Curry se ha convertido en el símbolo de la mejor liga del mundo, por más que rechace este apelativo. La estrella de Golden State ha suplantado a Lebron por su carácter jovial, por ese protector bucal que enseña cada vez que mete una canasta, por su antológico manejo de balón.
Tras el batacazo sufrido en Oklahoma y con la moral hecha añicos luego de la tormenta que les arrasó en el Chesapeake Energy Arena (derrotas por 28 y 24 puntos), los Warriors volvían a la Bahía de San Francisco, a su fortín, al cobijo de un público que les lleva en volandas cada vez que ejercen de local. Una guarida casi inabordable.