El fenómeno de Podemos demuestra que cada vez hay una sima más grande entre los progresistas que podríamos llamar de primera, aquellos que tienen un trabajo, una casa en propiedad y un proyecto vital más o menos claro, y el resto, muchos de ellos jóvenes -pero no solo- cansados de esperar y a los que solo mantiene conectados al sistema la cultura del low cost.