La necesidad de una estrategia integral frente a los incendios forestales
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La necesidad de una estrategia integral frente a los incendios forestales

"El abandono del rural, la despoblación y el envejecimiento alcanzan niveles dramáticos".

Vecinos trabajan en las labores de extinción del incendio forestal de A Rúa (Ourense)EFE

Quiero empezar recordando a las personas que en este año han perdido la vida por culpa de los incendios forestales. Es la expresión más dolorosa del drama humano, social, económico y medioambiental, que provocaron los incendios forestales en muchas zonas rurales de España.

Personas muertas y heridas, casas destruidas, explotaciones agrícolas y ganaderas arrasadas, animales muertos y montes calcinados. Este es el paisaje después de la batalla contra el fuego.

Es una historia que se repite todos los años en nuestro país. Esta vez, en lo que llevamos de 2025, el fuego descontrolado ha quemado 400.000 hectáreas, especialmente en Galicia, Castilla y León y Extremadura.

Siempre ha habido fuego en el mundo rural, en los bosques. en Galicia desde 2007 a 2024 están registrados 45.000 incendios forestales. En España se registran de media 10.000 incendios cada año: son 250.000 incendios forestales en lo que llevamos de siglo.

El problema es que, cada vez más, algunos de esos fuegos se acaban transformando en grandes incendios forestales, en mega incendios, en incendios de sexta generación, en eventos extraordinarios de fuego que tienen efectos devastadores.

Abordar el problema de los incendios exclusivamente desde la perspectiva de la protección civil es un error. El objetivo fundamental debe ser la prevención, esto es, minimizar en lo posible el riesgo de que se produzcan los macro incendios. Y esto significa actuar sobre el medio rural, sobre las masas forestales, sobre la ordenación del monte, sobre el control de la biomasa, sobre las franjas de gestión secundaria para evitar que el fuego llegue a las casas.

Claro que hay que hablar sobre los servicios de extinción, sobre los medios disponibles, sobre las condiciones laborales de los bomberos o sobre las responsabilidades de las comunidades autónomas.

Pero si no se analiza de forma integral, la problemática del fuego es como si quisiéramos abordar los problemas de la salud desde los servicios de urgencias, dejando a un lado la atención primaria.

En las últimas décadas, la gestión del medio rural ha sido un completo fracaso, incluida, obviamente la gestión forestal. El abandono del rural, la despoblación y el envejecimiento alcanzan niveles dramáticos. Los pueblos de la montaña de Ourense más afectados por los incendios han perdido el 64% de sus habitantes desde 1981, tienen una densidad de población de ocho habitantes por kilómetro cuadrado, propia de las zonas más despobladas del mundo y la mitad de sus habitantes tienen más de 65 años.

Se va la gente, el rural se vacía y el monte se abandona. Lo que en el pasado reciente era un paisaje en mosaico, en el que convivían de forma armónica los bosques de frondosas con aprovechamiento de productos forestales, con los prados, los campos de cultivo y la ganadería, se ha transformado en una masa boscosa continua, descuidada, llena de maleza en la que los incendios se propagan a enorme velocidad, porque no tienen cortafuegos naturales.

Existe un amplio consenso científico sobre las causas de esta situación que solo ponen en cuestión los negacionistas. El informe C sobre incendios que elaboró en 2023 la Oficina de Ciencia y Tecnología del Congreso de los Diputados dice: “en España se observa una mayor propensión hacia grandes incendios forestales de alta peligrosidad, debido a la acumulación de combustible disponible y al aumento de las temperaturas y sequías”.

Aquí está todo. Estos son los dos factores claves.

El primero es el abandono del rural, la despoblación, la desaparición de las actividades agrícolas y ganaderas, que ha provocado un incremento de la masa forestal descontrolada que se transforma en una gran acumulación de combustible que al llegar el calor está listo para arder.

Además, se está aplicando una política forestal, basada en el monocultivo de especies de crecimiento rápido, como el eucalipto y el pino, en detrimento de las masas forestales tradicionales de cada territorio.

El segundo factor son las consecuencias de la crisis climática y el calentamiento global. Las olas de calor son cada vez más frecuentes, más intensas, más largas, con temperaturas más altas y extendidas a más territorios.

Altas temperaturas y falta de lluvias que reduce la humedad, que provocan sequías que transforman la biomasa de los montes descuidados en combustibles que tienen una enorme potencialidad de propagación.

Incendios que se extienden con tal rapidez que dificulta su extinción temprana y que en algunos casos se acaban convirtiendo en macro incendios de enorme peligrosidad, porque son capaces de crear su propia dinámica, que hace muy errática su evolución, dificultando al extremo los trabajos de control y de extinción.

Por eso, necesitamos afrontar la emergencia climática como el mayor reto que nos enfrentamos como humanidad y desarrollar políticas de mitigación, y especialmente de adaptación, ambiciosas y urgentes, como son las políticas de gestión forestal y prevención de incendios. 

Manuel Lago Peñas es diputado de Sumar en el Congreso de los Diputados.

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