‘Fundamentalmente fantasías para la resistencia’, mucho más que una comedia del primer mundo

‘Fundamentalmente fantasías para la resistencia’, mucho más que una comedia del primer mundo

Una obra que de haber sido escrita en inglés y estrenada en Londres, estaría en boca de todos.

Escena de 'Fundamentalmente fantasías para la resistencia'Luz Soria

Alfredo Sanzol ha vuelto. Me refiero a ese Alfredo Sanzol pizpireto y fresco que era capaz de mezclar poesía, tragedia, humor y, a la vez, reflexionar en la misma función. Lo ha hecho con Fundamentalmente fantasías para la resistencia. Sí, un título largo e imposible de recordar, pero típicamente suyo. Obra que se ha estrenado en el Teatro Valle-Inclán, la sala que el #Dramático tiene en Lavapiés

Acompañado de muchos de sus sospechosos habituales, es decir, de un equipo de confianza. Con el que poder lanzarse a la piscina. Trabajar y construir. Un equipo a los que se suman nuevas incorporaciones a las que habrá que seguir, como Julia Rubio. O se reafirman nuevos talentos como Pepe Sevilla que ya atrajera todas las miradas en El cuaderno de Pitágoras de Carolina África.

Todos ellos se ponen manos a la obra y a la tarea de contar una historia. Una que funciona como una matrioshka. Pues primero es la historia de una dramaturga ucraniana que crea los personajes que vamos a ver en escena. La misma que escribirá una obra que van a representar esos personajes.

Ella está aterrada por la guerra en Ucrania. Son los primeros días. Las bombas rusas caen sobre Kiev. Encerrada en uno de los refugios antiaéreos de la capital se pone a imaginar. Primero una familia, unos amigos y unos vecinos viviendo esa guerra. Después una fantasía. La posibilidad de que durante la guerra Putin se encapriche con el Txoco Barroco, conjunto español de música barroca a los que invita a tocar al Kremlin.

Pues bien, los componentes de este conjunto musical, en su intento de hacer algo, se ponen en contacto con el CNI y la CIA para ofrecer sus servicios. El servicio de matar Putin a después de la representación. Lo que da para hacer reír, mucho, y muy buenos ratos a lo largo de la función.

Unas risas sobre la que esa otra realidad, la de los ucranianos bajo las bombas, siempre está como amenaza latente. Por lo que es cierto que se ríe a mandíbula batiente viendo la caricatura de Putin y su círculo íntimo, formado por su gurú y la Ministra de Defensa, y esos gafapastas venidos del País Vasco y metidos a espías del estilo de Mortadelo y Filemón o de Scooby Doo donde estás tú. Aunque el humor se acerca más a Ser o no ser de Lubitsch y a El gran dictador de Chaplin.

Sin embargo, la risa, la fantasía, adquiere realidad cuando los actores asumen su rol de ucranianos y recuerdan al público que caen las bombas. O las fosas comunes a las que hay que ir cuanto cesan los ataques y los bombardeos para abrirlas, documentar los crímenes de guerra y que los familiares identifiquen a sus muertos.

Sí, así es la vida. La alegría y la felicidad, y la desdicha y la tristeza se suceden sin solución de continuidad. Sin sentido. Un sin sentido en que todos buscan lo contrario, el sentido. Como forma de subsistencia. Como forma de supervivencia. Poniéndose en riesgo de perder esa vida.

Una situación en la que igual que surge la risa, surge el amor. Como esas flores que de repente nacen en el desierto o en la tierra quemada. Recordando que por mucho que el ser humano se empeñe en la muerte y la destrucción, la vida se abre paso. Encuentra su camino. Florece.

En esta situación ¿qué rol deben jugar los artistas? ¿Y la imaginación? ¿Y qué precio deben pagar por ello? Esas son las preguntas que se plantea Sanzol a través del personaje principal. La dramaturga que quiere tener entretenidos y divertidos a esa familia imaginada y a sus compatriotas con la obra que está creando que Natalia Hernández interpreta con una naturalidad pasmosa como el resto del elenco.

Esa dramaturga que imagina el asesinato de Putin, su muerte como una fiesta. Y que reflexiona en voz alta: “No quiero que Putin se muera, solo quiero que deje de tirar bombas.” Pues, como creadora, es incapaz de imaginarse o de pensar como alguien capaz de matar, de imponer la pena de muerte.

O que hace reflexionar a sus personajes, y con ellos al público, sobre la suerte que tienen los dictadores. Unos dictadores que mueren en buenas camas hospitalarias bien atendidos tras una vida de cuarenta años en el poder, o sufren una detención por posibles crímenes para la humanidad en lujosos domicilios del primer mundo, de donde se saldrán de rositas.

No dicen nombres, pero las personas bien informadas saben de sobra de quien están hablando. Y esta es quizás la debilidad de la obra. Su contingencia debido a su apego a la noticia y a la actualidad y a la reciente historia contemporánea. Pues queda la duda razonable de si esta obra aguantará el paso del tiempo.

Y casi mejor que no aguante, pues eso significará que en términos históricos quedará como otra guerra más en Europa, a pesar del sufrimiento y los desplazados que está produciendo, pero que más pronto que tarde llegará la paz.

Aunque lo importante es ese debate latente del que esta obra se hace eco sobre si se pueden hacer bromas sobre la tragedia. Si la risa es pertinente. Si la justicia poética de la ficción tiene su sentido. Si el poeta, puede tomarse la justicia por su mano, y ajusticiar en la ficción lo que la tozuda realidad se niega a ejecutar.

Son preguntas sin una respuesta clara. Sin una prueba científica que confirme o niegue la hipótesis. Pero si alguna función le queda a la poética teatral o de cualquier otro tipo es abrir la mente a todo un mundo de posibilidades.

De ahí que la ficción tenga que ser imaginativamente saludable. Como lo es Fundamentalmente fantasía para la resistencia. Permitir a las personas, individual o colectivamente, imaginar otros mundos posibles. Otras opciones.

Esas que permiten la diversidad sin que ninguna se imponga. De las que permitan disfrutar de la vida y no las que promueven los paraísos artificiales. Ya sean distópicos o en forma de drogas que se venden como lo más de lo más, tan cool. Evitar el pensamiento único y unívoco del poder y de quienes quieren ocuparlo o juguetean a placer con el mismo, disfrazado de buenas maneras o de eso no se hace o de que siempre ha sido así o de un bote, dos botes y tonto el que no bote.

Un tipo de teatro que genere compromiso con el mundo. Un compromiso fuerte y sincero en quien lo ve. Por el que merezca la pena apostarse la vida. La más querida. Un atrevimiento que el azar divino no es capaz de permitir y castigará. Reclamando el sacrificio de los más jóvenes comprometidos. De esto también se habla en esta obra en una de las escenas más bellas que tiene la función. Una escena entre la diosa Némesis y la autora de la obra. Porque poco más que dos buenas actrices como estas, un teloncillo blanco y un buen texto son suficientes para crear belleza y compromiso con la realidad. Y que de haber sido escrita en inglés y estrenada en Londres, estaría en boca de todos.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.