La resolución del Consejo de Seguridad da un mandato legal a la hoja de ruta de EEUU, pero deja muchas preguntas en el aire: qué pasa con la fuerza internacional y junta de paz, quién y cuándo va a participar, qué ocurre si los islamistas no ceden.
La 'medida estrella' del ministro de ultraderecha sionista Ben-Gvir echa a andar en la Knéset con su aprobación en primera lectura, con el apoyo de los partidos de coalición del Gobierno de Netanyahu y la indignación de los colectivos en defensa de los derechos humanos. Estas son todas las claves de la potencial norma.
Mientras el alto el fuego con Israel se convierte en intermitente, el grupo islamista se enfrenta a la tensión que generan los clanes y pandillas armadas que pululan por la franja, en busca de poder e influencia. Ninguno es fuerte como para hacerle sombra.
El único líder con capacidad de unir a los palestinos, Marwan Barghouti, sigue en la cárcel, así que el elegido es un nombre de continuidad. Y eso no contenta a los ciudadanos.
El presidente de EEUU ha presentado una propuesta más armada, más meditada y con más apoyos, pero sigue priorizando el interés de Israel, no da voz a los palestinos y es extremadamente frágil. Tampoco hay justicia ni reparación. Hamás parece inclinarse al sí, pero no ha terminado el plazo.
Tel Aviv amenaza a todos los países que han reconocido (o van a hacerlo) al Estado palestino, pero dos de las grandes potencias dejan claro que no dejarán sin respuesta desde un cierre de embajadas hasta la anexión de la ya ocupada Cisjordania.
El ultra al cargo del Ministerio de Finanzas, el colono Belazel Smotrich, también exige destruir las poblaciones de origen de los atacantes: "Deben parecerse a Rafá y Beit Hanun". Es el mismo político que aprobó expandir colonias israelíes en Jerusalén Este alegando que es para evitar un futuro Estado palestino.