeo en el que la Policía pedía a los clientes de un bar de Borough Market que se agacharan, vi vídeos de gente huyendo de los escenarios de los atentados, vi tuits de usuarios que expresaban su tristeza por lo que había sucedido.
Cuando me enteré de que habían apuñalado a varias personas que estaban disfrutando de una comida tranquilamente después de una semana de trabajo, se me retorció el estómago.
Me tumbé y sentí auténtico pavor. Podría haberme pasado a mí, o podría haberles pasado a mis amigos, a mis familiares o a mis seres queridos. Un sábado por la noche de diversión en la capital se transformó sencillamente en una pesadilla.
Al final me quedé dormida. Pero me pesaba muchísimo el cuerpo. Si soy sincera, no sabía cómo podría volver a sentirme segura en esta ciudad.
Cuando me desperté a la mañana siguiente, vi que 7 personas habían muerto y 42 habían resultado heridas; algunas, de gravedad. Realmente no tengo palabras para describir cómo me sentí en ese momento. Supongo que bloqueada.
Pero entonces algo cambió.
Vi cientos de tuits y retuits sobre personas maravillosas que habían aportado su granito de arena. Sobre los Khan, que ofrecieron sus taxis de manera desinteresada para ayudar a los ciudadanos que se habían quedado por la zona del Puente de Londres, sobre miembros de la comunidad Sij, que ofrecieron refugio para los que lo necesitaran en sus gurdwaras (su lugar de culto), sobre el personal de las ambulancias y los policías que acudieron sin pensárselo y arriesgaron su vida para salvar a la gente, sobre ciudadanos (como tú y como yo) que ofrecieron un asiento y una taza de té a los afectados.
Me acosté asustada y me levanté sintiéndome increíblemente orgullosa.
Porque por cada puñado de malnacidos que no dudan en acabar con la vida de los demás, ahí fuera hay personas que no se lo pensarán dos veces y que no dudarán en ayudar.
Hay personas que tendrán el valor de dejarlo todo para ayudar a un completo desconocido. Y, para mí, eso es lo más reconfortante que puede haber.
Sí, ahora mismo el mundo da miedo.
Sí, una parte de mí está aterrorizada ante la perspectiva de que esto pueda volver a suceder.
Pero me siento orgullosísima de la gente que hace de este país (y de esta ciudad) algo tan grande.
Su valor me da valor, y no puedo hacer otra cosa que dar las gracias por ello.
Este post fue publicado originalmente en la edición británica del 'HuffPost' y ha sido traducido del inglés por Lara Eleno Romero.
