'Los nuestros' o cuando Lucía Carballal quiere ser La Tristura
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'Los nuestros' o cuando Lucía Carballal quiere ser La Tristura

El anuncio de su estreno en el Teatro Valle Inclán del Centro Dramático Nacional atrajo todas las miradas y la venta de entradas.

'Los nuestros'.Bábara Sánchez Palomero / Centro Dramático Nacional

Lucía Carballal es la dramaturga que está asumiendo el rol que en su día tuvieron Juan Mayorga y Alfredo Sanzol. Es decir, el de la dramaturga de referencia para tiros y troyanos cuyas obras nadie se quiere perder. Por eso el anuncio del estreno de Los nuestros en el Teatro Valle Inclán del Centro Dramático Nacional atrajo todas las miradas y la venta de entradas.

Sin embargo, esta reunión de familiares sefarditas para celebrar el Avelut, o sea, el velorio judío de siete días, de su madre y abuela, en la que surgirán todos los conflictos, no cubre expectativas. Tal vez más por el rol que está adoptando como directora que como escritora. Aunque el texto también contiene algunas trampas.

¿Dicen cosas bonitas e interesantes? Las dicen. Y hasta cómicas. Para qué las dicen y para qué las tienen que conocer el espectador, es otra cosa. Sus necesidades, la de los personajes, al menos para el que escribe, no se ven. En el mismo sentido que no se veían en la obra Misericordia de Despeyroux, también protagonizada por una familia judía que se programó en el mismo teatro.

Hay cierta mecanicidad y lugares comunes en lo que se dice y cómo se dice, que no se corresponde con lo que suele hacer la autora. Y, para rematar, nunca mejor dicho, está el final. Un final en el que se hace una taxonomía de los posibles finales que puede tener una obra de teatro. A la vez que quien lo dice da ejemplos con los componentes de su familia de esos posibles finales. Quedando tan abierto, que se queda en nada.

Muchas veces, las puestas en escena consiguen superar todo lo anterior. No es el caso. Pasada la primera impresión de ese gigantesco y bello tótem hecho de las mercaderías con las que comerciaría un representante de todo, un chamarilero, colocado en el fondo del escenario, ni el espacio ni la escenografía ayudan. Y eso que el tótem citado merecería estar en un museo molón de arte contemporáneo.

  'Los nuestros'.Bábara Sánchez Palomero / Centro Dramático Nacional

Fiel a los últimos grandes y exitosos montajes que ha habido en este teatro, como Así hablábamos o 1936, la escena ocupa todo el patio de butacas y alrededor se ponen gradas. Y uno se pregunta si el acto íntimo, al que solo acuden los más allegados, el círculo reducido de la persona muerta sucedería en espacios tan grande o grandiosos como este.

Tiene más aspecto de patio de casa de vecinos o de gran salón. En el que el roce, el conflicto, no se puede representar bien. Menos cuando el texto está escrito para que en cuanto un conflicto amenaza con estallar, uno de los personajes involucrados haga mutis por el foro. Y menos cuando parece que las hijas y nietas nunca la han habitado, cuando dicen todo lo contrario. Algo más inverosímil cuando esta es, según se describe, una de esas familias tristemente unidas de las que hablaba Tolstoi en Ana Karenina.

Y luego está al recurso del micro. ¿A qué viene? ¿Significa que cuando cada personaje tiene que contar un recuerdo sobre la abuela muerta sale a escena a decir un monólogo? ¿En un velatorio? ¿No es un uso superficial y, digamos, de los tiempos que corren?

  'Los nuestros'.Bábara Sánchez Palomero / Centro Dramático Nacional

No es la única nota hípster. El uso de la grabadora de los ochenta noventa del siglo XX para grabar un recuerdo sobre la abuela que luego quedará en una agenda, es algo tan fuera de lugar en una gente movilizada, con móvil. Que es de la que se graba audios, tan largos como el audio del final, y se lo mandan por WhatsApp.

Añádase que los vínculos entre madres e hijos, hermanos y primos se cuentan pero no están vividos en escena. Los primos pequeños, preadolescentes, ni si quieran son vistos por el primo mayor que vive en Inglaterra. Muestra, en estas circunstancias, poca o ninguna empatía. Y no digamos su interés por la tía. ¡Qué te has dado un viaje de dos horas y pico para pasar una semana encerrado con tu familia y te has llevado a la novia!

Tal vez, este sea el principal problema. La falta de química entre los componentes del elenco. Nada hay que les una. Y sus textos parecen dichos al éter y no a las personas que hay en el escenario. De hecho, de nuevo de manera cosmética, cada cierto tiempo se dirigen al público.

Se podría pensar que, como los apartes en las obras del Siglo de Oro, pero de qué forma tan distinta. Pues en este caso, no parece necesaria la información o parece que es una información que hay que dar al personaje con el que se está dialogando, una aclaración o justificación que el patio de butacas no necesita.

Por otro lado, es una familia que no tiene un lenguaje común. Esas palabras que se usan de la misma manera, con las mismas intenciones por aquellos que han crecido juntos y crearon recuerdos. Ese campo semántico que, al menos en la ficción, las familias comparten pues es parte del recurso artístico para construirlas.

Da la impresión de que Lucía Carballal, sobre todo en la dirección, se ha dejado llevar por todo aquello que le ha parecido bueno y le ha gustado. Posiblemente, vio el funeral que era Así hablábamos de la Tristura, pues hay muchos paralelismos, más allá del tema. La muerte de un ser querido.

Se nota en el momento canción. Cuando se recuerda que a la abuela muerta le gustaba una canción que los personajes cantarán como momento álgido de la función. ¿De verdad que la canción favorita de esa abuela que describen es un tema indie en inglés? En este montaje y tal y como se presenta no hay quien se lo crea. ¡Qué distinto cuando en la citada Así hablábamos unos veinteañeros cantaban a Rocío Jurado!

  'Los nuestros'.Bábara Sánchez Palomero / Centro Dramático Nacional

Y no, no es decir que unos son mejor que la otra o viceversa. Tanto La Tristura como Lucía Carballal son el buen presente del teatro español. Pero en esta producción se reconocen tanto los recursos de aquella compañía que la impresión que se tiene es que se ha recurrido a ellos estéticamente y no de contenido. Que no se han entendido o apreciado en su valor dramático y artístico. Y en este sentido no parecen servir para lo que se pretende contar en Los nuestros, ya que, como se decía al principio, no se ve la necesidad de ser contado.

Creo que se debe a que las poéticas de ambos son distintas. Da la impresión de que Lucía Carballal ya tiene una poética concreta en términos de escritura dramática tendente al clasicismo. Una buena poética, en eso hay un gran consenso. Pero que como directora teatral está buscando la poética escénica que mejor se ajuste a esa poética dramática. Y en este caso, la referencia escénica usada no parece ajustarse a la referencia de la escritura dramática de la que se parte.

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.

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